jueves, 25 de febrero de 2016

La impaciencia del corazón o...


La piedad peligrosa de Anton Hofmiller
 

   La piedad cuando es demasiado piadosa, se vuelve peligrosa y por ello, malsana como lo demuestran los hechos descritos aquí entre dos jóvenes más distantes entre sí por el pensamiento que por la conducta. También es la denominada impaciencia del corazón, cuando se torna enfermiza y patética, como en este libro.
   Cinco palabras definen la piedad peligrosa del protagonista masculino: Pasional, paciente, pasiva, patológica, patética.
    La historia está ambientada en 1914, en los meses previos a la I Guerra Mundial. El conflicto solo se menciona de pasada en la novela pero la atmósfera de preguerra y de decadencia del Imperio Austro-Húngaro impregna toda la historia. Por algo el protagonista es un militar.
   
“También el suceso que voy a reproducir aquí, me fue confiado casi en su totalidad y, es justo decir, de una manera completamente inesperada.”
    Al inicio de la novela se crea por un lado, complicidad, por el otro, expectativa: ¿qué es eso tan interesante que sabe el escritor y que necesita reproducir y comunicar? El hecho de que sea cierta o no la existencia de la fuente, no añade ni resta nada a la pretensión de veracidad, porque desde el prólogo, aunque esté firmado por Zweig, estamos ya en el terreno de la ficción.

   La novela utiliza el clásico recurso de la historia encontrada. El escritor, ya en 1938, se encuentra primero en un café con Hofmiller y luego en una cena. Anton Hofmiller es uno de esos héroes de guerra, que consiguió todas las grandes medallas austríacas de la I Guerra Mundial y destacó por su valor y heroísmo. Pero cuando el escritor y Hofmiller vuelven andando a casa, tras esa cena que es su segundo encuentro, el ex militar la cuenta el secreto, el pecado, detrás de su heroísmo. Fue a la guerra como una especie de expiación, sin miedo a la muerte.

    Este recurso se repetirá más tarde cuando el Doctor Condor le cuente al teniente Hofmiller el pasado de Keskefalva.   
    Y así nos dirigimos a 1914 cuando Anton Hofmiller tiene 25 años, es un teniente del cuerpo de ulanos, guapo y lleno de vida, destinado en un aburrido pueblo de provincias entre Viena y Budapest. Allí acaba entrando en contacto con Lajos von Kekesfalva, un acaudalado propietario que vive en un castillo en la localidad, con su hija Edith, que sufre de parálisis. Claro que Hofmiller no lo sabe y en el primer baile al que es invitado en la propiedad pide un baile a la pobre Edith. Y de ese engaño, y de un sentimiento de piedad quizás mal entendido, surge la madeja que se va liando entorno a los dos protagonistas, el teniente Hofmiller y Edith, que llega a su punto culminante al mismo tiempo que en Sarajevo muere Francisco Fernando.

   Este es un relato de una triste incomunicación, que al mismo tiempo, dice mil cosas: La confusión entre la realidad y el deseo, la falta de libertad del narrador-protagonista ante un mundo lleno de prejuicios que se interponen entre él y Edith.
   En esta historia, como en casi todas, novelas o reales, Edith es una inválida. A los ojos de todos, no "sirve" para lo que sí sirve Ilona. De ahí la enorme consternación de Hofmiller al descubrir que Edith ama, y no sólo eso, sino que desea. Que su cuerpo es mucho más que las piernas inmóviles. Y que su persona es mucho más que una niña caprichosa, sino una mujer que no se quiere resignar a vivir postrada, física y moralmente.


"¿Es verdad que visitas a esta gente rica sólo por compasión y simpatía?, me pregunto con suspicacia. ¿No se esconde también en ello un poco de vanidad y sibaritismo?"

   El tema de La impaciencia del corazón es la compasión. Se trata de un análisis exhaustivo de un sentimiento: cómo funciona, cuándo se da, qué implica, cómo se vive, etc. Sin embargo, es de llamar la atención que, a pesar de dar vueltas y vueltas sobre el mismo sentimiento, la lucidez que orienta la reflexión consigue que la prosa avance en profundidad y conmueva. El tema no se agota, al contrario, se enriquece y se multiplica en sus múltiples variables. Y por supuesto, Zweig despierta en nosotros la compasión hacia el teniente en muchas ocasiones, o hacia Edith, en otras.   Dado el interés de Zweig por el tema, encontramos que la compasión es un sentimiento que aparece en esta novela como el punto de partida en las tres parejas: el viejo Kekesfalva la sintió por su mujer luego de haberla desplumado económicamente, y en este caso se convirtió en una relación feliz. De la misma manera que aparenta ser armoniosa la relación del médico y la ciega.
   ¿Hubieran sido el teniente y Edith felices de haber superado el rechazo inicial del joven? ¿Hubieran conseguido darle un giro positivo a la relación y convertir la unión en una relación serena y estable?

   Dice Zweig, y ésta será su sentencia:

“Hay dos clases de piedad. Una, débil y sentimental, que en realidad sólo es impaciencia del corazón para liberarse lo antes posible de la penosa emoción ante una desgracia ajena, es una compasión que no es exactamente compasión, sino una defensa instintiva del alma frente al dolor ajeno. Y la otra, la única que cuenta, es la compasión desprovista de lo sentimental, pero creativa, que sabe lo que quiere y está dispuesta a aguantar con paciencia y resignación hasta sus últimas fuerzas e incluso más allá. Sólo cuando uno llega hasta el final, hasta el final más extremo y amargo, sólo cuando uno tiene la gran paciencia, puede ayudar a los hombres. ¡Sólo cuando se sacrifica a sí mismo, sólo entonces!”


Fuentes:

Club de Lectura de Liliana Costa
Librópatas.com

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