jueves, 26 de septiembre de 2019

Intemperie

Un sentido de responsabilidad para el lector




Un historia sencilla. Un chico agazapado en un encinar, se encuentra semienterrado, mientras una partida compuesta por el alguacil, el maestro o otros hombres de la aldea le buscan. Nos hallamos en un espacio mesetario fácilmente identificable con la España central dentro una época no definida pero que seguramente es el segundo cuarto del siglo pasado. Se ha escapado de la casa de su padre y su marcada obstinación por no ser descubierto presagia que su huida responde a algo peor que el castigo por ser encontrado.
   Poco después se encuentra con un cabrero, un pastor viejo, artrítico y solitario, parco en palabras, quien sin ninguna muestra de cariño lo acoge durante unos días. 
 Su huida se ve aderezada de la iniciación al pastoreo, búsqueda de agua y pastos, ordeño, caza menor para subsistencia. Juntos sufren situaciones de lo más desagradables y desesperadas y todo ello a la intemperie. El alguacil cada vez más va cerrando el cerco tras el chico en este paisaje seco y polvoriento.
   Intemperie (Seix Barral, 2013) de Jesús Carrasco logró el aplauso unánime de la crítica, siendo elegido como Mejor Libro del Año por el Gremio de Libreros de Madrid. Con esta obra el autor traslada al lector un sentido de responsabilidad grave dotando de protagonismo al paisaje rural, de ahí la comparación con Delibes. El aplastante peso de la supervivencia en este paisaje de muerte sirve para provocar la claustrofobia aún en espacios abiertos. El afán por omitir lugares, nombres y tiempo permite que nos centremos en los hechos no en lo accesorio. Todo lo que sucede está motivado por los protagonistas, no hay nada ajeno a ellos, por tanto Carrasco se olvida voluntariamente de lo que distraiga para centrarse en los hechos.
   La novela es una obra lineal. No hay una sola regresión, todas las respuestas esperan adelante pese a que el lector intuya que el pasado es la clave. Solo tenemos que acabarlo para hallar todas las respuestas, empieza y termina como debe hacerlo un clásico con todos los cabos cerrados y con un horizonte abierto.
    Su riqueza léxica y su estilo impecable hace del libro de Carrasco, una obra espléndida. El lector va conociendo términos propios de la trashumancia y la vida al aire libre. No obstante, no se excede en frases largas ni altisonantes. Mantiene los sentimientos a raya, pues en toda la obra únicamente siente el chico

   A través de ambos protagonistas queda patente el tema fundamental de la novela: la falta de moralidad que no sólo se extiende por esas tierras sino en todo lugar y toda época. El mismo narrador explica que, el mundo que rodea a ese niño, el mundo de los adultos, está lleno de lujuria y avaricia y que incluso el propio niño ejerce una violencia que la había visto hacer siempre a quienes le rodeaban y, por tanto, exigía su parte de impunidad.
"La intemperie le había llevado hasta el mismo borde de la muerte, y allí, en medio de un campo de terror, él había levantado la espada en vez de poner el cuello". 

   Ante esta cruenta situación al lector le queda un halo de esperanza.

"Luego volvió a la puerta y allí permaneció mientras duró la lluvia, mirando cómo Dios aflojaba por un rato las tuercas de su tormento"

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