viernes, 30 de mayo de 2025

Teru Miyamoto y su Kinshu

Nacido en 1947 en Kobe, Teru Miyamoto trabajó como redactor publicitario antes de dedicarse por completo a la escritura en 1970. Se graduó en la facultad de letras de la Universidad Otemon Gakuin. Desde los 20 años vive atormentado por su delicado estado de salud y un trastorno de pánico causado por su vida laboral, así que toma la decisión de hacerse escritor en los años 70, gracias a su experiencia con la lectura, ganando rápidamente un gran reconocimiento.

Con novelas sensibles y profundamente humanas, que abordan temas como la familia, la pérdida, la redención y la búsqueda de sentido en la vida cotidiana, el estilo de Miyamoto se caracteriza por una prosa lírica y una fuerte conexión emocional con los personajes.

En 1977 logra el premio Dazai Osamu con El rio de barro, un retrato de la pobreza en la posguerra japonesa desde la mirada de un niño. La obra fue muy elogiada y fue adaptada al cine en 1981 por el director Kohei Oguri. A continuación el premio Ryunosuke Akutagawa con El río de las luciérnagas (1978). Posteriormente consigue el premio Eili Yoshikawa con Oración (1987) .

Además de Kinshu. Tapiz de otoño (1982) que se reeditó en España en 2012 (Editorial Alfabia), Premio de Literatura de la Academia Japonesa, del mismo autor se han publicado además en nuestro país Gente de la calle de los sueños, en 2012, Los sueños de la primavera (2022) y Lo que nos gustaba (2025).

Miyamoto se distingue por su retrato delicado de las emociones humanas, su enfoque en las relaciones familiares y los lazos rotos, el tono melancólico, introspectivo y a menudo esperanzador de su relato y una profunda conexión con la naturaleza y el entorno japonés.

Aunque no tan ampliamente traducido como Haruki Murakami o Yukio Mishima, algunas de sus obras han sido traducidas al inglés, francés, alemán y español. Su literatura ha sido muy valorada por su autenticidad emocional y su retrato del Japón moderno desde una óptica íntima.

Kinshu. Tapiz de otoño

Kinshu (錦繍) es una palabra japonesa poética que puede traducirse como “bordado de brocados” o “hermoso bordado”, y en un sentido más figurado, se refiere a los colores otoñales, como una metáfora visual del otoño, colores rojizos, dorados, cobrizos, extendiéndose sobre un paisaje como si fuera un fino bordado de seda.

En la novela de Teru Miyamoto, el título no es solo estético, sino que contiene el tono lírico y reflexivo, ya que simboliza la belleza y la complejidad de las emociones humanas, entrelazadas como hilos en un bordado, el otoño como metáfora del cambio, la madurez y la melancolía, una etapa de transición en la vida de los protagonistas y la posibilidad de redención o reconstrucción emocional, así como la aceptación del pasado.

¿Es posible expiar los errores del pasado? ¿Se puede limpiar el recuerdo sucio por el rencor y plantear un futuro a partir de un presente en el que el resentimiento haya dado paso a la calma y el perdón?. Ésta es la idea que subyace tras las últimas páginas de Kinshu. Tapiz de otoño (1982), de Teru Miyamoto (1947), una novela epistolar de delicado trazado en el que el escritor japonés explora los abismos del dolor y la capacidad curativa del afecto y la comprensión.

La historia abarca casi un año de intercambio epistolar entre una antigua pareja que se divorció diez años atrás debido a un dramático incidente. El detonante de esas cartas es un encuentro casual de los protagonistas, Aki y Yusuaki, durante una visita al monte Zao, un volcán cercano a la ciudad de Sendai, la «ciudad de los bosques». Tras ese momento inesperado, y conmovida por los recuerdos y el no haber sabido el uno del otro durante una década, Aki decide iniciar el envío de varias cartas en las que rememora con su ex marido su vida en común y el dolor ante el fin del matrimonio, motivado por un suceso que les cambió completamente: el adulterio de Yusuaki con un antiguo amor del instituto que, mientras dormían juntos, intentó cometer un doble suicidio con él.

Kinshu. Tapiz de otoño es una novela de singular belleza, que, construida como una relación epistolar, aborda las huellas del pasado, de los errores y del amor frustrado, evocando con melancolía y tristeza lo que los personajes fueron en un pasado y ya no pueden recuperar. Son cartas. algunas muy largas, que muestran dos personalidades en las que, pese a todo, se mantiene la honestidad, donde se intercambian no reproches, sino sentimientos como las dudas, el miedo, la esperanza o las ansias de encontrar la felicidad.

El intercambio de cartas progresa en dos direcciones: el esclarecimiento del incidente decisivo y cómo han seguido adelante unas vidas salidas de un carril que parecía su hábitat natural. Aki perdida en un matrimonio infeliz con un hijo discapacitado y Yasuaki hilvanando relaciones sentimentales vacías mientras fracasa en cada negocio que emprende.

Teru Miyamoto infunde a su texto un ritmo pausado, temperado, reflejo de la templanza de la pareja, que transmite al lector paz y armonía. Lector que se plantea temas como la culpa, el karma, la relación entre pasado, presente y futuro en la vida del individuo y un análisis de sentimientos como la compasión y el respeto.

Tapiz de otoño es una novela triste, una ironía de la vida que desplazan a las personas de las vidas que pudieron vivir. Pero también maneja emociones más sutiles como la esperanza, la redención, el perdón, el olvido, la comprensión, la perseverancia o la resignación, o según el simbolismo que maneja la novela: la madurez baraja sentimientos tan variados como los colores de las hojas en otoño. Miyamoto ha escrito una novela conmovedora.

martes, 27 de mayo de 2025

Colección de poetas: Matsuo Bashō


Matsuo Basho (Ueno, 1644 - Osaka, 1694) Poeta y prosista japonés del período Edo, célebre por sus haikus y sus libros de viajes. Dotado de una sensibilidad particular para captar la sutil belleza de lo cotidiano, Basho es el poeta japonés por excelencia. Ocupa un lugar muy destacado en la literatura japonesa no solamente por su misma obra, sino también por su personalidad ejemplar que sirvió de modelo a generaciones enteras de poetas, y también por haber convertido el haiku, género hasta entonces artificioso y convencional, en una efusión directa llena de sutileza entre el mundo natural y el alma del poeta, efusión que es revivida y sentida de nuevo por el lector.

