El artesano de las palabras
"Creo que el escritor continúa el oficio inmemorial de los narradores de cuentos, que daban forma mediante relatos orales a la experiencia compartida del mundo. Contar y escuchar historias no es un capricho, ni una sofisticación intelectual: es un rasgo universal de la condición humana, que está en todas las sociedades y arranca en la primera edad de la vida. Quizás por eso no me atrae mucho la literatura que se vuelca sobre sí misma, que tiene al escritor y a la escritura como focos principales de atención. Cervantes y Galdós, Virginia Woolf y James Joyce, Borges y Onetti, Proust y Flaubert, entre tantos otros, me han enseñado lo mismo, de muy diversas maneras: a buscar la forma más eficaz de contar la realidad visible del mundo y la invisible de la conciencia humana. Pero también aprendo mucho de la música y de la pintura, y del cine, aunque lo frecuento menos que cuando era más joven"
Antonio Muñoz Molina nació en Úbeda, Jaén en 1956 en la buhardilla que sus padres alquilaron al casarse. La llamaban “el cuarto de la viga”. Su padre trabajaba en una huerta y vendía hortalizas en el mercado de abastos. Su madre se dedicaba "a sus labores”. Aprendió a leer, escribir y hacer cuentas en una escuela de las que llamaban “de perra gorda”. "Nos sentábamos en pequeñas sillas de anea que habíamos traído de nuestras casas y escribíamos en pizarra individuales con marcos de madera, con pizarrines de tiza blanca que se partían si uno apretaba demasiado".
Hacia los once años empezó a leer a Julio Verne y a Mark Twain, a Stevenson, a Agatha Christie, a Dumas. El primer personaje que le produjo una fascinación consciente como pura invención literaria fue el capitán Nemo. Después vinieron, desordenadamente, Cervantes, Bécquer, García Lorca.
Le gustaban mucho los tebeos, los libros, las películas, los seriales de la radio y los programas de discos dedicados. Cerca de su casa había un cine de verano. Todas las películas le gustaban, salvo las “de llorar”, que eran melodramas mexicanos en blanco y negro. En la radio no se cansaba de oir los folletines de Guillermo Sautier Casaseca y las canciones populares que reinaron en ella hasta la irrupción de la música pop anglosajona y sus derivados: Lola Flores, Juanito Valderrama, Antonio Molina, Joselito, Marisol.
Hacia los once años empezó a leer a Julio Verne y a Mark Twain, a Stevenson, a Agatha Christie, a Dumas. El primer personaje que le produjo una fascinación consciente como pura invención literaria fue el capitán Nemo. Después vinieron, desordenadamente, Cervantes, Bécquer, García Lorca.
Empezó Periodismo en Madrid pero el sueño no duró casi nada. Madrid era una ciudad demasiado grande y demasiado hostil para su apocamiento pueblerino, la grandiosamente bautizada como Facultad de Ciencias de la Información resultó un fraude y su beca apenas daba para comer. A finales de curso volvió a Úbeda, y en otoño de 1974 comenzó Geografía e Historia en la Universidad de Granada. Y se quedó allí casi 20 años.
"En 1982 me había casado en Úbeda con Marilena Vico. Hijos y libros se suceden y alternan en los años siguientes: Antonio, 1983; El Robinson Urbano, 1984; Beatus Ille y Arturo, 1986; El invierno en Lisboa, 1987; Beltenebros y Elena, 1989. Mi primer matrimonio duró hasta 1991. En el otoño de ese año me dieron el premio Planeta por El jinete polaco. En enero de 1992 empecé a vivir en Madrid con Elvira Lindo y con Miguel, que tenía 6 años. Ahora me asombra el vértigo de que me sucedieran tantas cosas en tan poco tiempo. En 1993 viví por primera vez una temporada en los Estados Unidos, dando clases en la universidad de Virginia. En diciembre de 1994 Elvira y yo nos casamos en El Escorial"
"En 1982 me había casado en Úbeda con Marilena Vico. Hijos y libros se suceden y alternan en los años siguientes: Antonio, 1983; El Robinson Urbano, 1984; Beatus Ille y Arturo, 1986; El invierno en Lisboa, 1987; Beltenebros y Elena, 1989. Mi primer matrimonio duró hasta 1991. En el otoño de ese año me dieron el premio Planeta por El jinete polaco. En enero de 1992 empecé a vivir en Madrid con Elvira Lindo y con Miguel, que tenía 6 años. Ahora me asombra el vértigo de que me sucedieran tantas cosas en tan poco tiempo. En 1993 viví por primera vez una temporada en los Estados Unidos, dando clases en la universidad de Virginia. En diciembre de 1994 Elvira y yo nos casamos en El Escorial"
Muñoz Molina es además miembro desde 1995 de la Real Academia Española, en la que ocupa el sillón “u”. Su labor periodística le lleva a obtener en 2003 el Premio González-Ruano de Periodismo y el Premio Mariano de Cavia.El 5 de junio de 2013 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras convirtiéndose en el autor más joven a lo largo de sus treinta y tres ediciones pasadas del premio.
En 2004 le nombraron director del Instituto Cervantes de Nueva York, en el que se comprometió a quedarse dos años. En el otoño de 2006, yendo y viniendo en tren por la orilla del Hudson, empezó a imaginar la novela que ha escrito, la más larga de todas, La noche de los tiempos (2009).
En estos años ha escrito unas cuantas novelas más, un largo ensayo sobre arte –“Rondas del Prado”-, una crónica de los tiempos del covid – “Volver a dónde”-, no sé cuántos artículos, siempre queriendo observar lo que sucede a su alrededor e inventar lo que poría suceder o haber sucedido. Deja Nueva York en 2017 y en 2018 empieza a pasar temporadas intermitentes en Lisboa. De ese cambio nació su novela Tus pasos en la escalera (2019)
"Dentro de unas semanas se publicará la última novela que he escrito, “No te veré morir”. La mezcla de ilusión e inseguridad es la misma de siempre. El trabajo solitario va a convertirse una vez más en exposición pública. Y de pronto me acuerdo que hace justo cuarenta años, en el verano de 1983, cuando arrancó de verdad la escritura de mi primera novela, “Beatus ille”. Parece mentira."
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