viernes, 6 de mayo de 2016

La dieta de la memoria...

... y lo que dió de sí.

   Esto de la poesía esta dando mucho juego. Si yo me animé a soltar un alejandrino de Rubén Darío así como así, Ginés nos quiso regalar unos versos de la poeta de Totana, Katy Parra, La manzana o la vida, a modo de introducción al tema del libro de Virginia Woolf. Sólo con la intención de ambientarnos un poco y dejarnos al final con la boca abierta. Y Matías nos ofreció un Padrenuestro por los que no leen…del escritor cordobés Marcos Rafael Blanco Belmonte. Os dejo aquí toda la información recogida a la espera de la que pueda incorporar en la próxima reunión la de Basi y de Rocio y, por supuesto, de Matías que está en la retaguardía. Saludos miles.





La manzana o la vida 
Katy Parra, Planeta Clandestino# 130

Si te quieres salvar a toda costa,
desconfía de las manzanas.
                                                                               Produzca la tierra seres vivientes según su género.
                                                                                                                                                         DIOS

No salgas a la calle sin perro lazarillo
ni antes de rezar tus oraciones.
No entres a la iglesia
sin un salvoconducto
ni pienses en voz alta.
No te conviene echar más leña al fuego de tu
reputación.
Si quieres ir al cielo con tu expediente limpio,
si te quieres sentar a la derecha,
has de ser un buen hijo y no comer manzanas.
Declina invitaciones de mujeres que vengan a salvarte.
Eva no es de fiar.



Padrenuestro por los que no leen…

Por los que yacen en la ignorancia
y a la desdicha viven sujetos;
por los que siempre, desde la infancia,
son infelices analfabetos;
por los que cruzan por esta vida
sin un buen libro que los consuele;
por los que llevan el alma herida
de la injusticia que tanto duele,
y nunca hubieron en la lectura
blando refugio, noble maestro;
con la mirada puesta en la altura
recemos todos un Padrenuestro.

No saben nada; lo ignoran todo,
van como ciegos, y en su jornada
huellan lo mismo flores que lodo.
nada aprendieron; no saben nada.
ni la grandeza del firmamento,
ni lo infinito del mar gigante,
ni las conquistas del pensamiento
dan a sus almas ritmo pujante.
Son más que ciegos; su desventura
tiene amargores de pesadumbre…
Señor: el libro brilla y fulgura…
¡Dáles el libro que los alumbre!

Dáles la Biblia que es lo divino,
y al padre Homero que es sobrehumano,
y a Tomás Kempis, que es el camino
del que, doliente, quiere ser sano.
Dáles la gloria, panal de Ciencia,
de “Las Moradas”, rosas fragantes;
dáles la risa, luz y experiencia
que en el “Quijote” puso Cervantes…

Y el “Romancero”, flor de heroísmo,
canción de gesta que en sol se baña,
para que aprendan el Catecismo
de fe robusta, de amor a España.


Matías cambió la última estrofa por esta, ya que la anterior no le gustaba.


Y el “Romancero”, flor de heroísmo,
canción de gesta que tanto entraña,
dales que aprendan del misticismo
que en otro tiempo reinó en España. 



Y ahora el mío.


De invierno de Rubén Darío de su libro Azul (1890)



En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
envuelta con su abrigo de marta cibelina
y no lejos del fuego que brilla en el salón.

El fino angora blanco junto a ella se reclina,
rozando con su hocico la falda de Aleçón,
no lejos de las jarras de porcelana china
que medio oculta un biombo de seda del Japón.

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño:
entro, sin hacer ruido: dejo mi abrigo gris;
voy a besar su rostro, rosado y halagüeño

como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos; mírame con su mirar risueño,
y en tanto cae la nieve del cielo de París.

   Ya comenté que me gustaba mucho el poema porque lleva mi nombre y porque forma parte de una anécdota que contó el poeta Benjamín Prado cuando estuvo en Molina de Segura. Prado contaba que Albertí y él tuvieron un accidente y que el gran poeta no paraba de recitar este poema en el coche para sentirse que estaba todavía vivo. 
    El 22 de abril salió a la venta 14 de ciento volando de 14, un disco en el que Pedro Guerra ha puesto música a 14 sonetos de Joaquín Sabina extraídos de su famoso libro de poesía “Ciento volando de catorce” y Arde Estocolmo que contiene 14 canciones en las que Pedro Guerra mantiene su visión penetrante sobre la realidad, su capacidad para extraer belleza de lo cotidiano y su atracción por la poesía. Una de esas canciones es el poema De invierno de Rubén Darío.

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