El haiku deriva directamente del hokku, o estrofa inicial y más importante del haikai no renga, serie de versos ligados y compuestos por más de un autor. Desde el punto de vista métrico, el haiku es una composición muy breve, de solamente tres versos que suman diecisiete sílabas, dispuestos al modo del terceto francés de 5-7-5 sílabas. Basho desarrolló un estilo poético en el que confluían la soledad contemplativa y la humilde percepción de lo cotidiano. Sus poemas constan por lo general de dos elementos separados por una cuña que los articula: el primero da cuenta de una realidad o situación y el segundo incorpora una sensación repentina o una intuición fulminante. Todo ello con un lenguaje sencillo, universal, impregnado de imágenes inmediatas y simples como la luna de agosto, el salto de una rana o las moscas sobre una mesa.

¡Ah, el viejo lago!
Y cuando una rana se zambulle,
el ruido que hace el agua!

Los poemas de Basho están inspirados por el respeto y fraternal comprensión hacia todas las formas de la vida, y rebosan del más profundo amor a la creación; es por esta razón que se le puede comparar, hasta cierto punto, con San Francisco de Asís. Su soledad completa y apacible frente a la naturaleza le conduce al borde mismo de una especie de éxtasis panteísta cuya expresión es siempre mesurada y discreta, no ofreciendo a los lectores más que algunos elementos esenciales, algunos jalones, a partir de los cuales se puede reconstruir el sentimiento experimentado. Cada palabra está plena de significación, de impresiones, y bajo cada palabra palpita un mundo de fantasías y de participación del que aquéllas dan la clave.

En cierto modo, Basho concebía la poesía como un camino vital, una forma de iluminación, una búsqueda de la elegancia espiritual. Durante sus diez últimos años de vida emprendió numerosos viajes, gracias a los cuales amplió el repertorio de temas e imágenes de su poesía y se dedicó a escribir haibun, es decir, unos singulares diarios de ruta como Recuerdos de un esqueleto expuesto a la intemperie (1684) o su obra maestra La senda del norte (Oku no hosomichi, 1694), en los que aunaba poesía y prosa. En 1649 hubo de interrumpir uno de sus viajes por enfermedad; se detuvo en Osaka, donde sus discípulos le cuidaron con devoción y ternura. El poeta tuvo una dulce agonía; ya en trance de muerte compuso su último haiku. Fue enterrado en el jardín del templo de Yoshinakadera, en Osaka, y sobre su tumba plantaron un banano.

Este es probablemente su haiku más famoso gracias a la traducción que hizo de él Octavio Paz:
この道や
行く人なしに
秋の暮れ
Kono michi ya
yuku hito nashi ni
aki no kure
Este camino
ya nadie lo recorre
salvo el crepúsculo
(trad. Octavio Paz)
HAIKUS

  • Al sentirme enfermo durante el viaje
    soñé que vagaba
    sobre un campo de hierba seca.

  • La primera nieve Las hojas de los narcisos apenas se inclinan

  • Una rana se sumerge en el viejo estanque... el ruido del agua

  • Vestido de escarcha cubierto de viento un niño abandonado

POEMAS

Las sendas de Oku

No hablaron una palabra
el anfitrión y el huésped,
y el blanco crisantemo.

Ah, este camino
que nadie recorre
excepto el crepúsculo.

El camino de la muerte
a pesar del sol de otoño,
¿quién querría emprenderlo?

Primavera

Ved bajo la lluvia de primavera
la entrevista de ese abrigo
y ese paraguas.

El escenario de la primavera
¡Está casi preparado:
la luna y las flores del ciruelo.

Se oscurece el mar:
gritos de gaviotas
apenas blancos.


Verano

Preso en la cascada
un instante:
ya comienza el verano.

¡Ay, perlas de verano!
Eso es todo lo que queda
del sueño de los héroes.

Las lluvias de mayo
no te atacan ya,
templo de oro.

Otoño

Tal y como me parece
El País de los Muertos es así:
una noche de otoño.

Este otoño
qué viejo me hago:
¡Ah, las nubes, los pájaros!

Riguroso otoño;
mi vecino
¿cómo vive?

Invierno

¡Qué cortesía!
Hasta la nieve es fragante
en Minamidani.

Una helada noche de lágrimas:
el sonido del remo
golpeando la ola.

El año toca a su fin:
aún llevo
mi kasa y mis sandalias de paja.

lunes, 5 de mayo de 2025

Todo lo que era sólido

El espejo


Nada es para siempre y cualquier derecho puede desaparecer.


Antonio Muñoz Molina ha escrito ya sobre su barrio, sobre sus padres, sobre su pueblo, sobre algunos de sus amigos; ha escrito sobre la Luna, sobre Nueva York, sobre el arte, sobre lo que le concierne y también sobre lo que le resulta contingente u olvidable, pero que en algún momento le importa y le produce desánimo o alegría. Ha escrito sobre cine, muchísimo sobre literatura, ha escrito de personas y de ideas, y, sobre todo, nunca ha dejado de escribir.

Hace 12 años de la publicación de este ensayo y después han pasado muchas cosas. Desde la distancia del tiempo vemos como nos sorprende los cambios que se vivieron en esa época. Pero es que en la actualidad, después de 2013, la sensación es que todo lo que era sólido ahora es líquido.

El escritor analiza las décadas anteriores a la crisis, los años de la furia, los del exceso, los días en los que España era “el país donde más rápido uno se puede hacer millonario”. Los años del gasto y del desgaste, aunque fuéramos incapaces de apreciarlo. Hace un repaso de los años de democracia, casi desde el inicio de la misma, y separa cada átomo de nuestra sociedad para analizarla desde una perspectiva ética, económica y social.

Ética porque interpreta los años vividos desde su propio modelo moral dando así sentido a todos los hechos que relata. porque la ética puede ser relativa y cambiar con el tiempo. Sabíamos que lo que se hacía (y todavía se hace) estaba y está mal, pero nos beneficiábamos de ello y nos dejábamos mecer por un cinismo ético que nos acunaba entre contratos y beneficios más o menos confesables.

Económica porque hoy todo es economía, todo se ve afectado de un modo u otro por el beneficio y la transacción.

Social porque el libro habla de una sociedad, de toda ella, aunque se centre en grupos concretos. Y eso es lo que asusta, su descripción global de modos y formas de entender las relaciones éticas y económicas, es decir, sociales. No hay culpa individual, ni siquiera de un grupo concreto, sino que es una culpa colectiva, de la que todos participamos alegremente porque todos esperamos ese beneficio.

