miércoles, 2 de mayo de 2012

   Gregorio busca una nueva vida

   Segunda novela, segundo éxito y la confirmación de Magdalena Tirado como una novelista de raza, algo que se anticipaba tras la publicación de Los que lloran solos, su primera novela.
    Doscientos breves párrafos, obra secuencial, para retratar a pinceladas la vida de Gregorio, funcionario, 47 años, que vive, atrapado, todavía, en la misma casa que su madre. Encerrado en su propia desidia. Entregado por completo a sus circunstancias y a los deseos de otros.
   A pesar de la apariencia, no es un drama existencialista, asegura Tirado. Gregorio toma conciencia de su situación. Decide hacer algo con su vida, aclara. Se compromete a liberarse y a convertirse en el alter ego que hace tiempo ha imaginado. La situación inicial es tan sólo una excusa. Un punto de partida, un "origen sutil", tan válido como cualquier otro.

   El microcosmos familiar como fuente de frustración y sufrimiento oculto. La madre castrante, el hijo sumiso que acaba renunciando a sus deseos; la rebeldía y quizá también la esperanza. Una vez más se adentra en la peculiar relación entre una madre y su hijo, en "Los que lloran solos" la protagonista era una madre con hijo y en "El corazón de las estatuas" el protagonista es un hijo con madre. Hay muchas madres que ponen un Gregorio en su vida, no es algo extraño. Lo mismo que hay Gregorios que ponen una madre en la suya. Esta historia no parte de nadie en concreto.  Hay otros Gregorios que esto del conflicto familiar lo resuelven de la noche a la mañana.
   El monólogo como fórmula narrativa, la primera persona, la voz sin eco y sin posibilidad de réplica. A través de esta voz los personajes se vayan construyendo a medida que hablan; que se afirman y se nieguan; que se digan y se desdigan y todo, al mismo tiempo.
   Gregorio es un minucioso observador de la existencia, sobre todo de la que no se ha atrevido a vivir, y cuando ve que su felicidad se vuelve oscura y la esperanza se le desdibuja viendo pasar las tardes sentado en el sofá de su salón, trata de cambiarlo. Sale a la calle e intenta transformar el tedio de sus tardes sin sentido en ilusiones mínimas que le renueven el impulso. El tedio es una conciencia de desaliento que asfixia y Gregorio trata de vencerlo para atravesar el vacío que le lleve otra vez a desear. Un personaje que sirve para mostrar el sentimiento de la nada y al mismo tiempo negarlo. De esta manera también se mantiene la ilusión, la voluntad de existir por encima de todo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario