viernes, 29 de abril de 2016

Una habitación propia


La clarividencia de Virginia Woolf
  

Libro de Arielle
    Considerada pionera en la reflexión sobre la condición de la mujer, la identidad femenina y las relaciones de la mujer con el arte y la literatura, Virginia Woolf desarrolló en algunos de sus ensayos estos temas, destacando por la repercusión que posteriormente tendría para el feminismo, Una habitación propia (1929). Aunque no sólo los abordó en los ensayos, sino que también lo hizo en novelas como la inquietante y misteriosa Orlando (1928), en la que se difuminan las diferencias entre la condición masculina y la femenina encarnadas en el protagonista, un aristócrata con la facultad de transformarse en mujer.
   Una habitación propia es un ensayo en parte novelado, que tradicionalmente ha sido considerado el legado de Virginia Woolf a la causa feminista. Está elaborado a partir de las dos conferencias que la autora dió en Cambridge, en la Sociedad Literaria de Newham y en la Odtaa de Girton, en octubre de 1928. El tema que le propusieron fue “Las mujeres y la novela”. Un tema, sin duda, complejo por ilimitado, y que no hay forma de abordar debidamente si el autor no realiza el esfuerzo de analizar el papel que ha desempeñado la mujer en la sociedad a lo largo de la historia. 

Ella así lo entiende, y lleva al lector de la mano por un recorrido histórico en el que nos desvela las desventajas que ha sufrido la mujer en todos los órdenes sociales y cómo esta discriminación ha influido en sus afanes literarios y creativos; y lo hace de una manera casi clarividente.
    Lo cierto es que con este ensayo, rebatiría todas las críticas masculinas con respecto a la capacidad de las mujeres de crear, incluidas las que en un principio podrían parecer convincentes aun para las propias mujeres. Y lo hace demostrando que esas críticas son fruto de la hipocresía, y nacen de la propia inseguridad de los hombres. La autora infiere que es injusto burlarse de la inteligencia de una mujer cuando no ha recibido la misma preparación intelectual que el hombre; y no porque ella lo hubiese decidido así, sino porque se le ha negado ese derecho a la largo de los siglos. La propia Virginia nos advierte que el hombre no quiere ver en la mujer a una rival o a alguien que pueda poner en tela de juicio sus acciones, sino a un ser que lo admire sumisamente.   

    Y nos ilustra este hecho narrándonos una historia sobre lo que hubiera ocurrido si Shakespeare hubiese tenido una hermana dotada para la poesía, llamada Judith. En ese pequeño relato nos expone los obstáculos a los que debería enfrentarse para, finalmente, no conseguir escribir ni una sola línea, y acabar siendo humillada y burlada.
   También repasará la historia de las mujeres que osaron escribir, desde el siglo XV hasta su presente, echando de menos en estas mujeres la libertad creativa y las experiencias vividas por los hombres; o, dicho de otro modo, la independencia económica de estos y su capacidad para pensar por sí mismas.
    Lo cierto es que ya en el primer capítulo del ensayo, la autora nos demuestra que tanto el hombre como la mujer pueden estar perfectamente capacitados para la poesía, comparando los versos de Alfred Tennyson con los de Christina Rossetti. Ambos parecen, incluso, escribir el mismo poema, ambos parecen complementarse, formando esa misma mente andrógina de la que nos habla la autora.
   Y concluye advirtiendo lo que sugirió en un principio, que sin independencia económica y sin una habitación propia la mujer no puede crear grandes obras literarias. No sólo es la necesidad de tiempo, intimidad y silencio que solicita un creador, sino también un lugar de abstracción en el que no permita la entrada a las opiniones ajenas ni a la propia conciencia de su situación tradicional de dependencia y sumisión ha sufrido desde siempre. 
   La propia Virginia parece consciente de que la mujer necesita aún cien años más; tras los cuales podrá disfrutar de ese estímulo de libertad, privilegio exclusivo de los hombres. 

   Ya en el siglo XXI podemos afirmar que las mujeres han dado la razón a Virginia Woolf cumpliendo con sus previsiones; ya que no sólo realizan toda clase de trabajos antes reservados a los hombres, sino que lo han hecho con la misma eficacia.
   Y es que cuando Virginia Woolf reclamaba para la mujer independencia económica y una habitación propia, no estaba sino exigiendo algo que los hombres, en general, siempre habían tenido a su alcance; es decir, reivindicaba los mismos derechos y las mismas oportunidades para las mujeres que para los hombres.

"…uno se acuerda de que estas telas de araña no las hilan en el aire criaturas incorpóreas, sino que son obra de seres humanos que sufren y están ligados a cosas groseramente materiales, como la salud, el dinero y las casas en que vivimos."

  
Fuente: Miguel Bravo Vadillo

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