El libro de Muñoz Molina no es un reproche al capitalismo, pero si habla de una época de excesos y pone ejemplos que vistos ahora nos resultan vergonzantes pero que en su momento se vendía, y así lo creíamos, como ejemplo de la pujanza mundial de España. Muestra muy claramente esa separación entre los hechos y la moral, entre el hacer y la interpretación de ese hacer, y cómo podemos llegar a instalarnos en el cinismo de la conveniencia para separar interpretaciones contradictorias de lo que creemos (lo que consideramos moralmente aceptable) y de lo que hacemos (que sabemos que no se corresponde con nuestra moral).

Todo lo que era sólido (2013) nos sirve para reflexionar, no es un libro para estar de acuerdo, sino para disentir si es menester, o para estar de acuerdo si así lo creemos. Es un libro incómodo porque nos enfrenta a nosotros mismos y nos pone frente a nuestras decisiones y acciones. Y es un libro optimista porque como dice el propio Muñoz Molina “quedan cosas sólidas que proteger” y “no estamos entregados al desorden”.

Es probable que aquella España que se aprestó a vivir la fiesta de la democracia no sintió que también tenía que aprestarse a comportarse como un país maduro, cuyas instituciones, políticas, culturales, institucionales, sociales, sirvieran de baluarte contra la corrupción de las costumbres. Eso no ocurrió; y no fueron solo los políticos, también los periodistas, los jueces, fueron todos aquellos que, teniendo la obligación de prevenir, de denunciar no lo hicieron.

El valor del libro no es únicamente el de la denuncia. Es una denuncia y es una advertencia. Pero, es también la consecuencia escrita de una actitud que durante años ha mantenido Muñoz Molina ante lo que ve: esa voz suya, queda pero vigorosa, es la que siempre lo ha acompañado como espectador con un ritmo inconfundible “Escribo dejándome llevar. El propio acto de escribir desata a veces los argumentos y los recuerdos. La urgencia de comprender y de intentar explicarme a mí mismo el presente me devuelve fragmentos del pasado”.

Este ensayo nos convoca: «hace falta una serena rebelión cívica» y nos apremia: «hay cosas inaplazables». Todo lo que era sólido es un espejo en el que todos debemos mirarnos, no importa el lugar ideológico en el que nos movamos, dónde vivamos o nuestra condición social; una llamada para que reaccionemos, cada uno desde nuestro ámbito de actuación, y contagiemos con nuestro ejemplo una responsabilidad cívica que hemos de exigir, de manera contundente, a nuestros gobernantes. Nos coloca a todos ante nuestros espejos personales de responsabilidad colectiva. Un libro de culpa, de culpa colectiva pero también de culpa personal.

sábado, 3 de mayo de 2025

Antonio Muñoz Molina

El artesano de las palabras

"Creo que el escritor continúa el oficio inmemorial de los narradores de cuentos, que daban forma mediante relatos orales a la experiencia compartida del mundo. Contar y escuchar historias no es un capricho, ni una sofisticación intelectual: es un rasgo universal de la condición humana, que está en todas las sociedades y arranca en la primera edad de la vida. Quizás por eso no me atrae mucho la literatura que se vuelca sobre sí misma, que tiene al escritor y a la escritura como focos principales de atención. Cervantes y Galdós, Virginia Woolf y James Joyce, Borges y Onetti, Proust y Flaubert, entre tantos otros, me han enseñado lo mismo, de muy diversas maneras: a buscar la forma más eficaz de contar la realidad visible del mundo y la invisible de la conciencia humana. Pero también aprendo mucho de la música y de la pintura, y del cine, aunque lo frecuento menos que cuando era más joven"
Antonio Muñoz Molina nació en Úbeda, Jaén en 1956 en la buhardilla que sus padres alquilaron al casarse. La llamaban “el cuarto de la viga”. Su padre trabajaba en una huerta y vendía hortalizas en el mercado de abastos. Su madre se dedicaba "a sus labores”. Aprendió a leer, escribir y hacer cuentas en una escuela de las que llamaban “de perra gorda”. "Nos sentábamos en pequeñas sillas de anea que habíamos traído de nuestras casas y escribíamos en pizarra individuales con marcos de madera, con pizarrines de tiza blanca que se partían si uno apretaba demasiado".

Le gustaban mucho los tebeos, los libros, las películas, los seriales de la radio y los programas de discos dedicados. Cerca de su casa había un cine de verano. Todas las películas le gustaban, salvo las “de llorar”, que eran melodramas mexicanos en blanco y negro. En la radio no se cansaba de oir los folletines de Guillermo Sautier Casaseca y las canciones populares que reinaron en ella hasta la irrupción de la música pop anglosajona y sus derivados: Lola Flores, Juanito Valderrama, Antonio Molina, Joselito, Marisol.

Hacia los once años empezó a leer a Julio Verne y a Mark Twain, a Stevenson, a Agatha Christie, a Dumas. El primer personaje que le produjo una fascinación consciente como pura invención literaria fue el capitán Nemo. Después vinieron, desordenadamente, Cervantes, Bécquer, García Lorca.

Empezó Periodismo en Madrid pero el sueño no duró casi nada. Madrid era una ciudad demasiado grande y demasiado hostil para su apocamiento pueblerino, la grandiosamente bautizada como Facultad de Ciencias de la Información resultó un fraude y su beca apenas daba para comer. A finales de curso volvió a Úbeda, y en otoño de 1974 comenzó Geografía e Historia en la Universidad de Granada. Y se quedó allí casi 20 años.

"En 1982 me había casado en Úbeda con Marilena Vico. Hijos y libros se suceden y alternan en los años siguientes: Antonio, 1983; El Robinson Urbano, 1984; Beatus Ille y Arturo, 1986; El invierno en Lisboa, 1987; Beltenebros y Elena, 1989. Mi primer matrimonio duró hasta 1991. En el otoño de ese año me dieron el premio Planeta por El jinete polaco. En enero de 1992 empecé a vivir en Madrid con Elvira Lindo y con Miguel, que tenía 6 años. Ahora me asombra el vértigo de que me sucedieran tantas cosas en tan poco tiempo. En 1993 viví por primera vez una temporada en los Estados Unidos, dando clases en la universidad de Virginia. En diciembre de 1994 Elvira y yo nos casamos en El Escorial"

Muñoz Molina es además miembro desde 1995 de la Real Academia Española, en la que ocupa el sillón “u”. Su labor periodística le lleva a obtener en 2003 el Premio González-Ruano de Periodismo y el Premio Mariano de Cavia.El 5 de junio de 2013 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras convirtiéndose en el autor más joven a lo largo de sus treinta y tres ediciones pasadas del premio.

