martes, 28 de enero de 2014

La solitudine dei numeri primi

En milímetros
      El bestseller de Paolo Giordano, que fue un fenómeno editorial tanto en Italia como en España fue adaptado al cine por la joven promesa del cine italiano Saverio Constanzo, que llevó a la pantalla las aventuras amorosas de Mattia (Luca Marinelli) y Alice (Alba Rohrwacher, Io sonno l'amore [Yo soy el amor]) desde que son pequeños hasta que llegan a la edad adulta. 
   
Luca Marinelli y Alba Rohrwacher junto a Isabella Rossellini  en el papel de Adele
   La teoría de los números primos es una de las más inquietantes y extrañas de las matemáticas. Esos números raros que solo son divisibles por si mismos y por la unidad. Números solitarios condenados a no relacionarse con nadie. Ni siquiera con esos números primos gemelos que están tan cerca, al otro lado del puente de un número par. Imagin
ar una historia de amor entre dos de esos números primos es una idea brillante que le valió a Paolo Giordano convertir su novela en un best seller. Otra cosa es llevar esa historia a la pantalla.
   Mattia y Alice son los solitarios números primos. Los dos tienen una herida. La de Mattia es una herida profunda, un sentimiento de culpa que no le deja vivir; la de Alice aparentemente es una herida mas superficial provocada por un estúpido accidente. Las dos hacen de ellos seres incapaces de relacionarse con nadie. Un montaje confuso nos lleva a través de su historia en cuatro etapas, a los 8 años, a los 14, a los 24 y a los 31. Cada una interpretada por actores distintos que se parecen mucho entre si y hacen creíbles ser el mismo personaje. Repetitiva en muchos momentos, caótica casi siempre, la película acaba por transmitir el mismo sentimiento de aislamiento que tienen Mattia y Alice y eso, en definitiva, puede producir un cierto aburrimiento.

Ficha técnica
 
Director: Saverio Costanzo
Intérpretes: Alba Rohrwacher, Luca Marinelli, Martina Albano, Arianna Nastro, Isabella Rossellini
País: Alemania, Francia, Italia 
Año: 2010
Fecha de estreno: 27-03-2013

lunes, 27 de enero de 2014

La soledad de los números primos

Alice y Mattia

 
 Los números primos solo son divisibles por 1 y por ellos mismos. Son números solitarios e incomprensibles para los demás. Son por ejemplo, el 11 y el 13 o el 41 y el 43. Números que están casi juntos, pero entre los cuales existe siempre un número par que les impide tocarse. Alice y Mattia son como estos números primos gemelos, perseguidos por tragedias que les han marcado en la infancia: un accidente de esquí en el caso de Alice, que le ha ocasionado un defecto en una pierna, y en el caso de Mattia la pérdida de su hermana gemela. Alice no come, es anoréxica. Mattia se autolesiona. Mattia, un genio matemático. Alice, sin una vocación definida.
   Cuando, de adolescentes, se encuentran en los pasillos del instituto, cada uno de ellos reconoce en el otro su propio dolor. Mientras van creciendo, sus destinos se entrelazan en una amistad especial, hasta que Mattia, tras doctorarse en física, decide aceptar un puesto de trabajo en el extranjero. Los dos tendrán que separarse durante muchos años hasta que una serie de acontecimientos volverá a reunirlos, haciendo que afloren unas emociones ocultas y obligando a Alice y Mattia a afrontar la pregunta de su vida: ¿dos números primos podrán encontrar la forma de estar juntos?   

  Seres diferentes, muy diferentes a todos los que les rodean y eso sólo puede determinar una cosa; que sean rechazados y que ellos mismos rechacen el mundo que les rodea
   El azar decide juntar a estos dos seres, tan inseguros en sus relaciones con los demás, tan infelices, tan indecisos.
   Una relación que desde su primer contacto en el instituto, va avanzando a lo largo de su vida adulta, siempre adelante y atrás, a punto de cruzar y unir sus caminos, pero sin terminar de conseguirlo.

