lunes, 6 de octubre de 2025

El final del affaire

"Una historia no tiene principio ni fin..."


En 1946, en un Londres en el que todavía se perciben las heridas de la guerra, Maurice Bendrix se encuentra por casualidad con el diplomático Henry Miles, a quien no veía desde hacía tiempo. Henry está casado con Sarah, con quien Maurice había tenido un affaire durante la guerra. Cuando Henry le confiesa que sospecha que Sarah le es infiel, será Maurice, empujado por la curiosidad y los celos, quien decida contratar a un detective privado para averiguar la verdad.

Se dice que El final del affaire (1951) es la mejor novela de Greene y también una de las más autobiográficas. La propia casa de Greene en el número 14 de Clapham Common Northside fue bombardeada durante el Blitz y su romance con Catherine Walston, esposa del político laborista Harry Walston, fue la base para la novela. La meticulosa indagación sobre las luces y sombras de una relación sentimental, el demonio de los celos, el peso de la culpabilidad, sobre los mecanismos del deseo y de la fe, y los estrechos vínculos entre el amor y el odio hacen que la obra conserve hoy la misma vigencia y autenticidad que cuando fue publicada.

Aunque a Greene no le gustaba que lo catalogasen como escritor católico, El final del affaire es la cuarta y última de su tetralogía de "novelas católicas" de Greene, después de Brighton Rock (1938), El poder y la gloria (1940) y El revés de la trama (1948).

Contada en primera persona, el autor no teme abordar asuntos complicados como Dios, la fe, los milagros, la deslealtad, la rabia del desamor o los límites entre la inocencia y el pecado. La novela se estructura en cinco partes. La voz de Bendrix es inteligente, irónica, cercana, despreciativa a veces, envidiosa, apasionada, ligera y profunda, todo a la vez. Pensabamos que su voz iba a ser la constante en la obra hasta que el libro tercero comienza con las páginas del diario de Sarah Miles. Como nos recuerda Mario Vargas Llosa en el matizado epílogo de la edición de Libros del Asteroide, Sarah Miles es el mejor personaje femenino de toda la obra de Greene. El tono de la mujer es más poético y reposado. Desconfía del apasionamiento del amado, lo desea, pero también Sarah nos revela una impresión íntima y espiritual causada por un suceso sobrenatural, fundamental en el desenlace de la novela.

El flujo de conciencia del narrador, va hacia atrás en un flashback intermitente a la búsqueda del pasado, o hacia el presente, siguiendo los pasos de la que fuera su amante, tropezándose con personajes como el fanático religioso Smythe o el pintoresco investigador Parkis, autor del robo del diario de Sarah.

Greene analiza la impresión que un hecho, vivido como milagroso, puede causar en la conciencia de una persona. La novela habla del Dios personal y de la redención de la culpa; habla del perdón y del sacrificio; del amor-pasión y de los miedos a dañar al prójimo; se habla de las incoherencias de los seres y de la inevitabilidad del deseo.


En dos ocasiones fue llevada al cine. En 1955 fue dirigida por Edward Dmytryk y protagonizada por Deborah Kerr como Sarah Miles, Van Johnson como Maurice Bendrix, John Mills como Albert Parkis y Peter Cushing como Henry Miles.​ Posteriormente, en 1999, dirigida por Neil Jordan, fue protagonizada por la actriz estadounidense Julianne Moore como Sarah Miles, el actor inglés Ralph Fiennes como Maurice Bendrix y el actor irlandés Stephen Rea como Henry Miles.

Se podría decir que, pese a ser una novela marcadamente sentimental, El final del affaire conserva el talento instintivo de Graham Greene para mantener la tensión hasta la última página, como si de una novela de intriga se tratase.

jueves, 2 de octubre de 2025

Graham Greene

Luchando contra sus demonios


En 1976, el escritor británico Graham Greene llegó a España buscando la paz, más concretamente al Monasterio orensano de Oseira, ya encumbrado como el autor vivo más célebre del mundo. Sus libros habían sido llevados al cine por los grandes directores de la época, tras alcanzar el doble reconocimiento de público y crítica. Sin embargo, su mayor mérito había sido otro: sobrevivir a sí mismo.

Greene nunca tuvo un aprecio especial por su existencia. En su juventud había intentado suicidarse en varias ocasiones y jugaba a la ruleta rusa. Era bipolar y maniaco-depresivo, condiciones que destruían sus relaciones con amigos, familiares y amantes. Su huida de sí mismo lo llevaba a frecuentar burdeles de África, Asia y Europa y fumaderos de opio en Oriente. A sus infidelidades, sumaba un consumo desaforado de alcohol y cualquier droga que lo trasladara a lugares más apacibles que su atormentado yo interior.

Ese desapego por la vida hacía que Greene fuera perfecto para los dos oficios de los que vivió antes de hacerse un escritor de éxito: corresponsal para The Times y Le Figaro y espía, a las órdenes del M16, el servicio de espionaje británico. Incapaz de pasar demasiado tiempo en el mismo lugar o con la misma persona, admitía ser un marido terrible y un impredecible compañero de viaje.

Nacido en 1904, Greene consiguió ensamblar a la perfección el trabajo de reportero con el de novelista. Los artículos publicados acababan, con frecuencia, por ser el primer borrador de la novela. Sin sus vivencias sobre el terreno, sin sus artículos desde Indochina, no hubiera sido posible una novela como El americano impasible (1955), rica en datos, realista y con un ambiente asfixiante que solo puede describir quien lo ha padecido.

Lo mismo se puede decir de otros muchos de sus libros. Sus reportajes sobre México fueron el embrión de El poder y la gloria (1940). Los que realizó sobre Cuba dieron lugar a Nuestro hombre en La Habana (1958). Los de Argentina desembocaron en El cónsul honorario (1973). Y si no hubiera viajado a las cloacas de los servicios secretos y el mundo del espionaje, a ambos lados del Muro, tampoco hubieran sido posibles títulos fundamentales como El tercer hombre (1950) o El factor humano (1978)

Adaptadas la mayoría de sus obras al cine, presentan personajes complejos presionados por el factor ambiental, que luchan por su liberación o su afirmación. La problemática católica, el autor se convirtió al catolicismo en su juventud, no afecta ni entorpece el curso ágil de sus tramas argumentales ni convierte la acción redentora de los personajes en una lección moral.

El estilo de Graham Greene se caracteriza por la combinación de suspense y tensión narrativa con profundas reflexiones morales y espirituales y su interés en la ambigüedad de la naturaleza humana. Sus novelas a menudo exploran dilemas éticos, el pecado, la redención, la condena y la fe en un contexto de intriga política y social, utilizando un lenguaje funcional y directo, carente de adornos excesivos.

Greene pasó los últimos años de su vida viviendo en un humilde piso en Antibes, en el Mediterráneo francés, escribiendo quinientas palabras al día. Ni una más. Ni una menos. Tras dejar atrás sus días de aventura y frenesí, se dedicó a escribir el segundo tomo de su autobiografía, donde resumiría su vida en la primera frase: “Qué largo camino ha sido”.