jueves, 2 de enero de 2020

Al envejecer, los hombres lloran

Gran título, mejor novela


   En España, Jean-Luc Seigle es conocido por ser el autor de un maravilloso regalo literario, Al envejecer, los hombres lloran (Seix Barral, 2013). Este guionista y dramaturgo francés ha trabajado tanto en el mundo del cine como en el de la televisión. Seigle recibió el reconocimiento de público y crítica gracias a esta obra logrando el Grand Prix RTL-Lire en 2012. Otras obras suyas son La nuit dépeuplée (2001), Le sacre de l’enfant mort (2004) o Je vous écris dans le noir (2015), no publicadas en España.
   Al envejecer, los hombres lloran narra un día en la vida de la familia Chassaing, un día aparentemente normal, salvo por dos hechos que en principio no tendrían ninguna conexión: la llegada del primer televisor a la casa, y el deseo de Albert, el padre de familia, de quitarse la vida.
   La acción se desarrolla en un pequeño pueblo francés de setenta y dos habitantes próximo a un núcleo industrial. Una narración teatral en donde Albert Chassaing vive con su familia en la casa rural de sus padres, con su madre senil, Madeleine, su mujer amante de la modernidad y obsesionada con su hijo Henri que está en la guerra de Argelia (1954-1962), y su hijo de diez años Gilles, joven lector en una casa donde no se lee cuyo rendimiento escolar se resiente provocando la inquietud del padre. Albert decide, ante esa situación, buscar ayuda en el maestro jubilado Antoine, cuya amable erudición y desordenada biblioteca encandilarán a Gilles. A esta trama hay que añadir una hermana más preocupada de sí misma que de su madre moribunda como es Liliane, una viuda de la guerra del 14 y un cartero que llama dos veces.
   Los personajes se construyen apenas con retazos pero el autor consigue hacerlos memorables y a la vez, dispares. La novela se estructura a través de las distintas fases del día 9 de julio de 1961: el amanecer, la mañana, la tarde, el crepúsculo y la noche, y según avanzan las horas, la angustia de Albert se hace más patente. Como su título indica, el tema del llanto es algo recurrente en la novela, los personajes lloran por diferentes motivos aunque también son felices por otros tantos. La literatura, el sexo, los nuevos electrodomésticos, el arreglo de relojes, se convierten en las vías de escape de cada cual en este claustrofóbico entorno.


   En un número no muy extenso de páginas se desarrollan conflictos profundos y complejos. El arte de la síntesis y la elipsis alcanzan aquí su máxima expresión. Sorprende por su lenguaje preciso, por su sólida estructura y por la facilidad para transmitir al lector las emociones de sus personajes. Seigle reivindica, por otra parte, el papel de la literatura para desmontar las falsificaciones de la "Historia Oficial". El autor dedica un capítulo final, un poco al margen de la trama desarrollada, pero dándole también continuidad, para contarnos la verdad sobre la Línea Maginot, muralla de defensa construida por Francia a lo largo de su frontera con Alemania e Italia, después del fin de la Primera Guerra Mundial. En esta novela el autor sostiene que el hombre que va a la guerra muere psicológicamente no sólo a causa del horror y el miedo. También sufre el deshonor de la derrota y sobre todo, la mentira política.
   Pero mientras Gilles se sumerge en la lectura y compara lo que le sucede a su familia a la de Eugénie Grandet de Honoré de Balzac y Suzanne pretende inmortalizar en una sesión fotográfica el nuevo electrodoméstico, Albert siente que el progreso encarnado por la concentración parcelaria que pretende el gobierno, borrará, de forma literal, las huellas del pasado, algo que sume al protagonista en una paralizante tristeza, la de todos aquellos incapaces de superar la quiebra de un mundo destinado a desaparecer.
Un mundo que presencia escenas como esta. Delicada y tierna.

"Desnuda, seca, de pie, plantada delante de él, ella hizo un gesto inesperado para autorizarlo a esa indecencia: abrió las palmas de sus manos en el vacío, haciendo, mediante ese signo, una ofrenda de su pobre cuerpo. Albert empezó a vivir ese momento de tremenda intimidad como un privilegio. Se arrodilló de nuevo a sus pies, para no dominarla, metió su mano en la manopla después de haberla escurrido, la enjabonó ampliamente y luego la fue subiendo con suavidad por entre los muslos de su madre".

   Albert es un hombre con una bala imaginaria alojada cerca del corazón. Así nos lo dice desde las primeras páginas, y así sabemos hacia qué lado quiere que se mueva la bala. Y este libro es el recorrido del movimiento de esa bala.

"Esos últimos días, Albert había buscado a alguien que pudiera acompañar a su hijo. No buscaba a nadie muy intelectual, sólo a alguien que pudiera ayudarlo mejor que él a sostenerse en la vida con un libro en la mano".
   La televisión es otra pieza clave más en el recorrido de esa bala imaginaria. Una bala que es la muerte, muerte que traerá la vida. Es la tristeza en pos de la alegría de otros.

1 comentario:

  1. Fantástica lectura, una de las que no se olvida. Una que no deja indiferente. En no muchas páginas, ¡cómo se puede decir tanto! Y una lectura que te lleva a otra a Eugenie Grandet, estupenda lectura también.
    Saludos.

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