jueves, 30 de diciembre de 2021

MIENTRAS DON QUIJOTE DESCANSA, SE TRAMA UNA BUENA

Tras haber sido apaleado por el mozo, don Quijote no sabe qué hacer, pero entonces se acuerda de un episodio parecido en una novela de caballerías sobre Valdovinos y el marqués de Mantua, y comienza a revolcarse en la tierra y recitar los mismos versos que dice el protagonista de dicha escena.

Mientras tanto, pasa un labrador que es un vecino suyo, pero don Quijote lo confunde con un personaje de un libro de caballerías, y sigue con su romance. Su vecino lo reconoce como el señor Quijana y le quita la armadura para ver si está herido. Lo levanta y lo lleva al pueblo. Por todos los disparates que don Quijote sigue diciendo, comienza a sospechar que ha perdido el juicio y trata de corregirle cuando le dice que no es ninguno de los personajes que cita y que él no es un caballero andante sino el señor Quijana.

A esto le responde don Quijote: "Yo sé quién soy [...] y sé que puedo ser no sólo los que he dicho, sino todos los doce Pares de Francia, y aun todos los nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por sí hicieron, se aventajarán las mías".

Cuando el vecino lo trae a su casa, allí encuentra al barbero, al cura, al ama y a la sobrina, quienes creen que don Quijote se ha vuelto loco por leer tantos libros de caballerías y que deben quemar sus libros. Don Quijote les dice que viene mal herido, por lo que lo llevan a su cama. El vecino les cuenta el estado en que lo encontró y los disparates que decía.



Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería
 de nuestro ingenioso hidalgo

El cual aún todavía dormía. Pidió las llaves a la sobrina del aposento donde estaban los libros autores del daño, y ella se las dio de muy buena gana. Entraron dentro todos, y la ama con ellos, y hallaron más de cien cuerpos de libros grandes, muy bien encuadernados, y otros pequeños; y, así como el ama los vio, volvióse a salir del aposento con gran priesa, y tornó luego con una escudilla de agua bendita y un hisopo, y dijo:

—Tome vuestra merced, señor licenciado; rocíe este aposento, no esté aquí algún encantador de los muchos que tienen estos libros, y nos encanten, en pena de las que les queremos dar echándolos del mundo.

Causó risa al licenciado la simplicidad del ama y mandó al barbero que le fuese dando de aquellos libros uno a uno, para ver de qué trataban, pues podía ser hallar algunos que no mereciesen castigo de fuego.

—No —dijo la sobrina—, no hay para qué perdonar a ninguno, porque todos han sido los dañadores: mejor será arrojallos por las ventanas al patio y hacer un rimero dellos y pegarles fuego; y, si no, llevarlos al corral, y allí se hará la hoguera, y no ofenderá el humo.

Lo mismo dijo el ama: tal era la gana que las dos tenían de la muerte de aquellos inocentes; mas el cura no vino en ello sin primero leer siquiera los títulos. Y el primero que maese Nicolás le dio en las manos fue Los cuatro de Amadís de Gaula y dijo el cura:

—Parece cosa de misterio esta, porque, según he oído decir, este libro fue el primero de caballerías que se imprimió en España, y todos los demás han tomado principio y origen deste; y, así, me parece que, como a dogmatizador de una secta tan mala, le debemos sin escusa alguna condenar al fuego.

—No, señor —dijo el barbero—, que también he oído decir que es el mejor de todos los libros que de este género se han compuesto; y así, como a único en su arte, se debe perdonar.

—Así es verdad —dijo el cura—, y por esa razón se le otorga la vida por ahora. Veamos esotro que está junto a él.

—Es —dijo el barbero— Las sergas de Esplandián, hijo legítimo de Amadís de Gaula.

—Pues en verdad —dijo el cura— que no le ha de valer al hijo la bondad del padre. Tomad, señora ama, abrid esa ventana y echadle al corral, y dé principio al montón de la hoguera que se ha de hacer.

Hízolo así el ama con mucho contento, y el bueno de Esplandián fue volando al corral, esperando con toda paciencia el fuego que le amenazaba.

—Adelante —dijo el cura.

—Este que viene —dijo el barbero— es Amadís de Grecia, y aun todos los deste lado, a lo que creo, son del mesmo linaje de Amadís.

