jueves, 29 de noviembre de 2012

Guardianas al servicio de la S.S.

Los ángeles de la muerte

    El nazismo postuló que todos aquellos que no fueran arios no eran humanos y por tanto serían tratados como animales. Si era ético experimentar con perros, gatos y ratones, ¿qué problema habría en hacerlo con judíos, polacos, gitanos u homosexuales? La respuesta la encontramos en los campos de concentración nazis donde cientos de fieles guardianas, con la sangre limpia, y libres de intoxicaciones, se convirtieron en las torturadoras y asesinas más despiadadas de la Segunda Guerra Mundial. No son tan famosas como los Hitler, Himmler, Goebbels o Mengele pero la Historia más siniestra de la Humanidad tiene su hueco en las caras inhumanas que tantas víctimas dejaron tras de sí. Como el caso de Hermine Braunsteiner, La Yegua de Majdanek, que disfrutaba propinando severas coces en el estómago de sus confinadas. O Irma Grese, el Ángel de Auschwitz, cuyo pasatiempo favorito era echar a sus perros para que devoraran a las prisioneras. 
   Eran mujeres mediocres, sin estudios, analfabetas, que vieron en el Partido Nazi una carrera prometedora. A partir de ahí sus familiares ya no eran sus hijos o sus maridos, sino Hitler y las SS. Aquellas que destacaron por su sadismo fueron Ilse Koch, quien a pesar de tener tres hijos, golpeaba con más fiereza a criaturas judías. O Gerda Steihoff quien abandonó a su marido y su pequeño para iniciar su carrera como asesina en serie. Una vez que pasaban el umbral de Auschwitz, Bergen-Belsen o Stutthof, no había más vida que el dolor, la desolación y el maltrato.  La misión de todas ellas no solo era la selección de reos (niños, mujeres o ancianos), sino minarles la moral mediante el maltrato, la vejación, el fustigamiento y el sadismo.
    Ellas entraron por su propio pie, primero en la Liga Alemana de Mujeres y después en Ravensbrück, y a partir de ahí, decidieron convertirse en criminales. Sabian lo que hacían, perfectamente.
   La mayoría murió en la horca como Irma Grese, María Mandel o Dorothea Binz. Ilse Koch acabó suicidándose en su celda. Y otras como Herta Bothe la Sádica de Stutthof o Hermine Braunsteiner la Yegua de Majdanek, quedaron en libertad y nada se sabe de ellas. De Bothe, por ejemplo, existen unas declaraciones suyas para un documental alemán emitido en el año 2000 y titulado Holokaust.   
   A pesar de la reputación de brutalidad, ciertamente hubo casos de guardianas que mostraron una relativa empatía. Klara Kunig que se hizo guardiana a mediados de 1944 y prestó servicio en Ravensbruck y en el campo secundario de Dresden-Universelle. La jefa de guardianas del campo manifestó que ella era demasiado educada y amable con los reclusos, razón por la cual prescindió de ella en el campo en enero de 1945. Su destino ha permanecido desconocido desde el 13 de febrero de 1945, fecha en que los aliados llevaron a cabo el Bombardeo de Dresde. En Auschwitz-Birkenau, una Aufseherin fue encontrada culpable de ayudar a los reclusos ilegalmente, y la jefa de guardianas ordenó su castigo: sus compañeras guardianas fueron forzadas a propinarle veinticinco latigazos.

1 comentario:

  1. ¿De dónde sacaron estos cuentos de ciencia ficción?

    ResponderEliminar