domingo, 3 de marzo de 2024

Nagasaki

Una ciudad portuaria y cosmopolita desbordante de color


Para Shimura, protagonista de La Intrusa, Nagasaki se encuentra dentro de un armario con respecto a Japón. Escondida y oculta, su pasado antiguo y más reciente la relega a un plano dentro de un oshiiré.
Pero Nagasaki, con aproximadamente 400.000 habitantes, no es una ajetreada metrópolis, pero si una ciudad llena de vida y con mucho que ofrecer. Por su ubicación en un golfo situado en la zona oeste de la isla de Kyushu y, por tanto, relativamente cerca del resto del continente asiático, en su día estuvo abierto al comercio internacional durante el largo período en el que Japón fue una nación completamente aislada del mundo. Esta animada ciudad portuaria, anclada en medio de una zona montañosa, es famosa por su colorido, encanto e influencia internacional.


Nagasaki, cuyo nombre significa "cabo largo", es una ciudad fuertemente influenciada por la cultura china, de ahí que cuente con un barrio chino, varios templos confucianos y múltiples restaurantes de comida china. El Festival Kunchi, a principios del otoño, y el Festival de Farolillos de Nagasaki, a finales de invierno, son dos acontecimientos espectaculares caracterizados por sus decoraciones luminosas y bailes de dragón.


Pero si te apasiona la historia europea, la ciudad fue fundada en 1571 por navegantes portugueses. Originalmente fue una villa puerto de poca importancia hasta la llegada de estos exploradores.

La pequeña villa puerto se convirtió rápidamente en una ciudad portuaria diversa por la cual ingresaron muchos productos importados de Portugal (como el tabaco, el pan, el tempura, el bizcochuelo, y nuevos estilos de vestimenta). Muchos de estos productos fueron asimilados por la cultura popular japonesa. Los portugueses también trajeron consigo muchos productos de origen chino.

Compitiendo con los portugueses, los neerlandeses se fueron introduciendo en Japón silenciosamente para esta época, a pesar de la decisión oficial del shogunato de terminar definitivamente toda influencia extranjera en el país. Durante la rebelión Shimabara (finales de 1637-comienzos de 1638) disparando contra los cristianos, los neerlandeses demostraron que su interés era exclusivamente comercial y a favor del shōgun. Por tal motivo en 1641 les fue otorgado Dejima, una isla artificial en la bahía de Nagasaki, como base de operaciones. Desde esta fecha hasta 1855 el contacto de Japón con el exterior se limitó exclusivamente a Nagasaki.

Tras la llegada del comodoro estadounidense Matthew Perry a Japón en 1853, el shōgun decidió abrir las puertas del país nuevamente. Nagasaki se convirtió en puerto libre en 1859 y la modernización comenzó en 1868. Con la restauración Meiji, Nagasaki se convirtió rápidamente para asumir cierto dominio económico. Su principal industria fue la construcción de embarcaciones.

En el jardín Glover pueden contemplarse distintas residencias extranjeras y otros edificios de estilo occidental que fueron construidos hacia finales del siglo XIX. Las vistas del puerto que puedes disfrutar desde la antigua residencia Glover merecen la pena. 

Pero no podemos olvidar que Nagasaki fue el segundo objetivo de la bomba atómica lanzada durante la Segunda Guerra Mundial, un acontecimietno al que rinden homenaje varios lugares conmmemorativos. Así tenemos el Parque de la Paz, un crudo recordatorio de la devastación causada y el Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki que trasmite un mensaje de paz, esperanza y resiliencia.


viernes, 1 de marzo de 2024

Éric Faye y como sobrevivir en Nagasaki


Éric Faye (Limoges, 1963) es escritor y periodista de la agencia de prensa Reuters. Autor de relatos, ensayos, relatos fantásticos y novelas, ha sido laureado con el Premio de Les Deux Magots, el premio Unesco-Françoise Gallimard y con el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa, que recibió en 2010 por su novela La intrusa.