   Paolo Giordano tuvo la agudeza de crear esta analogía matemática, para describir la vida de los distintos, de los solitarios, de los que ven el mundo bajo otro prisma. Personajes de alta complejidad con los que empatizas y te identificas o que detestas por su extrañeza, y que parecen condenados por el entorno, muchas veces por nosotros mismos, a permanecer solos. 

    La soledad de los números primos (Salamandra, 2008) es una conmovedora meditación acerca de la soledad, el amor y las consecuencias de la infancia.

Paolo Giordano

Sobrevivir al éxito 
            


   Si publicas tu primera novela con 26 años y vendes siete millones de ejemplares, es motivo más que suficiente para sentirse feliz y realizado. Pero tras la fiesta de ventas masivas, premios de todos los colores y palmadas en la espalda de la crítica viene la resaca. ¿Y ahora qué diablos escribo para estar a la altura de todas las expectativas que he creado? Pues eso mismo, así resumido, es lo que le pasó a Paolo Giordano (Turín, 1982) cuando saboreó el éxito con su primer libro, La soledad de los números primos (2008). 
   El italiano, con formación en Física Teórica en la Universidad de Turín, cultivó las letras sólo como una forma de escape. Así, sin quererlo, la historia de amor entre Mattia y Alice, dos chicos con profundos traumas en su infancia, obtuvo récord en ventas, se convirtió en película y le hizo merecedor del prestigioso Premio Strega, transformándolo en una figura famosa en Italia.   
   Para Giordano, el recuerdo del fenómeno que significó su debut es dulce y agrío: “Fue un éxito muy veloz y no estaba verdaderamente preparado, fue algo violento. No conseguí disfrutarlo. Por otro lado, me dio la oportunidad de dedicarme sólo a escribir, de tomarme todo el tiempo que necesitaba, y esta no es una libertad que muchos tienen. El éxito no es una buena ambición para la escritura, realmente no se puede escribir una buena novela sólo para alcanzar él éxito”.
   Hace cinco años que entró a la escena literaria, y el escritor vuelve a retomarla en 2013 con su novela coral, El cuerpo humano. 

   A Giordano no le ha resultado nada fácil completar ese proceso por segunda vez. El camino hasta tener entre sus manos las casi 400 páginas de esta novela en la que narra las andanzas (interiores y exteriores) de un regimiento del ejército italiano desplegado en Afganistán, ha estado plagado de complicaciones. 
 "He tenido que matar muchos fantasmas antes de recorrerlo hasta el final". En estos cinco años Giordano ha batallado en el interior de su conciencia con sus complejos e inseguridades. En esa lucha muchas veces ha perdido pie y ha acabado sumergido en estados cercanos a la depresión. "Tras un tiempo sin sacar nada digno adelante, decidí aislarme del mundo en Apulia, frente al mar". Pensaba que la soledad le serviría para concentrarse con la suficiente intensidad con la que cuajar en prosa algunas de sus ideas. Pero no. "Acabé deprimido balanceándome en una hamaca y matando a manotazos los mosquitos que me asediaban". 
   Con la moral bajo mínimos, volvió a Turín y le enseñó a su pareja,que es editora, lo que había escrito. "Déjalo correr. No merece la pena", le dijo ella. Ahí tocó fondo. 
 

