martes, 14 de abril de 2015

Venganza

El gozo del mal ajeno

   La ciencia ha descubierto que la venganza activa en el cerebro los mismos mecanismos que el apetito. Cuando una persona se comporta de forma injusta, nace en el resto de los individuos el deseo de hacérselo pagar. Cada vez se conocen mejor las regiones cerebrales involucradas en este fenómeno. Los experimentos demuestran que, sin venganza, una convivencia social duradera sería imposible.
    Desde que Aquiles estalló en un legendario ataque de cólera por la muerte de su mejor amigo, Patroclo, y se desquitó matando y mutilando a su verdugo, Héctor, ante los muros de Troya, hasta el enigmático protagonista de V de vendetta, la venganza es un impulso que ha fascinado al ser humano.
  Sea como sea, la historia, la literatura y el arte demuestran que el ser humano está sediento o hambriento de venganza.
    La doctora Tania Singer, neurobióloga del University College de Londres, realizó un interesante experimento. Los voluntarios fueron divididos en dos grupos, uno activo, que participaba en un juego conocido como “El dilema del prisionero”, y otro pasivo, en el que sus miembros se limitaban a ejercer de espectadores. En el juego, los participantes se dividían por parejas y simulaban ser delincuentes interrogados (por separado) por la policía. Si ninguno de ellos confesaba el delito, eran condenados a dos años de cárcel, pero si uno de ellos delataba a su compañero, al chivato le caería un año y a su colega cuatro. La tercera opción consistía en que ambos se delatasen uno a otro, caso en el que serían condenados a tres años.
Los investigadores ya habían acordado con algunos de los participantes que delataran a sus compañeros y ejercieran, así, el papel de traidores. Además, se escanearon con resonancias magnéticas los cerebros de los espectadores mientras presenciaban el juego. Cuando veían actuar a los traidores, se producía una actividad mayor en un área del cerebro seguida de la secreción de una hormona llamada grelina, que es también la responsable del apetito. A continuación, los investigadores fueron castigando a cada uno de los traidores dándoles pequeñas descargas eléctricas en las manos. Esto produjo otra reacción en el cerebro del público: afectaba a los mecanismos del placer, y liberaba serotonina y otros neurotransmisores relacionados, asimismo, con la sensación de saciar el apetito. ¿Qué se puede concluir de este experimento? En palabras de su directora, Tania Singer: “Que nuestro cerebro tal vez esté diseñado para encontrar placer con el castigo a los culpables”.
Puede que éste sea un mecanismo evolutivo que se generó hace miles de años. Cuando aún no existían organizaciones encargadas de impartir justicia, la venganza era un arma necesaria para la supervivencia. Pero incluso con la aparición de un código legal no se logró desterrar la idea de la venganza de la mente y el corazón humanos.
    Según la psicóloga Isabel S. Isaburru: “Es una idea que resulta tan fascinante por la sencilla razón de que todos nos hemos sentido ofendidos en alguna ocasión. La rabia es un sentimiento humano y, para bien y para mal, hemos aprendido a reprimirla, incluso muchas veces cuando nos hacen daño. Por eso nos identificamos tanto con las historias protagonizadas por alguien que repara su honor vengándose de quienes le humillaron”.

   Para Isaburru, hablar de la venganza en términos morales es un error. “Es un impulso humano más”, afirma. “Estamos acostumbrados a los grandes y sangrientos ajustes de cuentas de las novelas y las películas; pero si miráramos a nuestro alrededor, nos daríamos cuenta de que la vida cotidiana está repleta de pequeños y sutiles actos de venganza”.

    Y razón no le debe faltar a la experta, ya que entre los libros más vendidos de la historia, en el puesto número doce encontramos Diez negritos, el clásico de Agatha Christie, que en el fondo es la historia de una retorcida venganza.      

   Pero por muy espantosas que puedan parecer estas acciones, la cultura popular ha entronizado la figura del justiciero convertido en verdugo y ejecutor. En 2009, una encuesta realizada en Reino Unido y Francia por la editorial Random House, dio como resultado que Edmond Dantès, el protagonista de El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, era uno de los diez personajes literarios preferidos de los lectores de ambos países. Y Dantès es el vengador por excelencia de la historia de la ficción. Su venganza es despiadada, y se ceba también con las familias de sus enemigos. Edmond no perdona a nadie, y no tiene reparo en dejar cadáveres inocentes en el camino para recuperar lo que era suyo y
gracias a sus ansias de venganza, progresa en la vida. ¿La venganza, por tanto, es buena? Lo dejaremos en que es algo muy humano. Porque, según dijo Walter Scott respecto de errar: “Vengarse es humano, pero perdonar es divino”.
Fuente: Quo. La ciencia de la venganza, 2011

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