—Pues vayan todos al corral —dijo el cura—, que a trueco de quemar a la reina Pintiquiniestra, y al pastor Darine, y a sus églogas, y a las endiabladas y revueltas razones de su autor, quemaré con ellos al padre que me engendró, si anduviera en figura de caballero andante.

—De ese parecer soy yo —dijo el barbero.

—Y aun yo —añadió la sobrina.

—Pues así es —dijo el ama—, vengan, y al corral con ellos.

Diéronselos, que eran muchos, y ella ahorró la escalera y dio con ellos por la ventana abajo.

—¿Quién es ese tonel? —dijo el cura.

—Este es —respondió el barbero— Don Olivante de Laura.

—El autor de ese libro —dijo el cura— fue el mesmo que compuso a Jardín de flores, y en verdad que no sepa determinar cuál de los dos libros es más verdadero o, por decir mejor, menos mentiroso; solo sé decir que este irá al corral, por disparatado y arrogante.

—Este que se sigue es Florismarte de Hircania —dijo el barbero.

—¿Ahí está el señor Florismarte? —replicó el cura—. Pues a fe que ha de parar presto en el corral, a pesar de su estraño nacimiento y soñadas aventuras, que no da lugar a otra cosa la dureza y sequedad de su estilo. Al corral con él, y con esotro, señora ama.

—Que me place, señor mío —respondía ella; y con mucha alegría ejecutaba lo que le era mandado.

—Este es El caballero Platir —dijo el barbero.

—Antiguo libro es ese —dijo el cura—, y no hallo en él cosa que merezca venia. Acompañe a los demás sin réplica.

Y así fue hecho. Abrióse otro libro y vieron que tenía por título El caballero de la Cruz.
—Por nombre tan santo como este libro tiene, se podía perdonar su ignorancia; mas también se suele decir «tras la cruz está el diablo». Vaya al fuego.

Tomando el barbero otro libro, dijo:

—Este es Espejo de caballerías.

—Ya conozco a su merced —dijo el cura—. Ahí anda el señor Reinaldos de Montalbán con sus amigos y compañeros, más ladrones que Caco, y los Doce Pares, con el verdadero historiador Turpín, y en verdad que estoy por condenarlos no más que a destierro perpetuo, siquiera porque tienen parte de la invención del famoso Mateo Boyardo, de donde también tejió su tela el cristiano poeta Ludovico Ariosto; al cual, si aquí le hallo, y que habla en otra lengua que la suya, no le guardaré respeto alguno, pero, si habla en su idioma, le pondré sobre mi cabeza.

—Pues yo le tengo en italiano —dijo el barbero—, mas no le entiendo.

—Ni aun fuera bien que vos le entendiérades —respondió el cura—; y aquí le perdonáramos al señor capitán que no le hubiera traído a España y hecho castellano, que le quitó mucho de su natural valor, y lo mesmo harán todos aquellos que los libros de verso quisieren volver en otra lengua, que, por mucho cuidado que pongan y habilidad que muestren, jamás llegarán al punto que ellos tienen en su primer nacimiento. Digo, en efeto, que este libro y todos los que se hallaren que tratan destas cosas de Francia se echen y depositen en un pozo seco, hasta que con más acuerdo se vea lo que se ha de hacer dellos, ecetuando a un Bernardo del Carpio que anda por ahí, y a otro llamado Roncesvalles; que estos, en llegando a mis manos, han de estar en las del ama, y dellas en las del fuego, sin remisión alguna.

Todo lo confirmó el barbero y lo tuvo por bien y por cosa muy acertada, por entender que era el cura tan buen cristiano y tan amigo de la verdad, que no diría otra cosa por todas las del mundo. Y abriendo otro libro vio que era Palmerín de Oliva, y junto a él estaba otro que se llamaba Palmerín de Ingalaterra; lo cual visto por el licenciado, dijo:

—Esa oliva se haga luego rajas y se queme, que aun no queden della las cenizas, y esa palma de Ingalaterra se guarde y se conserve como a cosa única, y se haga para ello otra caja como la que halló Alejandro en los despojos de Dario, que la diputó para guardar en ella las obras del poeta Homero. Este libro, señor compadre, tiene autoridad por dos cosas: la una, porque él por sí es muy bueno; y la otra, porque es fama que le compuso un discreto rey de Portugal. Todas las aventuras del castillo de Miraguarda son bonísimas y de grande artificio; las razones, cortesanas y claras, que guardan y miran el decoro del que habla, con mucha propriedad y entendimiento. Digo, pues, salvo vuestro buen parecer, señor maese Nicolás, que este y Amadís de Gaula queden libres del fuego, y todos los demás, sin hacer más cala y cata, perezcan.

