lunes, 3 de febrero de 2020

Matar a un ruiseñor

Dos contextos históricos
Años 30 del siglo XX. Maycomb es la población del estado de Alabama en la que Harper Lee ambienta Matar a un ruiseñor. Se trata de un lugar inventado pero, como tantos otras geografías imaginarias, basado en el lugar en el que la escritora pasaría su infancia: Monroeville, también otro pequeño pueblo del mismo estado. Maycomb es un lugar pequeño y deprimido, un espacio que puede representar cualquier población del sur de los Estados Unidos durante los años 30, con los efectos devastadores que tuvo la Gran Depresión en toda esa zona.
   No hay dinero y sus habitantes viven una vida provinciana, en la que cada uno es reconocido por las características de su familia y de sus antepasados más que por sí mismo, en donde todos ellos acaban actuando siempre de la manera que se espera de ellos.

Un día tenía veinticuatro horas, pero parecía más largo. No había prisa, pues no había ningún sitio donde ir, nada que comprar ni dinero con que comprarlo, nada que ver fuera de los límites del Condado de Maycomb.
   En el fondo, en el pasado de los personajes y en la acción, siempre están presentes las huellas de la Guerra Civil de la década de los años 60 del siglo XIX, las consecuencias del final de la esclavitud y, sobre todo, el tema del racismo.
    Hay muchos indicios que determinan que los hechos narrados en la historia están basados en algunas de las vivencias que la propia autora vivió cuando tenía 10 años de edad. De hecho, su padre, abogado, defendió a dos negros que terminaron acusados y mutilados en esa época, un hecho similar al vivido en la novela.
   La intolerancia humana más absoluta se estaba viviendo en aquella época en el país americano. Los hechos que se narran no se exageran y podrían ejemplificar cualquier caso real. El racismo era tal que un respetado abogado podía pasar a ser repudiado por sus vecinos y familiares simplemente por decidir hacer justicia y defender a una persona de raza negra.
   No solo el racismo era propio de la época, sino también la importancia de las apariencias. En esta época no importaba ser buena persona, sino aparentarlo. Mostrar simpatía por una persona negra significaba lo peor, aunque como en el caso del padre protagonista de la historia solo tratara de ayudar y de evitar una injusticia. La novela también sabe exponer el problema causado por la crisis económica que vivió Estados Unidos por la Gran Depresión, consecuencia directa de la Primera Guerra Mundial. Diferencias económicas brutales entre distintos sectores de la sociedad, hambre, pobreza… a los que sumaban los problemas de peso como el racismo y la intolerancia ciudadana a causa de sus vivencias en los años anteriores.
Hay cuatro clases de personas en el mundo. Ahí está el tipo común y corriente como nosotros y los vecinos, está también el tipo de gente como los Cunningham del bosque, esos como los Ewell abajo en el basurero, y los negros.
Año 1960. Publicación de la novela. A mediados de los años 50 en Estados Unidos se levantó el movimiento por los derechos civiles de los negros, otro de los motivos por los que Matar a un ruiseñor fue tan importante: recreaba con pericia el estado de una sociedad repugnante con el racismo como bandera, el mejor ejemplo posible para defender estos movimientos sociales. Uno de los actos que despertó a la sociedad fue la acusación judicial de Rosa Parks, una mujer negra cuyo único pecado fue no querer ceder su asiento del autobús a una persona blanca. Eso no podía continuar así.   Tras el fin de la guerra civil, ciudadanos negros llegaron ser electos alcaldes, gobernadores y representantes. Sin embargo, a finales de 1870, éstos habían perdido sus derechos políticos gracias al desarrollo de un sistema de segregación racial. Este sistema conocido como “Jim Crow” creó formas para negar o limitar el derecho al voto, marginarles social y económicamente haciendo crecer el ambiente de violencia racial.
   En los años 1960 se dio un renacer en la lucha de los afro-estadounidenses por el reconocimiento de sus derechos políticos y por el fin de la segregación racial. Bajo el liderato de personas como Martin Luther King, Malcom X, Rosa Parks, Huey P. Newton y Bobby Seale, los afro-estadounidenses usaron diversos tipos de medios para luchar contra quienes les oprimían y maltrataban (boicots, marchas, resistencia pacífica, resistencia armada, etc.). El resultado de esta lucha fue el desarrollo de un vasto movimiento a favor de los derechos civiles que logró la aprobación de leyes federales protegiendo los derechos de los ciudadanos afro-estadounidenses . Sin embargo, esta lucha constituyó una verdadera revolución, pues cambió considerablemente
las relaciones y actitudes raciales en los Estados Unidos.

   El asesinato de John F. Kennedy en noviembre de 1963 ocurrió en un momento que la lucha por los derechos civiles había ganado fuerza y contaba con el apoyo del presidente asesinado. La actitud que asumiría el nuevo residente de la Casa Blanca preocupaba a los líderes negros, pues Lyndon B. Johnson no se había caracterizado por sus simpatías hacia la lucha de los afro-estadounidenses. Afortunadamente el presidente entendió que la lucha por los derechos había cambiado el panorama político estadounidense. Johnson uso todo su poder e influencia para conseguir que el Congreso aprobara una ley de derechos civiles en 1964.
   La aprobación de la Ley de Derechos Civiles es uno de los episodios más importantes en la lucha por la igualdad. La ley prohíbe la discriminación en los espacios públicos, ilegaliza la discriminación en el trabajo por sexo, raza u origen nacional, prohíbe la discriminación en programas federales y autorizaba al Departamento de Justicia a iniciar casos legales para integrar escuelas y otras dependencias públicas.




   Matar a un ruiseñor supo situarse con elegancia como el mejor ejemplo de la situación vivida en los años 30 y también como una de las mejores defensas al movimiento ciudadano que estaba teniendo lugar en los años 60.

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