Publicó sus dos primeros libros en 1991: un ensayo sobre el escritor albanés Ismail Kadare y un compendio de entrevistas con este mismo autor. Sacó al año siguiente su primera ficción, El general Soledad (Le Général Solitude), una nouvelle, en la revista Le Serpent à Plumes, que tres años más tarde desarrollaría en una primera novela epónima. En 1998, su conjunto de nouvelles fantásticas, Soy el guardián del faro (Je suis le gardien du phare), obtuvo el Premio de los Deux Magots.

Su obra se divide entre novelas, a menudo de carácter absurdo o impregnadas de lo fantástico, entre ellas, Crucero en mar de lluvias, o La intrusa, ambas premiadas ; y ensayos y relatos, entre los cuales figura Mis trenes de noche, inspirados en los viajes a través de Asia y Europa.

Dirigió un número sobre Kafka, (Autrement, 1996) y tomó parte en la edición de las obras de Ismail Kadare en las ediciones Fayard.

La intrusa. Como sobrevivir en Nagasaki.

Ganadora del Gran Premio de la Academia Francesa, La intrusa (Salamandra, 2013) de Éric Faye se basa en un caso real para explorar el influjo que la memoria de los lugares que habitamos ejerce sobre nuestra conciencia.

De profesión meteorólogo, Shimura lleva una vida solitaria y metódica que transcurre con precisión milimétrica entre el trabajo y su casa, un microcosmos de orden y pulcritud a las afueras de Nagasaki. Sólo el canto ensordecedor de las chicharras es capaz de alterar una rutina tan previsible hasta el día en que Shimura cree percibir pequeños cambios en la impoluta organización de su hogar: un yogur que desaparece de la nevera, el zumo de naranja que se evapora, la tetera fuera de su lugar habitual. No parece obra de un ladrón, pues todos los objetos de valor siguen en su sitio. ¿Se trata, pues, de una amante despechada, de un espíritu en busca de venganza, o incluso peor, de una alucinación?

Para dilucidarlo, Shimura instala una cámara en la cocina y, perplejo, descubre la presencia de una mujer desconocida, una intrusa que lleva un año viviendo en un armario (oshiiré) de la casa, debido a su precaria situación.

Esta okupa encontró que la casita de aquel pobre tipo de mediana edad, soltero y sin hijos, y con una rutina perfectamente definida, era lo ideal para mantenerla a salvo de la dureza de las calles. Y Éric Faye vio que ahí había una historia muy interesante para desarrollar, por supuesto, rellenando los huecos originados por la falta de datos precisos con sus propias elucubraciones.
“Me llamó la atención que un hombre y una mujer compartieran el mismo espacio, durante un año, y que uno de ellos no supiera durante ese periodo de la existencia del otro. Me pareció extraordinario que una mujer viviera clandestinamente en la casa de un hombre durante ese tiempo.”
Estos hechos sirven, “de cierta manera, de trampolín, porque la realidad sobrepasa nuestra imaginación y yo no me hubiera atrevido a escribir una historia así, porque seguramente habría considerado que no se sostenía por sí sola”, señala. “La realidad nos entrega historias que, a veces, nos sería difícil poder imaginar”.

La intrusa habla de soledad, de incomunicación y vacío De manera casi imperceptible, la novela cuestiona nuestra manera de vivir y de relacionarnos con los demás, y su lectura perdura como un temblor de tierra, inofensivo pero indeleble.

Faye logra tejer una historia en la que más que sus peculiares acciones y diálogos, destacan por encima de todo sus dos personajes principales, casi únicos: Shimura Kobo, hombre solitario al que le entran y se le acomodan en casa y tarda o quiere tardar bastante en darse cuenta, y la mujer pasivamente desesperada que adquiere los hábitos de un fantasma-parásito con increíble destreza. Dos seres prácticamente aislados y sin vida social y afectiva (por mucho que el hombre tenga trabajo y cierta hermana a la que alude vagamente), que comparten una casa durante un año entero.

En la obra hay una reflexión hermosísima sobre las casas que dejamos de habitar, lugares que, sea como sea, creemos que aún nos pertenecen por el simple hecho de que las ocupamos en algún momento de nuestras vidas.

La novela parece creada por un artesano oriental más que por uno europeo, porque Faye sigue las pautas minimalistas y armónicas que suelen guiar a los creadores del extremo oriente a la hora de generar sus obras. Faye se caracteriza por no levantar el tono y, en esa templanza buscada, se oye la violencia subyacente, el dolor y, sobre todo, la melancolía, así alcanza una sobriedad y una eficacia propias de una estampa japonesa.