—No, señor compadre —replicó el barbero—, que este que aquí tengo es el afamado Don Belianís.

—Pues ese —replicó el cura—, con la segunda, tercera y cuarta parte, tienen necesidad de un poco de ruibarbo para purgar la demasiada cólera suya, y es menester quitarles todo aquello del castillo de la Fama y otras impertinencias de más importancia, para lo cual se les da término ultramarino, y como se enmendaren, así se usará con ellos de misericordia o de justicia; y en tanto, tenedlos vos, compadre, en vuestra casa, mas no los dejéis leer a ninguno.

—Que me place —respondió el barbero.

Y, sin querer cansarse más en leer libros de caballerías, mandó al ama que tomase todos los grandes y diese con ellos en el corral. No se dijo a tonta ni a sorda, sino a quien tenía más gana de quemallos que de echar una tela, por grande y delgada que fuera; y asiendo casi ocho de una vez, los arrojó por la ventana. Por tomar muchos juntos, se le cayó uno a los pies del barbero, que le tomó gana de ver de quién era, y vio que decía Historia del famoso caballero Tirante el Blanco.

—¡Válame Dios —dijo el cura, dando una gran voz—, que aquí esté Tirante el Blanco! Dádmele acá, compadre, que hago cuenta que he hallado en él un tesoro de contento y una mina de pasatiempos. Aquí está don Quirieleisón de Montalbán, valeroso caballero, y su hermano Tomás de Montalbán, y el caballero Fonseca, con la batalla que el valiente de Tirante hizo con el alano, y las agudezas de la doncella Placerdemivida, con los amores y embustes de la viuda Reposada, y la señora Emperatriz, enamorada de Hipólito, su escudero. Dígoos verdad, señor compadre, que por su estilo es este el mejor libro del mundo: aquí comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con estas cosas de que todos los demás libros deste género carecen. Con todo eso, os digo que merecía el que le compuso, pues no hizo tantas necedades de industria, que le echaran a galeras por todos los días de su vida. Llevadle a casa y leedle, y veréis que es verdad cuanto dél os he dicho.

—Así será —respondió el barbero—, pero ¿qué haremos destos pequeños libros que quedan?

—Estos —dijo el cura— no deben de ser de caballerías, sino de poesía.

Y abriendo uno vio que era La Diana de Jorge de Montemayor, y dijo, creyendo que todos los demás eran del mesmo género:

—Estos no merecen ser quemados, como los demás, porque no hacen ni harán el daño que los de caballerías han hecho, que son libros de entretenimiento sin perjuicio de tercero.

—¡Ay, señor! —dijo la sobrina—, bien los puede vuestra merced mandar quemar como a los demás, porque no sería mucho que, habiendo sanado mi señor tío de la enfermedad caballeresca, leyendo estos se le antojase de hacerse pastor y andarse por los bosques y prados cantando y tañendo, y, lo que sería peor, hacerse poeta, que según dicen es enfermedad incurable y pegadiza.

—Verdad dice esta doncella —dijo el cura—, y será bien quitarle a nuestro amigo este tropiezo y ocasión delante. Y pues comenzamos por La Diana de Montemayor, soy de parecer que no se queme, sino que se le quite todo aquello que trata de la sabia Felicia y de la agua encantada, y casi todos los versos mayores, y quédesele enhorabuena la prosa, y la honra de ser primero en semejantes libros.

—Este que se sigue —dijo el barbero— es La Diana llamada segunda del Salmantino; y este, otro que tiene el mesmo nombre, cuyo autor es Gil Polo.

—Pues la del Salmantino —respondió el cura— acompañe y acreciente el número de los condenados al corral, y la de Gil Polo se guarde como si fuera del mesmo Apolo; y pase adelante, señor compadre, y démonos prisa, que se va haciendo tarde.

—Este libro es —dijo el barbero abriendo otro— Los diez libros de Fortuna de amor, compuestos por Antonio de Lofraso, poeta sardo.