   Así de mal andaba el pobre de Giordano cuando dos factores convergieron para sacarle del atolladero. Primero fue el orgullo y luego surgió la posibilidad de viajar a Afganistán para recabar el material necesario para confeccionar un reportaje. Este reportaje se convirtió en El cuerpo humano.
   "Quería un indicio de que, para mí, la historia continuaba. La soledad de los números primos se ocupa de la vida hasta el final de la adolescencia y El cuerpo humano narra la experiencia de los diez años posteriores. Tanto Mattia como Egitto son la imagen más precisa de mí mismo al inicio de cada libro. Al escribir la historia familiar del teniente Egitto me di cuenta que la guerra en abstracto se parece mucho a la que se puede desarrollar en el seno de una familia. Es la conexión sentimental entre los dos tipos de guerras, que hay que mantener, porque nos concierne a todos, no es algo lejano."
   Es en este punto donde reconocemos al Giordano de La soledad de los números primos, el que pone el dedo en la llaga de asuntos que quedaron pendientes entre padres e hijos, o hermanos, o maridos y mujeres. 
   En ese laberinto donde su escritura resulta tan incisiva vuelve a brillar el bisturí con el que escribe. "Los traumas familiares son el motor de mi trabajo como escritor. Sí, he estado en Afganistán, en la guerra. Pero yo las peores guerras las he visto dentro de las familias. Y es ahí por donde seguirá avanzando mi obra"
   Superada la transición, Giordano está preparando el borrador de su tercera novela. “Aún no puedo contar nada, pero espero publicarla a mediados de 2014”, adelanta.

lunes, 20 de enero de 2014

viernes, 3 de enero de 2014

Próxima reunión Martes 7 de Enero de 2014 (18:00 horas)

Señora de rojo sobre fondo gris de Miguel Delibes

   Un prestigioso pintor, sumido en una grave crisis creativa, va hilando ante su hija sus recuerdos más íntimos en un monólogo que es a la vez homenaje y exorcismo. Su relato se centra en dos acontecimientos: la detención de dos de sus hijos por motivos políticos y, fundamentalmente, la enfermedad y muerte de su mujer, Ana, a los cuarenta y ocho años. 
   Ana contagiaba una sensación de belleza y plenitud que cobró su verdadero alcance sobre el fondo gris de lo cotidiano y los sinsabores de la enfermedad. Historia de un amor en carrera desenfrenada hacia la muerte y sobrecogedora semblanza de un personaje femenino.
   Señora de rojo sobre fondo gris es una profunda lección de humanismo y madurez artística que sólo Miguel Delibes podía ofrecernos.

Señora de rojo sobre fondo gris

Un regalo póstumo para Ángeles de Castro  
  
   
   Un pintor cuenta a su hija la relación que tuvo con su mujer, recién muerta tras una operación. Este es el planteamiento de esta obra de Miguel Delibes. El pintor ha perdido la inspiración. A lo largo de la obra se descubre cómo es la enfermedad de su mujer la que le ha ido privando de esta.
   Era su mujer, Ana, la que le proporcionaba la inspiración necesaria, pero desde que enfermó, no consigue volver a pintar nada nuevo. El nombre del libro viene del nombre de un cuadro. Ana, la mujer del pintor, tenía simpatía por un viejo pintor, García Elvira, al que atendía tras haberse quedado viudo. García Elvira es el que la retrata: "fue en esa etapa cuando le pintó el famoso retrato con el vestido rojo. (...) eludió el fondo; únicamente una mancha gris azulada, muy oscura, en contraste con el rojo del vestido". Entonces es el narrador el que hace ver sus celos por el pintor, que intenta seducir a su mujer, y por su obra, pues no podía soportar que hubiese sido otro el que la captó en todo su esplendor.   
   La hija a la que le cuenta la vida con su mujer, había estado en la cárcel por conspiración contra el régimen. Y cada vez que recuerda las visitas que le hacían a Carabanchel surge la misma imagen: Ana la primera, decidida, después Basilio, su cuñado, saludando a todos los presos políticos, que le devolvían el saludo gustosos; y después el resto de familiares. Esta escena la evoca hasta tres veces, en igualdad de condiciones, aunque cada una corresponda a situaciones diferentes, quizá porque en el momento que escribíó el libro (1976) estábamos en plena transición. 
   Narra cómo la actividad frenética de su mujer va disminuyendo a la vez que su capacidad creativa. Ella, lo intuía, pero no pensaba que su carencia de creatividad fuera eterna ni que se debiese a ella. Hasta que un día, por fin se atreve a confesarle la razón a ella: "Desde que enfermaste". Pero pese a la enfermedad, su falta de ánimo, y pese a la pobreza creativa de su marido, Ana seguía fiel a la estética. Toda una vida dedicada a la estética, a la suya a la de su familia, a la protección de su marido y de su obra. Narrado desde la primera persona de su marido pintor, Delibes cuenta la historia de una vida dedicada al arte y a la estética.
   "Soy consciente de que con su desaparición ha muerto la mejor mitad de mí mismo”. Lo dijo Miguel Delibes en su discurso de ingreso en la Real Academia Española, pocos meses después de la prematura muerte de su mujer, Ángeles de Castro. Ella le inclinó a la literatura, con ella tuvo siete hijos y ella fue su inseparable compañera durante cerca de 30 años. Ángeles de Castro es la señora de rojo sobre fondo gris.
  

