lunes, 25 de agosto de 2014

Ufano de su talle y su persona,
con la altivez de un rey en el semblante,
aunque rotas quizá, viste arrogante
sus calzas, su ropilla y su valona.
Cuida más que su hacienda su tizona,
sueña empresas que olvida en un instante. 
 Reza con devoción, peca bastante,
y en lugar de callarlo, lo pregona.
Intentó por su dama una quimera
y le mataron sin soltar la espada.
 Sólo quiso, al morir, que se le hiciera,
si algo quedó en su bolsa malgastada,
       una tumba de rey, donde dijera:

“Nació para ser mucho…y no fue nada”
 Un hidalgo de Enrique López Alarcón (1891-1963)
  Dramaturgo, poeta y periodista malagueño que vivió en Cuba.

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