—Por las órdenes que recebí —dijo el cura— que desde que Apolo fue Apolo, y las musas musas, y los poetas poetas, tan gracioso ni tan disparatado libro como ese no se ha compuesto, y que, por su camino, es el mejor y el más único de cuantos deste género han salido a la luz del mundo, y el que no le ha leído puede hacer cuenta que no ha leído jamás cosa de gusto. Dádmele acá, compadre, que precio más haberle hallado que si me dieran una sotana de raja de Florencia.

Púsole aparte con grandísimo gusto, y el barbero prosiguió diciendo:

—Estos que se siguen son El pastor de Iberia, Ninfas de Henares y Desengaños de celos.

—Pues no hay más que hacer —dijo el cura—, sino entregarlos al brazo seglar del ama, y no se me pregunte el porqué, que sería nunca acabar.

—Este que viene es El pastor de Fílida.

—No es ése pastor —dijo el cura—, sino muy discreto cortesano: guárdese como joya preciosa.

—Este grande que aquí viene se intitula —dijo el barbero— Tesoro de varias poesías.

—Como ellas no fueran tantas —dijo el cura—, fueran más estimadas: menester es que este libro se escarde y limpie de algunas bajezas que entre sus grandezas tiene; guárdese, porque su autor es amigo mío, y por respeto de otras más heroicas y levantadas obras que ha escrito.

—Este es —siguió el barbero— el Cancionero de López Maldonado.

—También el autor de ese libro —replicó el cura— es grande amigo mío, y sus versos en su boca admiran a quien los oye, y tal es la suavidad de la voz con que los canta, que encanta. Algo largo es en las églogas, pero nunca lo bueno fue mucho; guárdese con los escogidos. Pero ¿qué libro es ese que está junto a él?

—La Galatea de Miguel de Cervantes —dijo el barbero.

—Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena invención: propone algo, y no concluye nada; es menester esperar la segunda parte que promete: quizá con la emienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega; y entre tanto que esto se ve, tenedle recluso en vuestra posada, señor compadre.

—Que me place —respondió el barbero—. Y aquí vienen tres todos juntos: La Araucana de don Alonso de Ercilla, La Austríada de Juan Rufo, jurado de Córdoba, y El Monserrato de Cristóbal de Virués, poeta valenciano.

—Todos esos tres libros —dijo el cura— son los mejores que en verso heroico en lengua castellana están escritos, y pueden competir con los más famosos de Italia; guárdense como las más ricas prendas de poesía que tiene España.

Cansóse el cura de ver más libros, y así, a carga cerrada, quiso que todos los demás se quemasen; pero ya tenía abierto uno el barbero, que se llamaba Las lágrimas de Angélica.

—Lloráralas yo —dijo el cura en oyendo el nombre— si tal libro hubiera mandado quemar, porque su autor fue uno de los famosos poetas del mundo, no solo de España, y fue felicísimo en la tradución de algunas fábulas de Ovidio.

jueves, 16 de diciembre de 2021

La última reunión de 2021

Matías es alegría, Leticia es alegría y vamos a pensar que todos los de este club somos Alegría. Creo que es la primera vez que no me ha dado tiempo a leer la biografía del autor. Al hacer referencia sobre los temas que Vilas toca en sus novelas, tanto en Ordesa como en Alegría, la familia, los padres, los hijos y los lazos de sangre y que el nombre del protagonista no aparece salvo cuando se habla de un hermano de su madre de apellido Vidal, no nos queda ninguna duda que esta es una novela personal, el autor es el protagonista de la obra. A partir de ahí todo fluye.
Sus primeros capítulos, para Carmen Cano, están llenos de poesía. Con una primera frase que engancha "Todo aquello que amamos y perdimos..."  que va precedida del poema de José Hierro, que para Lola Puche la complementa.  Pero luego, ¿qué le pasa a este personaje que tanto nos desconcierta?
A Arielle le ha gustado esta especie de diario de un hombre que está en continúa búsqueda de la Alegría y para ello se aferra al recuerdo, a veces idealizado y desdibujado de sus padres. Arielle lo defiende. A Loly le cansa que se agarre tanto al pasado, a sus padres, hay que soltar lastre. También duda de la calidad del texto por parte del escritor. Su estilo no le convence.
A Julia le ha gustado el título y la cubierta, que es del fotógrafo Ibai Acevedo, pero no le ha aportado nada en su vida, alguna lección, alguna máxima que pueda aplicar. E incluso después de la reunión mantiene lo dicho al principio. 
Quizás la clave está en entender que este hombre está enfermo, está depresivo, no siempre como apuntó Carmen Rubio, y tiene la compañía de un "animal" que se llama Arnold. Os pongo la página 106 del libro donde define a este Nosferatus que acecha constantemente a Vilas, que no le da respiro, que le llena de ruidos.




