lunes, 12 de diciembre de 2022

Cartero

Resaca postal

Su estructura y su argumento son un desastre, y su prosa tiene altibajos brutales. Más que una novela se puede considerar un libro de relatos con una cierta unidad que se limita a un protagonista compartido y a algún elemento recurrente puntual. A menudo las partes están desconectadas del todo.


Cartero (1971) nos cuenta doce años de la vida de Henry Chinaski, álter ego de Bukowski., quien, desempeñó el trabajo de oficinista en una de las estafetas de correos de la ciudad donde vivía: Los Ángeles. Esta es, pues, una historia muy autobiográfica. Una historia que parece hablar de sueños frustrados y conformismo, pero que realmente no focaliza en nada.

La prosa de Bukowski pasa de reflexiones geniales a metáforas manidas. Compagina interesantes recursos estilísticos, una almazuela de piezas, con otros menos afortunados, enfatizar conceptos obvios mediante mayúsculas o cursivas. Además de soportar pasajes tediosos que se le cuelan al escritor de tanto en tanto; pasajes que hablan largo y tendido de temas tan fascinantes como el código de ética de la oficina de correos, las carreras de caballos o la morfología urbana de Los Ángeles.
Entonces, ¿qué tiene de bueno Cartero?

Esta auto-ficción es muy honesta. Además, hay que admitir que la voz de Bukowski, guste o no, es bastante personal. Su humor, ácido, es absolutamente hilarante. A destacar también el ejercicio de intertextualidad que hay en el final de la obra. Chinaski (y, por ende, Bukowski) abandona la miserable seguridad de su empleo con cuarenta y nueve años para dedicarse exclusivamente a escribir. Y escribe, precisamente, Cartero.

Con este texto irrumpió Bukowski en el mundo de las letras, en el que destacó con estilo propio. Henry Chinaski es un eterno aspirante a trabajos ocasionales y un bebedor empedernido, lo mismo que su novia, Betty, la mujer con la que convive. A través de un borracho amigo suyo, se entera de forma casual de que todos los años la oficina de correos contrata personal temporal para atender la sobrecarga de trabajo de la campaña de Navidad.

Tras esa primera toma de contacto y creyendo que se trata de un oficio cómodo y fácil, que además le permite desahogar sus impulsos sexuales con algunas de las mujeres con que topa, decide presentarse a las pruebas de admisión a cartero suplente. Aprobados los exámenes, comienza a trabajar en un oficio que, poco después, considera obsesivo y duro, pero que mantiene durante algo más de tres años.

La realidad es que en ese tiempo apenas descansa por las noches, y parte del día la dedica casi por completo a dos de sus pasiones favoritas: la bebida y la actividad sexual, sobre todo la primera. No es extraño que la constante resaca y el cansancio hagan mella en él y que, por otra parte, su rebeldía atraiga la ira de sus jefes, a quienes provoca con sus sarcásticas respuestas. Pero una defensa empecinada e irracional de su punto de vista le conduce medio año más tarde a presentar su dimisión.

Se abre entonces un paréntesis en el que Chinaski se dedica a descansar y a apostar con suerte a las carreras de caballos. Betty se muestra incómoda ante esta nueva situación. se separan, él alquila un nuevo piso y entonces conoce a una texana ninfómana, Joyce, con la que se casa en Las Vegas.

Aunque la familia de Joyce es extraordinariamente rica, Chinasky empieza a trabajar como mozo de carga en un almacén. Poco después solicita el ingreso como oficinista en Correos. De nuevo supera los exámenes de ingreso, pero resurge el obsesivo fantasma de la monotonía.
"-Tenemos que conseguir los dos trabajo --decía- para probarles que no vas detrás de su dinero, Para probarles que somos autosuficientes."
La relación con Joyce se va a pique y Chinasky vuelve a encontrar a Betty y de nuevo sienten una gran satisfacción charlando y gozando juntos los efluvios del alcohol, pero algo ha cambiado entre ellos. Han envejecido por separado y nada es como antes. Se separan, y mientras Betty se hunde cada vez más hasta fallecer de un coma etílico, Henry, sin abandonar la adicción a la bebida, supera las pruebas técnicas que le dan acceso a la categoría de empleado regular.

Y llega la intelectual Fay, con la que tuvo a una niña llamada Marina Louise. Aquí deja entrever su lado más humano en su faceta paternal, ya visto antes cuando se preocupa por Betty que agonizaba en el hospital.

"Pobre cosa, pensé, pobre y condenada cosita. No sabía entonces que algún día llegaría a ser una hermosa muchacha con la misma jeta que yo, jajaja." 
A pesar de todos sus defectos, de su asumido alcoholismo y su dejadez absoluta, Henry Chinaski se nos muestra como un tipo honesto a su manera, alguien que no pretende aparentar lo que no es. Enfrentado a todo y a todos, a sus superiores y compañeros. Así Chinaski deambula de una ocupación a otra, de una mujer a la siguiente, arrastrando una eterna resaca.

¿Cuál es el futuro para Chinaski? ¿Podrá llegar algún día a pasar el tiempo haciendo lo que más le gusta, escribir y apostar en las carreras? Cartero parece marcar el inicio de un tortuoso camino en busca de la libertad.

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