lunes, 4 de septiembre de 2017

Los caballos de Dios

La triste actualidad
  
   Tras los atentados ocurridos en Barcelona y Cambrils, en estos frenéticos días de imágenes e información continua surgen preguntas acerca de los orígenes de la tragedia, sobre el pasado de aquellos que decidieron atentar con la vida de inocentes y poner en riesgo la suya propia. Parece imposible creer en el mal innato y no podemos dejar de preguntarnos en qué momento perdieron el norte, en qué momento se estropearon.
   Los extremistas detectan con una facilidad pasmosa a aquellos que necesitan encontrar algo o a alguien a quien aferrarse.
  Yashin, protagonista de Los caballos de Dios, nombre que reciben los terroristas suicidas, lo resume, una vez muerto, en las primeras páginas de esta novela de Mahi Binebine, "Por lo demás, no me quedé mucho tiempo en la vida, porque en la vida no había gran cosa que hacer".

   Después de la cadena de atentados suicidas que se sucedieron en la noche del 16 de mayo de 2013 en cinco puntos distintos de Casablanca, uno de ellos Casa de España, que acabaron con la vida de 45 personas y casi un centenar de heridos, pocos se preguntaron por el origen de los terroristas. Los medios mencionaron que eran unos jóvenes de la barriada de Sidi Moumen, el infierno en la tierra en ese rincón de Marruecos, "la confluencia natural de todas las decadencias", en palabras de Yashin.
  

   El escritor Mahi Binebine no tenía intención de escribir sobre terrorismo pero tras su vuelta a Marruecos se produjeron estos atentados, cuando 14 jóvenes salieron de un barrio de chabolas y se hicieron estallar por todo Casablanca.  
"De repente, nos despertamos una mañana y nos dimos cuenta de que el terrorismo podía existir también en nuestro país. Todos los chicos salieron de ese barrio de chabolas, por lo que fui a Casablanca, a ese barrio. Ahí me encontré con una ciudad, no con un barrio. Sidi Moumen es un vertedero enorme con cientos de miles de habitantes. Era terrorífico. La primera imagen que tuve al llegar fue la de unos niños que jugaban al fútbol en un vertedero público. Decidí que se convertirían en los protagonistas de la novela"
   Es en esa barriada donde se desarrolla un libro escrito con una ligereza buscada por el autor, que cree que es necesario el humor para hacer pasar los mensajes más duros.
    "Yo pongo poesía" para hacer que los mensajes lleguen, asegura Binebine, para quien ha sido, incluso más importante que su libro, la adaptación que de la historia hizo el realizador francomarroquí Nabil Ayouch, cinta galardonada
con la Espiga de Oro de la Seminci de Valladolid en 2012.
"En Marruecos se lee muy poco y en lugares como Sidi Moumen aún menos. La película es mucho más eficaz", dice honestamente el escritor.
    
   En esta miseria y desesperanza vive Yashin que, sin poder acudir a la escuela, encuentra en sus amigos y el fútbol los únicos elementos que le conectan con la infancia. Yashin idolatra a su hermano Hamid, quien paga caprichos gracias al dinero que gana con el tráfico de hachís y quien se encarga de pervertir a los niños. Los primeros encuentros homosexuales, tan frecuentes en el país, nunca son consentidos. Se toleran, se esconden como se hace con otras tantas perversiones que creen expiar orando en las mezquitas todos los viernes.
   Pero el desencanto y el fracaso se asientan con más firmeza en sus vidas a medida que cumplen años. Los trabajos precarios, la apatía, los amores no correspondidos son el caldo de cultivo perfecto para el extremismo. La llegada de Abu, un misterioso hombre que habla de Chechenia, Palestina, el Corán y el paraíso revoluciona la vida de estos jóvenes. Abandonan unas adicciones para aferrarse a la promesa de la posteridad, de convertirse en mártires del yihadismo.
   Yashin, ya muerto,
desde ese paraíso prometido por los islamistas que no existe y mostrando un tardío e inútil arrepentimiento, recuerda: "Abu Zubeir sabía las palabras adecuadas, las palabras glotonas que se asientan en la memoria y, expandiéndose en ella, fagocitan los desperdicios acumulados."
  


   Binebine recrea el proceso de captación de Yashin y sus amigos, Nabil, Fuad, Jalil y Azzi. Las rutinas, las primeras dudas sobre el camino elegido, los entrenamientos. Estremece ver cómo se aferran a una disciplina, la primera con la que se han encontrado en su vida. El escritor traza en esta obra una conexión directa entre la falta de esperanza en un futuro mejor y el auge del islamismo violento entre algunos sectores de la juventud musulmana. Como escritor comprometido con su sociedad,  Binebine, junto con Nabil Ayouch, fundaron el centro cultural ‘Las Estrellas de Sidi Moumen’ en el mismo barrio de la novela, en el que se imparten clases de teatro, arte o danza y donde se realizan actividades culturales y espectáculos a lo largo del año. La Fundación Ali Zaoua, a la que pertenece este centro, tiene como objetivo luchar contra la radicalización de los jóvenes mediante iniciativas culturales y educativas. Pretende abrir centros similares en Tánger, Fez y Uarzazat, todos ellos con el dinero conseguido con el libro y la película.
"Hay que ayudar en el lugar de origen, para que se desarrolle, e impedir la emigración desesperada", que tanto preocupa ahora a Europa, resalta.
   Leer Los caballos de Dios es caminar por cualquier barriada marroquí, es ahogarse con su aire irrespirable, taparse los ojos para no ver a niños que trabajan por dos dírhams o que se prostituyen. Leerlo es ampliar la reflexión, profundizar en el debate.

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