miércoles, 25 de noviembre de 2015

Il Gattopardo

Cambiar para no cambiar

   Gioacchino Lanza Tomasi, primo del autor de El gatopardo, y su albacea intelectual, considera que el mejor comentario que se ha escrito sobre este libro se debe al prestigioso intelectual de origen palestino, ya desaparecido, Edward Said, que considera que

«El gatopardo» habla sobre todo del paso del tiempo y de las edades del hombre, algo que obsesiona a todo el mundo en todas partes, de ahí que no sea un libro político, sino que eso forma parte de la trama, pero de lo que habla sobre todo es de cómo seguir adelante en medio de las complejidades que implica vivir. Todos pasamos por diferentes etapas en nuestra vida y cómo vamos cambiando a medida que envejecemos, y tienes la sensación, que se acentúa con el paso del tiempo, de que dispones de una cantidad de él, en torno a los cincuenta años.
  El Gatopardo narra las vivencias de Don Fabrizio Corbera, Príncipe de Salina, y su familia, entre 1860 y 1910, en Sicilia.
Tras el desembarco de Garibaldi en la isla en mayo de 1860, Don Fabrizio (personaje inspirado en Giulio IV di Lampedusa, bisabuelo del autor) asiste con distancia y melancolía al final de una época. La aristocracia comprende que el final de su supremacía se acerca: es el momento de que se aprovechen de la situación política los burócratas y la burguesía, las nuevas clases sociales emergentes que sacarán provecho del nuevo régimen generado por la unificación italiana.
   Don Fabrizio se indigna al saber que su sobrino Tancredi Falconeri, a pesar de combatir en las filas garibaldinas, es lo bastante oportunista para intentar aprovecharse de la situación y adaptarse al nuevo sistema político.  
La Expedición de los Mil o los camisas rojas
a su llegada a Sicilia.





   Tras su enfado inicial, don Fabrizio consiente que Tancredi contraiga nupcias con Angélica (la hija de un nuevo rico, don Calogero Sedara), porque sólo así, entrando por vía matrimonial en la nueva clase emergente, conseguirá su sobrino seguir perteneciendo al bando de los que dominan sobre los demás. Cuando un enviado del gobierno llega a Sicilia para ofrecer al príncipe Salina un escaño en el Senado, don Fabrizio vuelve a echar mano de su constante desencanto para renunciar y presentar, a su vez, la candidatura de don Calogero Sedara; porque él tiene bastante con esperar la llegada de la muerte.
   El personaje de Tancredi declara a su tío Fabrizio la conocida frase:

 “Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”.
   Esta frase simboliza la capacidad de los sicilianos para adaptarse a lo largo de la historia a los distintos gobernantes de la isla, pero también la intención de la aristocracia de aceptar la revolución unificadora para poder conservar su influencia y poder. El “gatopardismo” o lo “lampedusiano” es en ciencias políticas el “cambiar todo para que nada cambie”.
  
    Sin embargo, la amarga conclusión de Tomasi de Lampedusa será, en las páginas que describen el baile final, que las cosas han cambiado bien poco y que también la nueva situación muy pronto se incorporará a la inercia de la vida siciliana.
  
Manuscrito de El Gatopardo
  
   Como es sabido, El Gatopardo pudo no publicarse, y de hecho así ocurrió para su autor, que no llegó a verla impresa y que pocos días antes de su muerte, el 23 de julio de 1957, recibió una nueva carta de rechazo de una de las mejores editoriales italianas. Pero no es sólo eso, sino que El Gatopardo muy bien pudo no escribirse: Lampedusa no era escritor, o resultó serlo tan sólo después de su muerte; y si en los últimos años de su vida acometió su novela fue, al parecer, por causas enteramente menores: el relativo éxito tardío de su primo el poeta Lucio Piccolo, que lo llevó a hacer la siguiente consideración en una carta: "Con la certeza matemática de no ser más tonto, me senté ante mi mesa y escribí una novela"; otro de los alientos recibidos fue el de su mujer, Licy, quien lo animó a escribir por ver si con esa actividad se le aplacaba un poco la nostalgia; una tercera razón pudo ser su soledad: "Soy una persona muy solitaria", señaló. "De mis dieciséis horas de vigilia diaria, al menos diez transcurren en soledad. No pretendo, sin embargo, pasarme todo ese tiempo leyendo; a veces elaboro teorías literarias...". De manera que poco ímpetu y escasa ambición hubo detrás de El Gatopardo. El propio Lampedusa tenía sus dudas acerca de su valor: "Es, me temo, una porquería", le dijo en una ocasión a su discípulo Francesco Orlando aunque al mismo tiempo creía que merecía la publicación. No hubo mucho ímpetu ni mucha ambición al iniciar la tarea; al menos sí hubo algo de orgullo al terminarla.
   Así El Gatopardo sin ninguna intención de deslumbrar, se lee más de cincuenta años después de su publicación y ya en otro siglo, como una obra maestra solitaria por ser la única novela completa de su autor; por haber aparecido cuando éste ya estaba muerto, por provenir de un isleño apartado de la literatura "pública" hasta el fin de sus días; y por resultar extraordinariamente original, sin haber aspirado a ello.



Fuentes:
Artículo de Javier Marías "Odiar El Gatopardo". El País, 12/03/11

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