martes, 27 de mayo de 2025

Colección de poetas: Matsuo Bashō


Matsuo Basho (Ueno, 1644 - Osaka, 1694) Poeta y prosista japonés del período Edo, célebre por sus haikus y sus libros de viajes. Dotado de una sensibilidad particular para captar la sutil belleza de lo cotidiano, Basho es el poeta japonés por excelencia. Ocupa un lugar muy destacado en la literatura japonesa no solamente por su misma obra, sino también por su personalidad ejemplar que sirvió de modelo a generaciones enteras de poetas, y también por haber convertido el haiku, género hasta entonces artificioso y convencional, en una efusión directa llena de sutileza entre el mundo natural y el alma del poeta, efusión que es revivida y sentida de nuevo por el lector.

El haiku deriva directamente del hokku, o estrofa inicial y más importante del haikai no renga, serie de versos ligados y compuestos por más de un autor. Desde el punto de vista métrico, el haiku es una composición muy breve, de solamente tres versos que suman diecisiete sílabas, dispuestos al modo del terceto francés de 5-7-5 sílabas. Basho desarrolló un estilo poético en el que confluían la soledad contemplativa y la humilde percepción de lo cotidiano. Sus poemas constan por lo general de dos elementos separados por una cuña que los articula: el primero da cuenta de una realidad o situación y el segundo incorpora una sensación repentina o una intuición fulminante. Todo ello con un lenguaje sencillo, universal, impregnado de imágenes inmediatas y simples como la luna de agosto, el salto de una rana o las moscas sobre una mesa.

¡Ah, el viejo lago!
Y cuando una rana se zambulle,
el ruido que hace el agua!

Los poemas de Basho están inspirados por el respeto y fraternal comprensión hacia todas las formas de la vida, y rebosan del más profundo amor a la creación; es por esta razón que se le puede comparar, hasta cierto punto, con San Francisco de Asís. Su soledad completa y apacible frente a la naturaleza le conduce al borde mismo de una especie de éxtasis panteísta cuya expresión es siempre mesurada y discreta, no ofreciendo a los lectores más que algunos elementos esenciales, algunos jalones, a partir de los cuales se puede reconstruir el sentimiento experimentado. Cada palabra está plena de significación, de impresiones, y bajo cada palabra palpita un mundo de fantasías y de participación del que aquéllas dan la clave.

En cierto modo, Basho concebía la poesía como un camino vital, una forma de iluminación, una búsqueda de la elegancia espiritual. Durante sus diez últimos años de vida emprendió numerosos viajes, gracias a los cuales amplió el repertorio de temas e imágenes de su poesía y se dedicó a escribir haibun, es decir, unos singulares diarios de ruta como Recuerdos de un esqueleto expuesto a la intemperie (1684) o su obra maestra La senda del norte (Oku no hosomichi, 1694), en los que aunaba poesía y prosa. En 1649 hubo de interrumpir uno de sus viajes por enfermedad; se detuvo en Osaka, donde sus discípulos le cuidaron con devoción y ternura. El poeta tuvo una dulce agonía; ya en trance de muerte compuso su último haiku. Fue enterrado en el jardín del templo de Yoshinakadera, en Osaka, y sobre su tumba plantaron un banano.

Este es probablemente su haiku más famoso gracias a la traducción que hizo de él Octavio Paz:
この道や
行く人なしに
秋の暮れ
Kono michi ya
yuku hito nashi ni
aki no kure
Este camino
ya nadie lo recorre
salvo el crepúsculo
(trad. Octavio Paz)
HAIKUS

  • Al sentirme enfermo durante el viaje
    soñé que vagaba
    sobre un campo de hierba seca.

  • La primera nieve Las hojas de los narcisos apenas se inclinan

  • Una rana se sumerge en el viejo estanque... el ruido del agua

  • Vestido de escarcha cubierto de viento un niño abandonado

POEMAS

Las sendas de Oku

No hablaron una palabra
el anfitrión y el huésped,
y el blanco crisantemo.

Ah, este camino
que nadie recorre
excepto el crepúsculo.

El camino de la muerte
a pesar del sol de otoño,
¿quién querría emprenderlo?

Primavera

Ved bajo la lluvia de primavera
la entrevista de ese abrigo
y ese paraguas.

El escenario de la primavera
¡Está casi preparado:
la luna y las flores del ciruelo.

Se oscurece el mar:
gritos de gaviotas
apenas blancos.


Verano

Preso en la cascada
un instante:
ya comienza el verano.

¡Ay, perlas de verano!
Eso es todo lo que queda
del sueño de los héroes.

Las lluvias de mayo
no te atacan ya,
templo de oro.

Otoño

Tal y como me parece
El País de los Muertos es así:
una noche de otoño.

Este otoño
qué viejo me hago:
¡Ah, las nubes, los pájaros!

Riguroso otoño;
mi vecino
¿cómo vive?

Invierno

¡Qué cortesía!
Hasta la nieve es fragante
en Minamidani.

Una helada noche de lágrimas:
el sonido del remo
golpeando la ola.

El año toca a su fin:
aún llevo
mi kasa y mis sandalias de paja.

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