lunes, 13 de abril de 2015

El relámpago inmóvil

Un canto a la vida
 


   «En los cuentos y novelas de García Montalvo hay suspense, misterio, premonición de tragedias...; en su literatura encontramos el reflejo de un mundo personal, a mitad de camino entre lo estético, lo metafísico y también el realismo, porque García Montalvo escribe sobre la vida y es experto en la creación de personajes fascinantes como Luisa Estrada (Una historia madrileña), que casi siempre son personajes enfrentados a un destino terrible». Son palabras del poeta y narrador murciano Pascual García (Moratalla, 1962).
 «García Montalvo es el mejor narrador murciano después de Miguel Espinosa», sostiene Pascual García, quien comparte admiración por la obra del autor de Las luces del día con otro escritor de gran prestigio, Andrés Trapiello, para quien El relámpago inmóvil (Destino 2009) es un regalo para los lectores y un luminoso ejemplo de literatura con mayúsculas.
   Madrid 2003. Adrián e Inma, que han perdido a sus hijas en un accidente en la nieve, viven en un presente que intenta fluir con un inmóvil dolor.  
"Esperando que cese el fulgor de ese relámpago inmóvil que los atenaza, un relámpago quieto que los ciega para otra cosa que no sea su terrible luz, y en cuyo interior su vida parece detenida, pasmada"
   Pero las tragedias pueden no haber llegado a un desenlace, y deben cumplirse hasta el final. En El relámpago inmóvil el lector se encontrará con un financiero, Cecilio Toval, «que odia a la familia del senador Mateo, el abuelo de las niñas, y que ve en esta terrible tragedia un punto débil en el que puede incidir para cumplir una vieja necesidad de venganza». «Estamos a la vez ante un devenir trágico y un canto a la vida», dice García Montalvo, para quien «es obvio que en la vida no puede darse una pasión calificable de sensata».
 

   Con estos ingredientes la novela se desarrolla como una historia de amor y odio, entre el bien y el mal, dando cabida a los sentimientos que alientan las ganas de vivir y a las pasiones más oscuras, que se ciegan en la inutilidad del rencor, que representa Cecilio Toval, el hombre decidido a causar la ruina de la familia Salazar, a llevar a cabo un ajuste de cuentas por la actuación del padre de Adrián, el senador Mateo Salazar en un tiempo anterior, que ocasiona de un modo indirecto la muerte de su mujer y la locura de su hijo.
    Pedro García Montalvo, concibe una estructura narrativa que se acomoda a la idea de la fábula, comienza la misma con una escena que nos sitúa en un día del verano anterior en el que el matrimonio y las hijas disfrutan de una mañana de lluvia mientras pasean por la Plaza Mayor de Madrid. Estas pocas páginas felices, sólo pueden augurar un signo desdichado. El lamento continuado de unos padres que afrontan la ausencia de Cheli y de María, cuyo vacío estará "presente" a lo largo de toda la novela.
   Cecilio Toval, en efecto, no se conforma con la desgracia de las niñas y persiste en su búsqueda por hallar motivos nuevos que acaben con la felicidad del matrimonio pero
resulta que el complot que se ha cernido sobre el matrimonio Salazar resulta inútil contra la poderosa energía de un amor verdadero.    

    Toda la ficción está presidida por una serie continua de signos climatológicos y paisajísticos que preludian en cada momento un desenlace infausto o vaticinan alguna suerte de asechanza.
   
Las últimas páginas resultan trepidantes. García Montalvo nos pone al límite, pues el suspense de sus tramas coloca al lector en situaciones tensas y emocionantes.
   "Una ruidosa moto se detuvo ante la casa: ya le llegaba su propio mensajero. Cada cual tiene que atender a su propia tragedia"


Fuente: García, Pascual. El relámpago inmóvil de Pedro García Montalvo o el triunfo del amor sobre todas las cosas.

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