A Carmen Rubio le ha gustado la obra de Vilas. Se ha dedicado a contar cuantas veces sale el término Alegría en el libro y nos ha recordado las frases en las que aparece pero también ha enumerado la palabra Muerte y hay un empate técnico. ¿Para haber alegría tiene que haber dolor?  Toñi considera que para entender al personaje hay que sufrir lo mismo que él o algo parecido, hay que tener empatía. Poco a poco van saliendo algunas confesiones de lo cerca que hemos llegado a estar de ese Arnold insistente.

El suicidio es algo que está ahí. Pero gracias a ese arraigo con sus padres, no con sus hijos, el personaje no se lanza.

El tema filosófico de Alegría es el merecimiento. El personaje no se merece nada y ahí está Arnold
para recordárselo. Hay que agradecer las cosas que nos pasan sin caer en la vanidad. El autor odia la vanidad aún a riesgo de que él mismo, a veces, peca de vanidoso.

Comento los nombres que utiliza, los de la música y los del cine, ese recurso es para el autor solo amor y un poco de fantasía inocente. Las ciudades que visita y los hoteles que habita. Las personas que encuentra en la presentación de su libro, familiares y conocidos, situaciones que le marcan mucho. La mención que hace de personajes, como Quevedo, Joaquín Costa, Buñuel, Goya, Lorca, la poeta Idea Vilariño y hasta a Michael Jackson. Y el triste recuerdo a amigos desaparecidos. De lo que no hablamos es de los capítulos dedicados a su perro Brod.

Con Arielle recuerdo el episodio de los zapatos y pensamos que es un símbolo para ir hacía adelante. El que se compra unos zapatos no piensa en suicidarse. También comenta que lo ve mayor para la edad que tiene. Me resulta muy casposo cuando habla de los reyes, los presidentes de gobierno y del concepto de España y de los españoles, da la sensación de que cree que no hemos evolucionado y que nos hemos quedado anclados en sus recuerdos infantiles.

Rocío López comenta el pasaje de la bicicleta. Su padre no fue muy generoso. Pero el tampoco, ahí está el capítulo del Casio.

Creo que nos vamos con una idea más completa de lo que nos quería decir Manuel Vilas con esta Alegría. A Loly le ha convencido un poco más, al igual que a mi pero, como dije, me ha gustado no el libro en si, sino lo que ha hecho que digamos de él una tarde de diciembre en buena compañía.

Este es un pequeño resumen. Opinó más gente, Todo esto hay que completarlo con la información que os entrego y los mensajes de Wasap que enviáis.

P. D. Al inicio hice referencia la próximo libro El mapa de los afectos de Ana Merino, para las que no vinieron es importante que se lean la biografía de la autora que aparece en la obra. También con la ayuda de las López, Rocio y Loly hicimos un resumen de lo que llevamos leído del Quijote.

VIDA DE DON QUIJOTE Y SANCHO POR MIGUEL DE UNAMUNO

Matías me envía el pasaje que vino a colación por lo que ocurrió en el Capítulo IV del Quijote, De lo que sucedió a nuestro caballero cuando salió de la venta.

Cap. IV (final)
...

Esta aventura de los mercaderes trae a mi memoria aquella otra del caballero Iñigo de Loyola, que nos cuenta el P. Rivadeneira en el capítulo III del libro I de su VIDA, cuando yendo Ignacio camino de Monserrate «topó acaso con un moro de los que en aquel tiempo quedaban en España en los reinos de Valencia y Aragón» y «comenzaron a andar juntos, y a trabar plática, y de una en otra vinieron a tratar de la virginidad y pureza de la gloriosísima Virgen Nuestra Señora». Y tal se puso la cosa, que Iñigo, al separarse del moro, quedó «muy dudoso y perplejo en lo que había de hacer; porque no sabía si la fe que profesaba y la piedad cristiana le obligaba a darse priesa tras el moro, y alcanzarle y darle de puñaladas por el atrevimiento y osadía que había tenido de hablar desvergonzadamente en desacato de la bienaventurada siempre Virgen sin mancilla». Y al llegar a una encrucijada, se lo dejó a la cabalgadura, según el camino que tomase, o para buscar al moro y matarle a puñaladas o para no hacerle caso. Y Dios quiso iluminar a la cabalgadura y «dejando el camino ancho y llano por do había ido el moro, se fue por el que era más a propósito para Ignacio». Y ved cómo se debe la Compañía de Jesús a la inspiración de una caballería.