En 2004 le nombraron director del Instituto Cervantes de Nueva York, en el que se comprometió a quedarse dos años. En el otoño de 2006, yendo y viniendo en tren por la orilla del Hudson, empezó a imaginar la novela que ha escrito, la más larga de todas, La noche de los tiempos (2009).

En estos años ha escrito unas cuantas novelas más, un largo ensayo sobre arte –“Rondas del Prado”-, una crónica de los tiempos del covid – “Volver a dónde”-, no sé cuántos artículos, siempre queriendo observar lo que sucede a su alrededor e inventar lo que poría suceder o haber sucedido. Deja Nueva York en 2017 y en 2018 empieza a pasar temporadas intermitentes en Lisboa. De ese cambio nació su novela Tus pasos en la escalera (2019)
"Dentro de unas semanas se publicará la última novela que he escrito, “No te veré morir”. La mezcla de ilusión e inseguridad es la misma de siempre. El trabajo solitario va a convertirse una vez más en exposición pública. Y de pronto me acuerdo que hace justo cuarenta años, en el verano de 1983, cuando arrancó de verdad la escritura de mi primera novela, “Beatus ille”. Parece mentira."

viernes, 2 de mayo de 2025

Colección de poetas : Elvira Sastre

 

“La poesía tiene todas las capacidades de salvarnos a nosotros y de mejorar al mundo”
Elvira Sastre (Segovia, 1992) desde muy pequeña, gracias a la influencia de su padre, muestra su amor por la lectura. A los doce años escribe su primer poema y tres años más tarde abre un blog, «Relocos y Recuerdos», que a día de hoy mantiene activo. Poco tiempo después, gana el premio de poesía “Emiliano Barral” con el relato corto Saudade.

Unos años más tarde, se instala en Madrid para cursar el grado universitario de Estudios Ingleses. En Madrid, Elvira continúa escribiendo y comienza a participar en eventos poéticos acompañada de cantautores consagrados como Adriana Moragues, Manu Míguez y Diego Ojeda e importantes poetas como Carlos Salem y Escandar Algeet. Con mucho trabajo y gracias a su talento, llegará con los años a compartir escenario con artistas como Andrés Suárez, Luis García Montero, Raquel Lanseros, Marwan o Benjamín Prado.

Poco a poco, Elvira Sastre se va haciendo un nombre en el circuito cultural madrileño y es entonces cuando la editorial Lapsus Calami se interesa por su obra y juntos publican Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo (2013), con prólogo de Benjamín Prado. En 2014, la editorial Valparaíso Ediciones le publica su segundo poemario: Baluarte. Entre medias, la poeta edita con la también ilustradora Adriana Moragues un proyecto artístico-literario llamado Tú la acuarela / Yo la lírica. Un tiempo después, Sastre publica Ya nadie baila, una antología que reúne poemas de sus dos primeros libros y un puñado de inéditos.

Al mismo tiempo, Elvira Sastre dedica parte de su tiempo a la traducción. Recién terminado el máster de Traducción Literaria por la Universidad Complutense de Madrid, la autora vio publicado su primer trabajo como traductora, en este caso de poesía, en la editorial Valparaíso Ediciones: Los hijos de Bob Dylan, del autor norteamericano Gordon E. McNeer. Posteriormente, ha traducido al inglés las letras de los dos últimos discos de Vetusta Morla ; Poemas de amor de Oscar Wilde. Otras maneras de usar la boca de la poeta Rupi Kaur; y las novelas Todo es mentira, de E. Lockhart, y Una conexión ilógica, de John Corey Whaley.

La carrera poética de Elvira Sastre, la poesía visceral y directa que presenta así como su cercanía con el lector permiten a la poeta participar en festivales y eventos literarios de importancia tales como la Feria del Libro de Bogotá (FILBO), el Festival de Narradores Orales de Segovia o el Encuentro Internacional de Poesía Ciudad de México.
 
Elvira Sastre compagina su carrera poética con la escritura y la traducción. La poeta publica en 2016 su cuarto poemario, La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida. Dos años después, en 2018, la poeta publica Aquella orilla nuestra bajo el sello Alfaguara, un libro en el que convergen los textos en prosa y aforismos de la poeta con las ilustraciones de Emba, artista uruguayo con el que colaboró previamente en la portada de La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida.

En ese mismo año presenta bajo el titulo Desordenados, un recital poético musical junto al cantautor Andrés Suárez, que supone una de las ideas más ambiciosas de ambos. Un trabajo colaborativo en el que mezclaron los poemas y las canciones para poner en valor la palabra, el verso, la música de autor y demostrar que se pueden llenar estadios con la poesía. Más de 4000 personas acudieron al WiZink Center para disfrutar de este espectáculo.

Tras del éxito de Desordenados, la autora publica Elvira en voz, un albúm donde apuesta por un formato musical para sus poemas, en el que presenta un total de doce poemas recitados sobre una banda sonora. En 2020 publica su muy esperado Adiós al frío donde reúne varios poemas escritos en los últimos años, la gran mayoría inéditos.

En la actualidad, la escritora llena teatros y salas de conciertos con sus recitales poéticos y comparte con los lectores su poesía, vivencias y su mundo personal a través de las redes.

Poemas de Elvira Sastre

QUE YA NUNCA MÁS

No debe ser casualidad
que aparezcas siempre
en otro tiempo y en otra distancia,
ajena a lo que ocurre en el momento.

Parece que la vida te coloca justo ahí
donde las cosas no se caen, no desaparecen,
solo se mantienen impasibles
a los amores que no tienen que ver contigo.

Dime, ¿cómo es posible que aún te lleve
aquí atravesada en el estómago
y me robes el aliento que ya nunca más te roza?
 
RUIDO

Si te marchas
hazlo con ruido:
rompe las ventanas,
insulta a mis recuerdos,
tira al suelo todos y cada uno
de mis intentos
de alcanzarte,
convierte en grito a los orgasmos,
golpea con rabia el calor
abandonado, la calma fallecida, el amor
que no resiste,
destroza la casa
que no volverá a ser hogar.
Hazlo como quieras,
pero con ruido.

No me dejes a solas con mi silencio.

