jueves, 2 de octubre de 2025

Graham Greene

Luchando contra sus demonios


En 1976, el escritor británico Graham Greene llegó a España buscando la paz, más concretamente al Monasterio orensano de Oseira, ya encumbrado como el autor vivo más célebre del mundo. Sus libros habían sido llevados al cine por los grandes directores de la época, tras alcanzar el doble reconocimiento de público y crítica. Sin embargo, su mayor mérito había sido otro: sobrevivir a sí mismo.

Greene nunca tuvo un aprecio especial por su existencia. En su juventud había intentado suicidarse en varias ocasiones y jugaba a la ruleta rusa. Era bipolar y maniaco-depresivo, condiciones que destruían sus relaciones con amigos, familiares y amantes. Su huida de sí mismo lo llevaba a frecuentar burdeles de África, Asia y Europa y fumaderos de opio en Oriente. A sus infidelidades, sumaba un consumo desaforado de alcohol y cualquier droga que lo trasladara a lugares más apacibles que su atormentado yo interior.

Ese desapego por la vida hacía que Greene fuera perfecto para los dos oficios de los que vivió antes de hacerse un escritor de éxito: corresponsal para The Times y Le Figaro y espía, a las órdenes del M16, el servicio de espionaje británico. Incapaz de pasar demasiado tiempo en el mismo lugar o con la misma persona, admitía ser un marido terrible y un impredecible compañero de viaje.

Nacido en 1904, Greene consiguió ensamblar a la perfección el trabajo de reportero con el de novelista. Los artículos publicados acababan, con frecuencia, por ser el primer borrador de la novela. Sin sus vivencias sobre el terreno, sin sus artículos desde Indochina, no hubiera sido posible una novela como El americano impasible (1955), rica en datos, realista y con un ambiente asfixiante que solo puede describir quien lo ha padecido.

Lo mismo se puede decir de otros muchos de sus libros. Sus reportajes sobre México fueron el embrión de El poder y la gloria (1940). Los que realizó sobre Cuba dieron lugar a Nuestro hombre en La Habana (1958). Los de Argentina desembocaron en El cónsul honorario (1973). Y si no hubiera viajado a las cloacas de los servicios secretos y el mundo del espionaje, a ambos lados del Muro, tampoco hubieran sido posibles títulos fundamentales como El tercer hombre (1950) o El factor humano (1978)

Adaptadas la mayoría de sus obras al cine, presentan personajes complejos presionados por el factor ambiental, que luchan por su liberación o su afirmación. La problemática católica, el autor se convirtió al catolicismo en su juventud, no afecta ni entorpece el curso ágil de sus tramas argumentales ni convierte la acción redentora de los personajes en una lección moral.

El estilo de Graham Greene se caracteriza por la combinación de suspense y tensión narrativa con profundas reflexiones morales y espirituales y su interés en la ambigüedad de la naturaleza humana. Sus novelas a menudo exploran dilemas éticos, el pecado, la redención, la condena y la fe en un contexto de intriga política y social, utilizando un lenguaje funcional y directo, carente de adornos excesivos.

Greene pasó los últimos años de su vida viviendo en un humilde piso en Antibes, en el Mediterráneo francés, escribiendo quinientas palabras al día. Ni una más. Ni una menos. Tras dejar atrás sus días de aventura y frenesí, se dedicó a escribir el segundo tomo de su autobiografía, donde resumiría su vida en la primera frase: “Qué largo camino ha sido”.

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