lunes, 2 de octubre de 2023

Marianela

Las olvidadas


Rocio Dúrcal en la adaptación cinematográfica de Marianela en 1972

Marianela (1878) es una de las novelas más conocidas y leídas de Benito Pérez Galdós. por la cual él sentía una especial predilección. 
Se engloba dentro de esas primeras obras llamadas Novelas de tesis, que son las publicadas en la década de los setenta del siglo XIX.

Son obras en las que el argumento, los personajes, los temas y el ambiente quedan supeditados a mostrar las ideas del autor, que en Galdós suele ser habitual el carácter reformista y liberal, así como la crítica a la intolerancia religiosa. Sin embargo, algunos expertos conocedores de la obra de Galdós consideran Marianela como una obra muy singular, ya que, más que a la reflexión y al análisis, arrastra al lector hacia el sentimiento.

En este sentido, resultan interesantes las palabras de Emilia Pardo Bazán, con quien Galdós mantuvo una relación sentimental. Calificó la novela como:

«Un género aparte, puesto que ni de política, ni de historia trata; es un drama psicológico, una narración de sentimiento.»

Una novela corta pero bella, narrada de manera impecable, con tintes de romántica, de sentimental, también de realista, naturalista, con elementos simbólicos y de una sencillez y ternura exquisita.

Un libro que esconde profundas reflexiones sobre el comportamiento de la sociedad ante la belleza, la oposición de la brutalidad frente a la delicadeza, la generosidad contra el egoísmo, el engaño contra la virtud, la lealtad frente al interés,  la falta de caridad, o la caridad mal entendida y mal empleada.

El escenario que tenemos en Marianela no es Madrid, como suele ser habitual en las novelas de Galdós, sino que se ambienta en un lugar en el norte de España. La historia transcurre concretamente en una ambientación minera: en las minas de Socartes. Si bien se trata de un topónimo inventado, hay referencias suficientes en la novela como para poder intuir que el lugar en el que transcurre es Cantabria. Hay quien, al unir los datos, ha situado la historia concretamente en las minas cántabras de Reocín.

Margarita Xirgu
Como curiosidad, conviene destacar que Marianela era precisamente una de las novelas más especiales para el propio Galdós, que siempre sintió debilidad por la Nela, el personaje principal. De hecho, se cuenta que, en el estreno de la adaptación teatral de Marianela por los hermanos Álvarez Quintero en 1916, al que acudió Galdós ya anciano y ciego, al escuchar las primeras palabras de Margarita Xirgu, actriz que interpretaba a Marianela, se echó a llorar de la emoción exclamando el nombre de Nela.
Marianela cuenta la historia de María Manuela (a quien también llaman Marianela, simplemente Nela o “la hija de la Canela”), que es una joven de dieciséis años, huérfana y poco agraciada en su físico, pero con un corazón grandísimo. La vida de la Nela está rodeada de tragedia desde su infancia, pues su madre se suicidó y su padre murió abandonado en un hospital. Marianela es acogida por la familia Centeno, que son los capataces de las Minas de Socartes, una familia que es muy ruda y que la tratan con el mayor desprecio, siendo Celipín Centeno, el menor de los hijos, el único que se preocupa por ella.

Marianela tiene muy arraigado el convencimiento de que su apariencia física es fea y de que no sirve para nada. Sin embargo, encuentra la forma de sentirse útil cuando comienza a hacer de lazarillo del joven ciego y de clase alta, Pablo Penáguilas, del que se enamora

.«Divino como un ángel, hermoso como un hombre y ciego como un vegetal.»

Por su parte, Pablo, que no puede ver a Nela, solo concibe que su amiga tiene un espíritu hermoso y un gran corazón, dice que ella son sus ojos, pues la guía a todas partes y le explica cómo son las cosas. Pero todo cambia con la llegada de Teodoro Golfín, un cirujano ocular que viene para visitar a su hermano, Carlos Golfín, el ingeniero de esas minas. Para Pablo, una esperanza, para la Nela, un sufrimiento.

En Marianela, las escenas dramáticas están contadas sin excesivo dramatismo, pero con una plasticidad descarnada. Los diálogos, intencionados y ricos en matices, gestos y caracterizaciones, fluyen por la novela construyendo a sus personajes, enfrentándolos. Existe un narrador que pasea su omnisciencia con miradas al lector en las que adivinamos a don Benito al tender la mano a sus personajes. En los diálogos y monólogos, los constantes guiños al panorama político de la época nos dejan metáforas únicas donde aflora esa acida crítica del autor para con la época que le tocaba vivir.

La obra de Galdós es toda una declaración de amor y respeto hacia esas personas que al ser consideradas diferentes, acaban invisibilizadas bajo una etiqueta ramplona —la tonta del pueblo, el retrasado, el que «le falta un hervor»…—, humanizándolas y rompiendo una lanza por sus virtudes y sobre todo por su dignidad.