INCANSABLE

Es sólo que el tiempo avanza,
como avanzan los trenes
en los raíles vacíos,
pero avanza también en quien no conozco,
en quien conozco y no distingo,
en quien distingo y no recuerdo,
en quien recuerdo y no conozco.

Es sólo que este tiempo que no es mío
crece a pasos agigantados sobre las canciones,
bajo las carreteras asfaltadas,
entre las palabras extranjeras,
dentro también de todo aquello
que no alcanzo a comprender.

Es sólo eso, mi vida,
este tiempo incansable,
y tus huellas que lo siguen,
y mis pies quietos, estáticos, incapaces,
deseando deteneros.

EL HÁBITO DE HABITARNOS

Me pregunto si es esto:
las palabras encajando en las notas,
la calma del equilibrio minúsculo
y el mínimo sobresalto que sale de dentro,
lo
ajeno
que
ya
es
propio.

Me pregunto si es esto:
el recuerdo en presente,
la mano experta tendida sin rozar apenas,
un silencio cómodo habitando entre miradas,
la
rutina
que
ya
es
perenne.

Cada noche
abrazo la respuesta.

EL SILENCIO

El silencio.

Los pasos sordos.
Los murmullos desconocidos.
El crujido seco.
La habitación fría.
Las puertas cerradas.
La casa limpia.
La alegría perdida.
El suelo vacío.

Tu ruido.
Tu ruido apagado.

lunes, 31 de marzo de 2025

Anne Perry

"Todos vivimos algo que nunca debimos vivir"

Pocas personas en el universo literario son tan cautivadoras, misteriosas e intrincadas como Anne Perry. Famosa por sus fascinantes narraciones que combinan tramas cuidadosamente tejidas con marcos históricamente precisos, es una maestra en su oficio. Con más de 100 obras a su nombre, ha desentrañado hábilmente las complejidades del espíritu humano en diferentes épocas y espacios, dejando una marca en las mentes y corazones de muchos lectores de todo el mundo.

Hija de un importante científico de la época, Henry Rainsford Hulme, que más tarde sería uno de los creadores de la bomba de hidrógeno, contrajo tuberculosis cuando era pequeña, y a causa de dicha enfermedad estuvo viviendo con preceptores en el Caribe y Sudáfrica con la idea de que un clima cálido sería beneficioso para su salud. Finalmente, a la edad de 13 años, se reencontró con su familia en Nueva Zelanda cuando su padre fue rector de la Universidad de Canterbury. A causa de esta enfermedad, desarrolló su pasión por la lectura de novelas de temática policiaca, convirtiéndose en una apasionada de autores como Arthur Conan Doyle o Agatha Christie.

El  verdadero nombre de Anne Perry era Juliet Marion Hulme, nacida en Blackheath, Londres en 1938, pero cambió su nombre después de cumplir una condena en Nueva Zelanda por asesinato. A los 15 años de edad, la autora y su amiga Pauline Parker fueron juzgadas y condenadas a varios años de cárcel en Nueza Zelanda por el asesinato de la madre de esta amiga, Honrah Rieper. Las dos mataron a golpes a la madre de Parker con un ladrillo en Christchurch. Más tarde, estos eventos serían la inspiración del drama psicológico del director Peter Jackson, en «Criaturas celestiales» («Heavenly Creatures», 1994).

Después de cumplir una condena de prisión de cinco años, Perry fue liberada y cambió su nombre. Con esa nueva identidad cambió su vida: trabajó un tiempo como azafata, se hizo mormona y se instaló en Escocia. Luego regresó al Reino Unido e inició su carrera como escritora.

En 1979, Perry publicó «Los crímenes de Cater Street», el primero de una serie de libros protagonizados por el policía victoriano Thomas Pitt y su esposa Charlotte. Este discreto policía londinense está destinado a desentrañar, en plena época victoriana, los horrendos crímenes engendrados por una sociedad reprimida e hipócrita. Anne Perry se consagró como consumada especialista en la recreación de los claroscuros, contrastes y ambigüedades de la sociedad victoriana. La segunda serie de novelas policiales de Perry gira en torno al detective William Monk y la enfermera Hester Latterly.
Tanto la serie Pitt, que terminó en 2016 con Asesinatos en Kensington Gardens (Ediciones B, 2019), como las protagonizadas por el comandante William Monk, son novelas de investigación de un crimen en la época victoriana. Aúnan romance, misterio y una leve crítica social. Aunque es un hombre el que da nombre a la serie, sus esposas tienen el mismo protagonismo en la trama e intervienen en las investigaciones.

En los últimos años inició una nueva serie de novelas de intriga y espionaje, ambientada en los años 30, con la fotógrafa y agente secreto Elena Standish como protagonista. Además, publicó novelas de ambientación navideña, en la Primera Guerra Mundial, y juveniles de fantasía. Mareas de sangre (la última de la serie de William Monk) (Ediciones B, 2022) es el último libro que publicó.

Anne Perry fue seleccionada por el diario The Times como una de las 100 mejores escritoras del crimen del siglo XX. Como escritora, le interesaba menos el proceso de investigación que los efectos de esta en las personas involucradas. ¿Conozco bien a los demás? era la pregunta que intentaba responder en sus novelas.

Su verdadero nombre y su pasado fueron revelados por la prensa en los años 90, cuando su historia fue adaptada a la gran pantalla. “Todo lo que había conseguido como miembro honesto de la sociedad estaba amenazado. ¿Por qué no se me podía juzgar por lo que soy ahora, en lugar de por lo que era entonces?”.

Anne Perry, que vivía en Los Ángeles desde hacía varios años, falleció en 2023. La historia recordará sus personajes excepcionales, su precisión histórica, la calidad de sus novelas policíacas y su interés por las cuestiones sociales.

William Monk, el detective amnésico

Anne Perry, maestra de la novela de intriga histórica ambientada en la era victoriana, nos transporta nuevamente a orillas del Támesis en su novela número 22 de la serie del detective William Monk.

Venganza en el Támesis (Ediciones B, 2018)

Cuando el comandante William Monk de la Policía del Támesis es convocado para investigar la aparición de un hombre ahogado en el río, que resulta ser un prisionero fugitivo, tiene que verselas nuevamente con el oficial de aduanas McNab, que alberga un amargo rencor contra Monk y que siempre intenta perjudicarlo. Monk sufre de una amnesia que no le permite hacer bien su trabajo. Esas lagunas hace que se plantee muchas prsguntas sobre su vida anterior al accidente y eso le atormenta.