Y todo en Nagasaki, porque nombrar a Nagasaki nunca nos deja indiferentes.

lunes, 5 de febrero de 2024

María, la Bonita

"A la gente de mar"



En "María la Bonita" (Juventud, 1998) del escritor Elías Meana, se narran las vicisitudes de unos trabajadores de la mar, que no solo se enfrentan a la dureza de los elementos. En un período histórico marcado por los conflictos entre España e Inglaterra, y en una mar plagada de piratas, también han de empuñar las armas en numerosas ocasiones para defender sus vidas.

La obra obtuvo en 1998 el II "Premio Literario Nostromo. La aventura marítima", un premio dedicado a la narrativa viculada a la navegación en el mar.

María la Bonita es una goleta mercante de dos palos, 117 pies de eslora por 22 de manga y 184 toneladas de desplazamiento y que fue construida en el año 1794. Navega a lo largo de los más de cien días que dura el viaje entre Cádiz y la costa chilena, unas siete mil millas. Tripulación y goleta han de sortear a los hombres que quieren arrebatarles su libertad y sus bienes, y lidiar con la mar, que enloquecida los arrastra hasta el cofín del mundo.

De la mano del grumete Antonio, conoceremos las historias de sus compañeros de tripulación. La inquebrantable amistad que une al "Viejo" Don Luis y a Don Álvaro, su relación con Andrés, el Ovejero, la presencia de unos pasajeros muy particulares, los jesuítas Carlos y Javier, las anecdotas con Macias, el cocinero y hasta nos retrata una gata que merodea por cubierta.

En esta aventura viviremos los ataques de los ingleses, el contrabando, la llegada a puerto pero también la camaradería y el cumplimiento de la ley del mar.

Quizás lo más complicado de adentrarnos en esta obra haya sido el vocabulario técnico marítimo, en algunos capitulos más denso que en otros, que aunque el autor haya tenido la deferencia de incluir al final del libro un glosario de términos y acepciones náuticas, puede resultar tedioso para la lectura y su comprensión

Los navegantes, los exploradores, la vuelta al mundo, las islas, los naufragios son muchos de los temas que hacen que la literatura náutica sea tan atractiva. Melville, Hemingway, Defoe, London, Conrad, Kipling, entre muchos otros, con sus títulos más conocidos, nos sumergen en un mundo de aventuras en alta mar y en esa profunda conexión entre el ser humano y el océano. 

Con Elías Meana y su María la Bonita zarpamos a una travesía literaria única donde confluyen todos los elementos que nos transportan a la vida del mar y sus marineros. 

jueves, 1 de febrero de 2024

Elías Meana

Háblame del mar, marinero


Este oficial radioelectrónico de la marina mercante de la Escuela Oficial de Náutica de Barcelona, llamado Elías Meana Díaz (Salamanca, 1946), tras seis años de navegación, ingresó en el Servicio Marítimo de Telefónica donde presto servicio como operador de las estaciones de onda corta de Aranjuez y Pozuelo del Rey Radio. 

En diciembre de 1982, estando destinado en la jefatura del Servicio, solicitó permiso sin sueldo, para incorporarse como oficial de radio en la goleta Idus de Marzo, durante la primera expedición española a la Antártida que partió del puerto asturiano de Candás para recorrer las islas de la península antártica visitando las bases científicas allí emplazadas, finalizando su periplo en Punta Arenas (Chile) el 29 de marzo de 1983. Elias Meana describe su primer contacto en aguas antárticas como una sensación de paz, pero “con cierta incertidumbre”.

Posteriormente, formó parte en 1986 del equipo que construyó la Base Antártica Española Juan Carlos I, siendo designado jefe de la misma durante la siguiente campaña (1988/1989). Elías confiesa que fue una experiencia extraordinaria y todo un orgullo. Durante varios años siguió colaborando en tareas logísticas en el Programa Nacional Antártico.

