jueves, 2 de febrero de 2017

El corrido de Dante


Transculturación en estado puro
  
   La obra del escritor peruano Eduardo González Viaña constituye un interesante ejemplo de la llamada “literatura de la inmigración” en Estados Unidos, en tanto que se aplica en ella las técnicas del realismo mágico, propias de la descripción de Hispanoamérica, a la realidad estadounidense, en una muestra de mestizaje intercultural.
   En El corrido de Dante (2006, Premio Latino Internacional 2007), se traza las líneas maestras de una modalidad literaria muy en boga desde el último cuarto del siglo pasado y que, pese al desafío que constituye para los creadores de los cánones literarios hispánico y anglófono, merece cada vez mayor atención por parte de la crítica literaria y de la antropología cultural: la llamada literatura de la inmigración, escrita por hispanoamericanos residentes en Estados Unidos. Estos, cuando son de origen mejicano, suelen clasificar sus obras de literatura chicana. 
   Dicha clasificación ha gozado desde su acuñación de un éxito extraordinario, debido a las tramas desarrolladas en estas obras literarias que inciden en las precarias condiciones de vida a que se ven sometidos los emigrantes hispanoamericanos en los Estados Unidos, a la vez que pretenden dar cuenta de la riqueza folclórica y espiritual de estas comunidades, pero también del fenómeno que el antropólogo Fernando Ortiz llamó transculturación en su influyente ensayo Contrapunteo cubano del tabaco y del azúcar (1940) definido por la RAE como "Recepción por un pueblo o grupo social de formas de cultura procedentes de otro, que sustituyen de un modo más o menos completo a las propias". Por lo que se podría decir que la transculturación es un proceso gradual por el cual una cultura adopta rasgos de otra, hasta culminar en una aculturación.
   

   La nueva situación de González Viaña como profesor residente  en Estados Unidos le permitió conocer muy de cerca los sinsabores de una amplísima comunidad de trabajadores hispanoamericanos que, como consumidores, contribuyen a la riqueza del mercado de un país que, en cambio, los somete a condiciones de explotación, persecución y discriminación. De esta experiencia tan próxima y de su actitud solidaria frente a ella surge su tarea de defensa de las minorías hispanas residentes en Estados Unidos y, sobre todo, sus libros Las sombras y las mujeres (1996) y Los sueños de América
(2000) y los textos periodísticos recogidos en Correo de Salem (1998).
    El protagonista de El corrido de Dante es, como indica el título de la novela, el mejicano Dante Celestino, emigrado a Estados Unidos junto con su esposa Beatriz. En una suerte de ironía trágica, una vez que logran instalarse en el pequeño pueblo de Mount Angel (Oregón) y tener a Emma, Beatriz muere y hace prometer a Dante que le preparará a su hija una fastuosa fiesta de quinceañera; el motivo de la promesa en el lecho de muerte como desencadenadora del conflicto narrativo aparece igualmente en Pedro Páramo (1955) de Juan Rulfo.
   Dante ya le había aconsejado a Emmita que nunca se juntara con pandilleros o traficantes de drogas. Pero la joven ignora los consejos de su padre y, durante su quinceañera, se fuga con un latino vestido de negro, con tatuajes, que casi no habla español y que maneja una moto.
   Dante, que debido a su cultura de origen no comprende las exaltadas demandas de libertad de una chica tan joven ni
que éstas se hallen amparadas por la ley estadounidense, decide lanzarse con su furgoneta a la carretera en su búsqueda.
   Así comienza la odisea de Dante acompañado de Virgilio, un burro muy particular, y la voz de su esposa muerta, viajando a Las Vegas, donde se supone vive el novio –o raptor, según Dante- de su hija.
En un doloroso viaje lleno de nostalgia que provoca recuerdos súbitos de su vida provinciana en México y de los días luminosos con su difunta esposa en Estados Unidos, Dante se encuentra con una serie de personajes excéntricos que harán de esta agridulce hazaña una impresionante fábula con implicaciones para la inmigración, la asimilación cultural y el futuro de un Estados Unidos latinizado.
   Los nombres de Dante, Beatriz y Virgilio nos dan las claves del tragicómico juego intertextual que se establece entre esta novela
y la Divina Comedia de Dante Alighieri, en la que la libertad y las supuestas políticas de interculturalidad conviven con el racismo, la explotación y la indiferencia ante los crímenes de quienes trafican con las drogas y con los sueños y las vidas de los emigrantes.
Y es que, aunque El corrido de Dante es una denuncia de las extorsiones y discriminaciones de que son víctimas los emigrantes a un lado y a otro de Río Grande, las técnicas narrativas empleadas no pretenden esbozar un panorama que podamos llamar "realista" sino más bien simbólico, en estrecha conexión con el estilo del realismo mágico para mostrarnos las penurias por las que el protagonista pasó para cruzar la frontera con Estados Unidos ayudado por las mafias de coyotes y bajo la amenaza de los patriots, granjeros estadounidenses que no dudan en matar a los emigrantes
    González Viaña ha sabido recoger en El corrido de Dante el hecho de que el emigrante que llega a la frontera se despoja allí de parte de su identidad y adquiere nuevos rasgos pero sin renunciar a muchos de los suyos originarios, por lo que el término transculturación viene siendo mucho más esclarecedor a la hora de definir el fenómeno.

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