Otros personajes se mueven en la trama, Berta York, el matrimonio Clive, su ayudante Hooper, entre otros.

Tras la fuga de un segundo prisionero, Owen, y a medida que las trampas de McNab se vuelven más terroríficas, Monk se verá forzado a recurrir a la ayuda de su mujer, Hester, y de su amigo el abogado Oliver Rathbone. Juntos, tratarán de desentrañar el misterio que rodea a las muertes en el Támesis y a la rivalidad enfermiza de McNab.

El Támesis victoriano



El río Támesis (Thames), conocido alternativamente en algunas partes como el río Isis, es un curso de agua que fluye a través del sur de Inglaterra, incluyendo Londres. Con una longitud de 346 km, es el río más largo de los que tienen la totalidad de su recorrido en Inglaterra, y el segundo más largo del Reino Unido, después del río Severn.

El río nace en Thames Head, en Gloucestershire, y desemboca en el mar del Norte, a través del estuario del Támesis. El Támesis también drena la totalidad del Gran Londres.

A principios del siglo XIX, el río Támesis era una alcantarilla abierta, con consecuencias desastrosas para la salud pública de la ciudad de Londres. Desde principios del siglo XVIII es posible encontrar propuestas para modernizar el sistema de alcantarillado de la ciudad; sin embargo, nunca llegaron a prosperar por sus costes. La reacción, como en tantas ocasiones, llegó de la mano de una crisis: el llamado Gran Hedor (Great Stink) de 1858, en plena época victoriana (1837-1901).

Los ciudadanos más opulentos de Londres eran muy vulnerables al cólera, lo que creaba un poderoso incentivo para resolver el problema. Los inodoros, con su origen en la época de los Tudor (1485-1603), en realidad solo adoptaron su forma actual (cisterna, codos, tuberías y válvulas en un único sistema), en torno a 1770. El retrete además comenzó a desplazarse desde el exterior al interior de las casas. Entre 1860 y 1870 comenzaron a generalizarse entre la clase media, reemplazando fosas sépticas o letrinas. Las redes de alcantarillado de principios del siglo XIX, diseñadas para desaguar el agua de lluvia al Támesis, se convirtieron en redes de transporte de aguas residuales sin tratar que eran vertidas al río. En 1830 la esperanza de vida al nacer en Londres era de 29 años. 

En 1858, en un verano especialmente cálido, el hedor se hizo insoportable, lo que explica que en 18 días los miembros del Parlamento, que llegaron a plantearse abandonar la ciudad, aprobaran la inversión en un nuevo sistema de alcantarillado para la ciudad. Comenzaba el fin de profesiones tan sórdidas como los toshers y grubbers (que recorrían las alcantarillas y otras zonas de drenaje buscando objetos de valor), mudlarks (niños que hacían lo propio en los lodos de las riberas fluviales), recogedores de excrementos y baldeadores.

miércoles, 26 de marzo de 2025

Colección de poetas: John Keats



El poeta británico John Keats (Londres, 1795 - Roma, 1821), tras la muerte de su padre, tuvo que trabajar como practicante en casa de un cirujano, para ingresar más tarde como estudiante externo en el Guy's Hospital de Londres (1815). Su afición a la lectura le descubrió el mundo de la poesía, en la que se inició bajo la influencia de Edmund Spenser. En casa de su amigo Leigh Hunt, crítico y poeta, conoció a Percy Shelley, con quien trabó amistad. 

Publicó su primer volumen de poemas en 1817 y, a pesar de su escaso éxito, decidió abandonar la cirugía para dedicarse sólo a la literatura. Al año siguiente apareció Endimión (1818), que fue mal recibida por la crítica.

Tras mudarse a casa de su amigo Charles Armitage Brown, en Hampstead, se enamoró de la hija de un vecino, Fanny Brawne, quien le inspiró la mayoría de sus poemas, recogidos en el volumen Lamia, Isabella, La víspera de Santa Inés y otros poemas (1820), que incluía además sus mejores poemas: el inacabado Hiperión, sobre la mitología griega, y sobre todo su célebre serie de odas, escritas en tan solo un mes, Oda a un ruiseñor, Oda a una urna griega y Oda a la melancolía.

Su estado de salud se deterioró por la tuberculosis, enfermedad que padecería como su madre y su hermano, por lo cual decidió embarcar hacia Nápoles, en lo que parecía la última posibilidad del poeta para sanar, aunque murió unos meses más tarde en Roma. Allí, en su último aliento, pidió esculpir en su tumba: “Aquí yace uno cuyo nombre fue escrito en el agua”. El hombre que pasó por la vida de puntillas fue, además, ignorado y vilipendiado por sus contemporáneos.

Pese a tratarse del vate más joven de los grandes románticos británicos, es uno de los líricos más importantes en lengua inglesa. En 1848 aparecieron sus cartas y su diario, que completan una obra de excepcional pureza expresiva y admirable dominio poético en su aspiración por alcanzar la belleza absoluta y su aceptación trágica de la realidad. Aunque murió joven, escribió unos versos que le han sobrevivido durante siglos y que son emblema del movimiento romántico.

tumba John Keats

A la soledad

¡Oh, Soledad! Si contigo debo vivir,
Que no sea en el desordenado sufrir
De turbias y sombrías moradas,
Subamos juntos la escalera empinada;
Observatorio de la naturaleza,
Contemplando del valle su delicadeza,
Sus floridas laderas,
Su río cristalino corriendo;
Permitid que vigile, soñoliento,
Bajo el tejado de verdes ramas,
Donde los ciervos pasan como ráfagas,
Agitando a las abejas en sus campanas.
Pero, aunque con placer imagino
Estas dulces escenas contigo,
El suave conversar de una mente,
Cuyas palabras son imágenes inocentes,
Es el placer de mi alma; y sin duda debe ser
El mayor gozo de la humanidad,
Soñar que tu raza pueda sufrir
Por dos espíritus que juntos deciden huir.

Esta mano viviente

Esta mano viviente, ahora tibia y capaz
De agarrar firmemente, si estuviera fría
Y en el silencio helado de la tumba,
De tal modo hechizaría tus días y congelaría tus sueños
Que desearías tu propio corazón secar de sangre
Para que en mis venas roja vida corriera otra vez,
Y tú aquietar tu consciencia —la ves, aquí esta—
La sostengo frente a ti.