martes, 14 de diciembre de 2021

Próxima reunión martes 14 de diciembre de 2021 (18:00 horas)

 Alegría de Manuel Vilas

Desde el corazón de su memoria, un hombre que arrastra tantos años de pasado como ilusiones de futuro, ilumina, a través de sus recuerdos, su historia, la de su generación y la de un país. Una historia que a veces duele, pero que siempre acompaña.

El éxito desbordante de su última novela embarca al protagonista en una gira por todo el mundo. Un viaje con dos caras, la pública, en la que el personaje se acerca a sus lectores, y la íntima, en la que aprovecha cada espacio de soledad para rebuscar su verdad. Una verdad que ve la luz después de la muerte de sus padres, su divorcio y su vida junto a una nueva mujer, una vida en la que sus hijos se convierten en la piedra angular sobre la que pivota la necesidad inaplazable de encontrar la felicidad.

A medio camino entre la confesión y la autoficción, el autor escribe una historia que toma impulso en el pasado y se lanza hacia lo aún no sucedido. Una búsqueda esperanzada de la alegría.

Fuente: Lecturalia

lunes, 13 de diciembre de 2021

Alegría

Todo sobre mis padres


"La alegría se alcanza desde el dolor cumplido y desde el amor a tu familia. La alegría se conquista. La alegría es humilde y primitiva. Es un sí a la vida. Los hijos forman parte de esa alegría. Pero todo acaba siendo alegría si el corazón está en orden"
2018 fue el año de la revelación de Manuel Vilas. No era ni mucho menos un desconocido literario ya su dilatada carrera poética avalaba el fulgurante éxito de Ordesa (2018), una obra que acumula reediciones y que ha sido traducida a más de diez idiomas y que sorprende por su sencilla pero profunda autoficción. En tiempos de novela negra, histórica y sagas, hablar de la universalidad de los sentimientos y el amor entre padres e hijos resulta un tanto extraño

Alegría (2019) no rompe con Ordesa. Creíamos que ya estaba todo dicho sobre el dolor y el recuerdo de los padres ausentes y aquí encontramos más motivos para adentrarnos en el amor filial hasta el punto de que más de un lector se preguntará si ha querido lo suficientemente a sus padres. No hay hechos, siguen las emociones.

La historia comienza con la gira internacional que el protagonista realiza por todo el mundo, tras el éxito desbordante de su última novela. Un viaje con dos caras, la pública, en la que el personaje se acerca a sus lectores, y la íntima, en la que aprovecha cada espacio de soledad para rebuscar su verdad. Una verdad que ve la luz después de la muerte de sus padres, su divorcio y su vida junto a una nueva mujer, una vida en la que sus hijos se convierten en la piedra angular sobre la que pivota la necesidad inaplazable de encontrar la felicidad.
A medio camino entre la confesión y la novela personal, el autor escribe una historia que toma impulso en el pasado y se lanza hacia lo aún no sucedido. Una búsqueda esperanzada de la alegría.

Vilas utiliza una forma poética y literaria de transformar a las personas que han sido importantes en su vida en belleza, en música. "Mi familia era humilde en la vida real, pero en la literatura mi padre se llama Bach y mi madre Wagner. Solo es amor, y un poco de fantasía inocente"

La falta de merecimiento es casi un tema filosófico en Alegría. Es algo más hondo, que tiene que ver con que los seres humanos nos creemos con derechos infinitos. El autor cree que debemos agradecer las cosas que nos pasan. Y sobre todo agradecer que estamos vivos.

«Los detalles son siempre importantes, porque la vida son solo los detalles de la vida. La vida en sí misma, como absoluto, no se presenta si no es a través de pequeños detalles». Así es como Vilas escribe obsesionado con esos detalles, sabedor de que allí se encuentra la verdad que es difícil de airear, esa verdad que también es la alegría, la bondad y la belleza. Quizá la alegría que buscamos consista en comprender todas las facetas de la belleza.