   Este libro es la única novela que Delibes escribió directamente en homenaje a una persona. Sin ser una biografía ni utilizar nombres reales, sí que es una clara evocación de la figura de su esposa. “La alegría que ha inspirado, no sólo a mí, sino a toda la familia”, así definió a Ángeles de Castro el escritor vallisoletano. Y esa visión es la que refleja en las páginas de esta preciada joya literaria. Mientras el lector recorre sus líneas se va impregnando de un sentimiento hondo de amor, simplemente auténtica devoción descrita por alguien que, además de saber lo que es el amor, sabe y muy bien cómo contar una historia.
   Un amor que adquiere un dramatismo cuando aparece, primero sigilosa, después como un golpe seco, la enfermedad. La narración se va a ir acercando y centrando en las fechas inmediatamente anteriores al 22 de noviembre de 1974. Ángeles de Castro fallecía a los 50 años de edad.  
    Por tanto, esta novela habla sobre la muerte, sobre la pérdida y sobre un pesar tan humano y sencillo como es lamentar no haber dicho a tiempo a alguien ya muerto cuánto lo amabas. “Un día adviertes que aquel que te ayudó a ser quien eres se ha ido de tu lado y, entonces, te dueles inútilmente de tu ingratitud”.
   Mención especial merece la referencia que hace la novela al contexto político de esos años, no tan lejanos. El narrador es un padre que se dirige a su hija, encarcelada por oponerse al proceso 1001, que había llevado a prisión a toda la dirección del sindicato Comisiones Obreras, con penas de 12 a 20 años. Hasta los últimos momentos de la dictadura franquista las condenas por motivos políticos estuvieron a la orden del día, y las torturas también. Aquí Delibes demuestra que es un escritor comprometido con su tiempo.
Señora de rojo sobre fondo gris no se publicó hasta bastantes años después de la muerte del dictador.

    
   El retrato de Ángeles de Castro no sólo es literario, también lo encontramos a modo de pintura en la portada de algunas ediciones del libro. De ahí viene su título, del nombre de ese cuadro. El pintor Eduardo García Benito la retrató casi a la edad a partir de la cual no cumpliría más años. Ángeles de Castro no envejeció. La pintura quedó como testimonio de su imagen imperecedera.
    En Señora de rojo sobre fondo gris hay una frase que, aunque puesta en boca de un personaje ficticio, corresponde al discurso de respuesta del académico Julián Marías, concretamente a las palabras que dedicó a Ángeles de Castro: “Una mujer que, con su sola presencia, aligeraba la pesadumbre de vivir”. Contaba Delibes que la frase le dejó con un nudo en la garganta, preguntándose si podía decirse de alguien algo más hermoso, pensando que exactamente así era ella.