Oda a la melancolía

1
No vayas al Leteo ni exprimas el morado
acónito buscando su vino embriagador;
no dejes que tu pálida frente sea besada
por la noche, violácea uva de Proserpina.
No hagas tu rosario con los frutos del tejo
ni dejes que polilla o escarabajo sean
tu alma plañidera, ni que el búho nocturno
contemple los misterios de tu honda tristeza.
Pues la sombra a la sombra regresa, somnolienta,
y ahoga la vigilia angustiosa del espíritu.

2
Pero cuando el acceso de atroz melancolía
se cierna repentino, cual nube desde el cielo
que cuida de las flores combadas por el sol
y que la verde colina desdibuja en su lluvia,
enjuga tu tristeza en una rosa temprana
o en el salino arco iris de la ola marina
o en la hermosura esférica de las peonías;
o, si tu amada expresa el motivo de su enfado,
toma firme su mano, deja que en tanto truene
y contempla, constante, sus ojos sin igual.

3
Con la Belleza habita, Belleza que es mortal.
También con la alegría, cuya mano en sus labios
siempre esboza un adiós; y con el placer doliente
que en tanto la abeja liba se torna veneno.
Pues en el mismo templo del Placer, con su velo
tiene su soberano numen Melancolía,
aunque lo pueda ver sólo aquel cuya ansiosa
boca muerde la uva fatal de la alegría.
Esa alma probará su tristísimo poder
y entre sus neblinosos trofeos será expuesta.

Sobre la muerte

I

¿Puede la Muerte estar dormida, si la vida es solo un sueño,
Y las escenas de dicha pasan como un fantasma?
Los efímeros placeres a visiones se asemejan,
Y aun creemos que el dolor más grande es morir.

II

Cuán extraño es que el hombre deba errar sobre la tierra,
Y llevar una vida de tristeza, pero que no abandone
Su escabroso sendero, ni se atreva a contemplar solo
Su destino funesto, que no es sino despertar.

Sobre el mar

No cesan sus eternos murmullos,
rodeandolas desoladas playas,
Y el brío de sus olas
diez mil cavernas llena dos veces,
y el hechizode liécate les deja su antiguo son oscuro.

Pero a menudo tiene tan dulce continente,
que apenas se moviera la concha más menuda
durante muchos días, de donde cayó
Cuandolos vientos celestiales pasaron, sin cadenas.

Los que tenéis los ojos dolientes o cansados,
brindadles esa anchura del Janar, como una fiesta;
y los ensordecidos por clamoreo rudo
o los que estáis ahítos de notas fatigosas,
sentaos junto a una antigua caverna, meditando,
hasta sobresaltaros, como al cantar las ninfas.

jueves, 27 de febrero de 2025

Antonio Cano Gómez y su marcha fúnebre


Antonio Cano Gómez (Alcantarilla, 1981) es Licenciado en Derecho y Funcionario de habilitación nacional. Secretario del Ayuntamiento de Torre Pacheco (Murcia) desde septiembre de 2023, en 2017 publica Epitafio en la arena, donde se refunde el género policiaco con el trasfondo político de la vida española durante el franquismo.

En una mañana de enero de 1956, una playa de Mazarrón es testigo de la aparición, junto a unas rocas y sin signos de violencia, de los cuerpos de dos hermanos de mediana edad junto con tres copas de cristal. A partir del día siguiente, el comisario Isidro Gutiérrez y el juez Vicente Seguí, ambos adscritos a la policía judicial y al juzgado de Totana, inician una investigación bajo el interrogante de qué hacían dos hermanos en aquel lugar, y en esas fechas, a la orilla de la playa, así como de si ha sido asesinato o suicidio. Poco tiempo después, descubren la existencia de un tercer hermano que hizo el viaje con ellos desde popular el barrio de La Latina, de Madrid, y cuyo cuerpo no ha aparecido. Ninguno de los dos intuye en ese momento hasta qué punto el intento de resolver esa historia cambiará sus vidas.

 «No siendo una novela policíaca al uso, y con la atmósfera opresiva de un país que acaba de salir de la posguerra, Epitafio en la arena es la crónica de cómo una investigación trastorna la existencia de los implicados en la resolución del caso, todo ello con la provincia de Murcia y el Madrid típico de fondo, con los coletazos de las secuelas de una Guerra Civil que aún marca de la vida de sus protagonistas, y con el fresco de la realidad social y política de los años cincuenta en España».

En junio de 2019 publica Marcha fúnebre de violín, Premio Murcia Libro de Novela Breve. Con esta obra, el autor vuelve a mezclar una trama policial con la historia de España como fondo, intentando plasmar, a través de sus personajes, las distintas sensibilidades sociales y políticas de nuestro país durante la transición. El jurado del premio quiso resaltar de la obra que "los personajes están muy bien caracterizados y la atmósfera temporal que se recrea es digna de elogio".

Un asesinato siempre perturba a la comunidad donde se produce. Pero si esa comunidad es un pueblo pequeño (Alborada, un pueblo ficticio ubicado en La Mancha, Albacete), si todo el mundo anda nervioso por las inminentes elecciones de 1982 y si, para añadir más estupor al crimen, el asesinado es el cura de la localidad, la conmoción adquiere rango de tragedia griega.

Todos los interrogados por el comisario Galván y su ayudante parecen tener algo grave que ocultar: el alcalde Francisco, la joven Lucía, el "marqués" don Tristán, una vieja profesora amargada llamada Lola o Vladimiro, un antiguo comunista que espera el triunfo electoral de la izquierda.Todos, sin excepción, guardan secretos; e incluso algún "cadáver" enterrado en el ayer.

Antonio Cano Gómez actualmente lleva el Blog de crítica literaria – Antonio Cano Gómez.

martes, 25 de febrero de 2025

Colección de poetas: Inma Pelegrín


María Inmaculada Pelegrín López, más conocida como Inma Pelegrín, (Lorca, 1969) es una poeta que ha recibido varios premios por su obra. Desde sus primeros trabajos su poesía ha calado y triunfado en muchos foros. Ha participado en diversos eventos y talleres poéticos dentro y fuera de la Región de Murcia. Para Inma, la poesía nos ayuda, si no a hallar respuestas, a hacernos las preguntas apropiadas. Se licenció en Filosofía y Ciencias de la Educación y en Psicología. Inma Pelegrín ha recibido varios galardones como el Premio Jaén de Poesía 2022 por La teoría de las cosas o el XXIV Premio Internacional de Poesía "Antonio Machado en Baeza" (2020), por su obra Todas direcciones.