Patrocinado por Fundación Telefónica, desarrolló y llevó a cabo en 1998 el proyecto Zaire, cuyo propósito era dotar a misioneros y organizaciones no gubernamentales con equipos de radio que les permitieran comunicarse entre ellos y, sobre todo, con la potente estación de la embajada española en Kinshasa. Llegaron a instalar 28 pequeñas estaciones de radio, algunas de ellas capaces de comunicar directamente con España gracias a los medios técnicos y operativos que Telefónica puso a disposición del proyecto.

Tras su prejubilación a los 53 años, no ha dejado de estar cerca del mar y de su gente, interés que claramente se refleja en su carrera literaria.

Como autor de literatura náutica es un especialista en narrativa marítima del siglo XVIII y principios del XIX. Así que publica en 1998 su primera novela, María la Bonita, una goleta mercante del siglo XVIII que fue II Premio Nostromo. La obra trata de las vicisitudes de unos trabajadores de la mar, que no sólo se enfrentan a la dureza de los elementos. En un período histórico marcado por los conflictos entre España e Inglaterra, y en una mar plagada de piratas, han de empuñar las armas en numerosas ocasiones para defender sus vidas.

Luego vinieron Ganando barlovento (Noray, 2001) cuyo protagonista, Rodrigo Carreño, es un marino de origen asturiano y afincado en Cuba que a principios de 1809 es capturado por los ingleses, y desde ese momento se fija dos metas: volver a la libertad y tomar venganza. No se plantea cómo o cuándo conseguirá "ganar barlovento" pero está seguro de que tarde o temprano lo conseguirá y regresará con los suyos, y Capitán de fortuna (Noray, 2002) , una historia de superación y fuerza sobre el naufragio de un bergantín a principios del siglo XIX que se produce cuando iba navegando hacia el cabo de Hornos.


Con Entre dos banderas (Noray, 2004) y Los silencios de Atlántico (Noray, 2012), basadas en hechos reales, el escritor ha pretendido dar luz al desconocimiento que existe acerca del papel que los marinos mercantes, jugaron tanto durante nuestra Guerra Civil, como en la Mundial.
Entre dos banderas,: los que nunca contaron es una novela que narra las visicitudes de unos héroes anónimos, marinos mercantes españoles, que, fieles al gobierno legalmente constituido, cumplieron calladamente con su labor durante la Guerra Civil Española, se exilaron a los EEUU y llegaron a formar parte de los convoys aliados durante la Segunda Guerra Mundial.
En Los silencios del Atlántico (Noray, 2012), Elías Meana se adentra en una trama sobre la encubierta cooperación que, en connivencia con el régimen de Franco, determinados buques mercantes españoles mantuvieron con la Marina de Guerra Alemana (Kriegsmarine), a lo largo de la Segunda Guerra Mundial, suministrando combustible y otros avituallamientos a los submarinos alemanes que operaban en el Atlántico.

Además de literatura marítima, Elías Meana, motivado por la experiencia antártica, escribió en 2005 El Piloto Azul, ¡Intrusos! y Aventura en el Mar Helado, una trilogía dirigida a los más jóvenes con el fin de que conozcan la Antártida y la protejan. El punto de partida es una antigua leyenda, en la dictaba que el que descansaba entre los hielos milenarios y su piel se teñía de azul se convertía en un héroe defensor de las tierras polares. El autor pretende acercar al lector a esos lugares virginales, haciéndole disfrutar de una auténtica aventura de navegación al estilo clásico. Los protagonistas: el Piloto Azul y sus amigos, Dos Pelos y Rascasota, apoyados por toda la fauna antártica, deberán poner en práctica todas sus habilidades a fin de paliar los problemas que estos y otros intrusos crean al Continente Blanco.
Elías Meana pertenece a la llamada "La Orden del Meteorito" y tiene una placa con su nombre en la que reza esa distinción en el Paseo de las Letras. Durante 5 años fue coordinador del Club de Lectura de la Biblioteca Pública Mercedes Mendoza y participó de forma activa en el III Encuentro de Clubes de Lectura de la Región de Murcia. Muchos de vosotros lo conocéis porque hemos disfrutado de su grata compañía en algunas de nuestras cenas. 

Ante todo, Elías Meana es marino, es escritor y sobre todo, amigo.