Miguel Delibes

El hombre que con sus palabras inventó Castilla


   Miguel Delibes Setién consiguió a la vez el favor de los críticos y el fervor de los lectores. Era un escritor de los de antes: se dió a conocer con un premio, el Nadal en 1948 con La sombra del ciprés es alargada cuando era un perfecto desconocido y siguió fiel hasta el final a su primera editorial, Destino. 
   Nacido en Valladolid en 1920, consiguió sin pretenderlo que se hablara de la Castilla de Delibes como se habla de la Praga de Kafka, del Dublín de Joyce o de la Lisboa de Fernando Pessoa.
   Entre La sombra del ciprés es alargada (1947) y El hereje (1998), su primer y su último libro, el novelista construyó una literatura basada en la sencillez y la falta de artificio, en la precisión y el uso depurado de un lenguaje cristalino que siempre ha sabido ahorrar al lector los sudores que el propio escritor había vertido para alcanzar esa difícil sencillez.
              
   Popular ya por títulos como 
Aún es de día (1949), El camino (1950), Mi idolatrado hijo Sisí (1953), La hoja roja (1959) y Las ratas (1962),  tulos
que los estudiantes españoles han leído durante décadas en las escuelas, Delibes multiplicó su popularidad con adaptaciones teatrales de obras suyas como Cinco horas con Mario (1966), protagonizada por Lola Herrera. En 1984, la adaptación cinematográfica que Mario Camus hizo de su novela Los santos inocentes, publicada dos años antes, llevó a la historia del cine algo que ya estaba en la de la literatura: la vida de los trabajadores de una finca en Extremadura cuyos dueños son verdaderos señores feudales en pleno siglo XX. Los actores Francisco Rabal y Alfredo Landa quedaron para siempre unidos a los inolvidables personajes creados por Miguel Delibes. 
    Más adelante publica Señora de rojo sobre fondo gris (1991) y Coto de caza (1992), entre otras.
   Periodista durante décadas siendo director de El Norte de Castilla, fue cazador y aficionado a los deportes. También miembro de la Real Academia Española desde 1973. Recibió además todos los premios de prestigio: del Príncipe de Asturias (1982) al Cervantes (1993) pasando por el Nacional y el de la Crítica.
   Entre los motivos de su obra destaca la perspectiva irónica frente a la pequeña burguesía, la denuncia de las injusticias sociales, la rememoración de la infancia, por ejemplo en El príncipe destronado, de 1973 y la representación de los hábitos y el habla propia del mundo rural, muchos de cuyos términos y expresiones recupera para la literatura.
   Delibes es también autor de los cuentos de La mortaja (1970), de la novela corta El tesoro (1985) y de textos autobiográficos como Un año de mi vida (1972). En 1998 publica El hereje, una de sus obras más importantes de los últimos tiempos.  
   La última vez que Miguel Delibes habló en público fue en la Academia de la Lengua, a la que perteneció y que no piso durante décadas porque Madrid era un ruido que le horrorizaba. Habló en diferido, en un video que fue grabado para celebrar la salida de la nueva Gramática de la Lengua Española. Entonces, el viejo escritor castellano, uno de los grandes del siglo XX, celebró la salida de aquel volumen y se congratuló de participar de una institución capaz de recoger el habla del pueblo. Dijo: “La lengua nace del pueblo; que vuelva a él, que se funda con él porque el pueblo es el verdadero dueño de la lengua”.
   Era el 10 de diciembre de 2009. Desde hacía meses, e incluso años, este Delibes que murió en 2010 a los 89 años estaba rabioso con la vida; la disfrutó como periodista, como cazador, como novelista, como espectador y como participante, y la sufrió como hombre enamorado que demasiado pronto perdió a su compañera, Ángeles, con la que compartió matrimonio e hijos y a la que despidió con las lágrimas privadas que alguna vez fueron, después, literatura.
   Cuando ya nada de eso fue posible, y cuando notó que la presencia cruel de la enfermedad, de la debilidad y de la muerte se cernía, ya la vida no merecía ser vivida, agarró el lenguaje del pueblo, ese castellano purísimo que cultivó como nadie, y dijo: “Ya no me verás nunca mejor de como estoy ahora”. Duró más, pero desde entonces él repetía que le daba rabia seguir viviendo así.