Ha publicado, entre otros, Trapos sucios (2008); Óxido (2008), Premio Internacional de Poesía Gerardo Diego; Universo improbable (2009), Cuestión de horas (2012), Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez y Error de cálculo (2016)

Ganadora del Premio Pulchrum 2020 que concede la Fundación O­Lumen. Le han traducido poemas a otros idiomas pero no puede asegurar que, una vez traducidos, sean realmente sus poemas.

De ellos ha dicho: "Me gustaría que tuviera cualquier efecto, desde la alegría y la emoción estética hasta la náusea o el desconsuelo. Cualquier emoción excepto la indiferencia. Realmente me gustaría que no pudieran olvidarlos. Si he de elegir una emoción en concreto preferiría que fuesen una fuente de compañía, que al leerlo el lector dijese “esto mismo me pasa a mí”, esa sensación de pertenencia, de no estar solo, de saber que formamos parte de algo mucho más grande"

Inma Pelegrín crea unos poemas de fuerza contenida, en los que con un gran dominio del verso, la autora aborda temáticas muy variadas, ahondando en las contradicciones y controversias del discurso generalmente admitido, que desvela y denuncia con poderosas imágenes y un lenguaje comprometido y actual.

PRIMERA ENSEÑANZA

El globo se dirige,
en su ascenso imparable,
camino al firmamento.
Como si adivinara el recorrido
se balancea, toma
recodos transparentes en el aire.
Arrastra tras de sí
la cuerda que lo uncía,
se aleja y disminuye
hasta hacerse invisible.

Su determinación no entiende de nostalgias.

Atrás quedó la feria con un niño
que, al volver la cabeza, recibió
de su mano vacía
la primera enseñanza.

(De Todas direcciones)

ÓXIDO

Algo hay en el aire que enmohece,
que pinta de amarillo
los dientes de las latas,
mancilla el lavaplatos
y en las naves deshace sus epígrafes.

Ignorar las conservas,
colocar una funda al electrodoméstico,
volver a rotular “Mi Mari Carmen”,
esquivar la mirada del retrato.

Es un tiempo perdido.
Una batalla ingenua
luchar contra la herrumbre.

(De Óxido)

Cada noche olvidaba
apagar, a sabiendas,
la luz de la cocina.

Decía que al volver
podría imaginar que la esperasen,
que aquel fulgor, difuso y ambarino,
afianzaba sus pasos,
que siempre hay que dejar
un resplandor al fondo,
como quien cede un rastro de sí mismo,
y así la madrugada es más benévola.

No sé por qué senderos
derrotan sus pisadas,
si son de lucidez u oscuridad,
o si será posible
tropezarse, también, en el vacío.

A fuerza de palabras
intento desvelar su para qué,
hasta, de alguna forma,
recomponer aquel desfiladero.

Hay veces que una luz se enciende en un poema.

Uno vuelve sus ojos al final del pasillo
para salvar a alguien. Quizás para salvarse.

Uno guarda prendida alguna excusa
porque quiere creer que no está solo.

(De Cuestión de horas)

lunes, 3 de febrero de 2025

Todos los fuegos el fuego

Imprescindible


Todos los fuegos el fuego (1966), cuarto libro de relatos de Julio Cortazár, está compuesto por 8 cuentos insertos dentro del realismo mágico, con unos inesperados giros que mantienen una expectativa de lectura alta hasta el último momento y que hablan del amor, la muerte, el miedo o de las debilidades existentes en las familias. La obra nos transmite un espejo de nuestra sociedad, nos propone situaciones que nosotros podríamos protagonizar, nos hace ver la muerte como algo natural y la aborda de distintas maneras y nos hace entender el amor adolescente, el de madre, de hijos, de novia, de amante, de amigos, de hermanos. Cómo las personas amamos de tantas formas diferentes.

Cabe destacar que algunos cuentos comienzan con una cita, el fragmento de una canción o con el nombre de alguien, a modo de dedicatoria.

Los relatos presentan elementos que van desde lo real hasta lo fantástico, existiendo en algunos casos el paralelismo de historias y la dualidad de personajes. Entre los recursos literarios más visibles se encuentran el símil y la metáfora, los cuales están presentes en varios fragmentos de las historias. Asimismo se pueden observar distintas figuras narrativas, tales como la de narrador omnisciente y otras voces yuxtapuestas o en simultáneo.

Casi a punto de cumplir 60 años, el libro de Cortázar resulta muy actual. Los escenarios pueden estar separados por siglos, pero hay cierta condición difícil de describir que emparenta estos ocho relatos. Y es que, aunque puedan parecernos fantásticos, solo están a un paso de ser reales, de ser posibles. A veces un paso absurdo, una mera vuelta de tuerca virtual.

Cortázar empezó con el que, a priori, puede parecer más imposible: La autopista del Sur reúne a cientos de automovilistas parados en el clásico atasco monumental al regreso a una gran ciudad tras el fin de semana. No sabemos acerca de sus protagonistas: los nombran las marcas y modelos de sus coches, en un primer guiño brutal que habla bien claro acerca de la agudeza del autor: la persona definida a través del vehículo que conduce. Después se añadirán más. El agrupamiento en función de la cercanía geográfica, la distribución de tareas y funciones, la difícil integración con el nuevo entorno forzado.

Le siguen otros siete. Reunión nos sitúa en una eventual isla en medio de un desembarco armado. La señorita Cora, extraordinario en su sutileza, nos muestra la relación entre una enfermera y un adolescente hospitalizado. Lo más interesante de esta obra de Cortázar no solo es la manera como describe la relación entre los protagonistas, sino también que tiene un estilo único: está escrita desde los distintos puntos de vista de cada persona que aparece en el cuento, con un cambio brusco entre los interlocutores, hasta en la misma oración. La salud de los enfermos se pliega sobre sí mismo en ese nudo de sobreprotección que justifica engaños viles y mentiras piadosas. Instrucciones para John Howell, es uno de los cuentos que mejor deja entrever el gusto por el juego entre ficciones, el tema del doble y el cruce hacia lo fantástico como rasgos de la escritura de Cortázar.y La isla al mediodía retrata al hombre moderno, al asalariado que consume su jornada de trabajo ensimismado.
Y quedan dos, el que da título al libro y El otro cielo, quizás lo más difíciles por el desdoblamiento de personajes de un lugar y un tiempo a otro, pero en cualquier caso extremadamente bien escritos.