El autor deja al descubierto las flaquezas del protagonista de una forma natural. No esconde nada. Trastornos compulsivos, depresión y alcoholismo son tratados poéticamente. Sin quitar hierro, sin auto indulgencia. Todo en la compañía continua del sufrimiento, el desorden mental y la depresión bajo el nombre de Arnold.

"Arnold Schönberg es el padre del dodecafonismo, Arnold es el ruido. Y mis padres son la música."

Los capítulos son breves, casi notas de un diario, y en su contenido no hay euforia, ni optimismo. Sigue el dolor, pero también alcanzamos, junto al autor que nos lleva de la mano, cotas de bienestar. Pesadumbre por no poder disfrutar más de los hijos, pero también del sosiego y la protección que brinda una pareja. Una especie de reconciliación con uno mismo. Los últimos coletazos de un devastador duelo, la luz al final del túnel. El amor, la auto aceptación y la humildad como medicina contra el desespero. La supervivencia.

martes, 7 de diciembre de 2021

Manuel Vilas

Un éxito inesperado


Dos novelas, Ordesa (2018) y Alegría (2019), finalista Premio Planeta, 2019, han convertido al poeta, ensayista y narrador Manuel Vilas (Barbastro 1962) en un escritor de culto. La familia, los padres, los hijos y los lazos de la sangre con tintes autobiográficos son los temas que Vilas abarca en estas dos obras.

En su último libro, Los besos (2021), trata una historia de un amor a primera vista. Una fábula protagonizada por Salvador, catedrático jubilado de 58 años, que viaja al pueblo de Sotopeña para habitar una pequeña cabaña en el bosque, días antes de que se decretara el encierro obligatorio por la pandemia de Covid-19. En esta ocasión, el autor establece una fabulación en una indagación sobre la naturaleza del amor y la voluntad de enamorarse sin importar la edad ni las circunstancias.
Manuel Vilas transita por lo cotidiano, la presencia de los objetos en nuestras vidas, los gestos de los políticos, la perplejidad frente a la pandemia, la toma de decisiones, el pasado, los textos homéricos, la Biblia, Cervantes y El Quijote, la naturaleza, la vejez y el “hermoso y tembloroso azar”, entre otras especulaciones filosóficas y existenciales.

Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza, es autor de seis poemarios como El rumor de las llamas (1990), El mal gobierno (1993) o El cielo (2000). Su obra lírica se ha compilado en Amor (2010) y en Poesía completa (2016).

Desde joven dedicó parte de su tiempo a la lectura, siendo uno de sus autores favoritos el checo Franz Kafka. Otros escritores preferidos de Vilas son Juan Rulfo, Miguel de Cervantes, Camilo José Cela, Benito Pérez Galdós o Antonio Machado.

Su obra narrativa la inicia con España (2008), a la que le siguen Aire nuestro (2009), novela con referencias al cantante Johnny Cash o al director de cine, Sergio Leone, Los inmortales (2012), extravagancia posmoderna en el que se descubre un nuevo manuscrito de Shakespeare, El luminoso regalo (2013). novela con el protagonismo de un escritor de éxito, seductor y sexual y los libros de relatos Zeta (2002) y Setecientos millones de rinocerontes (2015), un libro sobre reflexiones, recuerdos, un retrato de dolores psicológicos con el rinoceronte como existencia.
Más tarde volvió a la poesía con Resurrección (2005),  Calor (2008), libro con el que ganó el Premio de Poesía Fray Luis de León, Gran Vilas (2012) y  El hundimiento (2015).

Ha colaborado en diversos medios de comunicación, el Heraldo de Aragón y El Mundo, periódicos del grupo Vocento, así como de los suplementos literarios Magazine (La Vanguardia), Babelia (El País) y ABC Cultural (ABC). También es colaborador de El País (2019). Colabora también con la Cadena Ser.

Para Manuel Vilas, la literatura es el único sitio para la libertad absoluta, en ella se desnuda a través de su carácter autobiográfico y nostálgico, ofreciendo una aceptación de la pérdida, la soledad o el paso del tiempo, que, junto a la familia y una mirada crítica de España conforman su particular universo.