viernes, 2 de marzo de 2018

La bestia en milímetros


   La novela La bestia debe morir de Nicholas Blake fue adaptada dos veces para la pantalla. La primera en Argentina (1952), en blanco y negro, dirigida por Román Viñoly Barreto y protagonizada por Narciso Ibáñez Menta. La segunda en Francia (1969), dirigida por Claude Chabrol y estrenada en España con el título Accidente sin huella, es una de las obras cumbre del director francés, por su ambiente característico de esa atmósfera de angustia, intriga e incertidumbre, de meditación solitaria, la voz en off que nos introduce en la silenciosa desesperación del personaje, es esta una constante en el cine de Chabrol.
   Existe una tercera película llamada La bestia debe morir, protagonizada por Peter Cushing, que no tiene ninguna relación con el texto de Nicholas Blake, sino que está basada en el cuento No habrá oscuridad (There Shall Be no Darkness) de James Blish.
   En la década de los 50, Narciso Ibañez Menta decide fundar la productora Esmeralda Films (nombre dicen que en honor al color de ojos de su esposa, la entonces Laura Hidalgo, protagonista de este film) y para inaugurarla toma nada más y nada menos que la obra de Nicholas Blake.  
   Los primeros minutos de film abarcan el final de la novela. Inmediatamente y en forma de flashback empieza la historia central que se nos quiere contar y que no es otra que la de un desesperado padre que ha perdido a su pequeño hijo en un accidente y de cómo meticulosamente va planeando su venganza luego de casualmente haber descubierto quién fue la bestia al volante que lo atropelló y lo abandonó a su suerte.
   La historia guarda secretos y sorpresas hacia el final que alimentan el clima de suspense.
   La actuación que nos ofrece Menta es irreprochable, personificando a un demasiado controlado hombre, en apariencia frío y calculador pero que no es otro que un padre que sufre y que no vivirá hasta que no se haga justicia.

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