lunes, 8 de enero de 2018

El imperio de Yegorov

Estoy absolutamente convencido de que los grandes eventos tienen su origen en una cosa muy pequeña”



  A Manuel Moyano (Córdoba, 1963) le fascina la narrativa fantástica, así como su interés por asuntos antropológicos. Bajo estas líneas nace un experimento arriesgado que le ha salido bien, El imperio de Yegorov (Anagrama, 2014).   Finalista del premio Herralde de Novela, El imperio de Yegorov es una obra de estructura totalmente original, que permite al lector adentrarse en ella sin ningún problema aún funcionando en varios planos. En la misma marmita se mezcla aventura, tintes policíacos, política, sátira social y ciencia ficción. Una novela teñida de ironía que es también una reflexión sobre la fugacidad de la existencia humana y la búsqueda de la inmortalidad.
  1967. Partiendo del diario de Shigeru Igataki, miembro de un grupo japonés que investiga a unos aborígenes en Papúa-Nueva Guinea, sabemos que a esta expedición pertenece Izumi Fukada, una atractiva joven estudiante de antropología que contrae una extraña enfermedad que es el detonante de un increíble hallazgo: el descubrimiento de una extraña larva que habita en los peces, el Yashirum y también de su inhibidor, el eletu, procedente de unas flores amarillas. Pero más aún: la arriesgada apuesta por la eterna juventud y las fuentes de la inmortalidad a manos de la industria farmacéutica y química.
   Este episodio trivial es el primer eslabón de una imprevisible cadena de acontecimientos que prosigue en Japón, salta a los Estados Unidos y termina alumbrando, setenta y cinco años después, una pesadilla distópica a escala planetaria.
   El imperio de Yegorov sorprende al lector por su audacia técnica, por la originalidad de su trama y por su ritmo imparable. Un experimento lleno de personajes como el médico Yasutaka Mashimura, el misionero Ernest Cuballó, el poeta Geoff LeShan, la actriz Lillian Sinclair, el policía Walter 'Capullo' Tyndall o el abogado Alexandr Shabashkin junto a un elemento muy importante y clave en la narración: la elatrina.
   Manuel Moyano comenta que lo escribió en quince días de rabiosa inspiración, ya que ese momento, según él, no es algo que se sostiene por mucho tiempo «di de repente con el argumento, el tono y el medio... y eso se da pocas veces en la literatura». El libro posee un ritmo intenso porque está escrito bajo el mismo estado.
   Es una historia contada desde una documentación muy diversa y original, como diarios, cartas, correos, prospectos farmacéuticos, un sms, un testamento, informes de detectives, noticias y transcripciones de grabaciones, obituarios o comentarios de blog, entre otros. "Gracias a esa técnica he conseguido crear una tensión narrativa y que el lector quiera continuar para saber qué va a pasar; también creo que la novela destaca por su tono humorístico, ya que lo satírico domina toda la obra"
  Pero no serán ni Nueva Guinea ni Osaka los escenarios de la perdición humana, sino un gigantesco y blindado laboratorio, la Pine Chemical, en Pasadena, Estados Unidos, capaz de gestionar por igual la vanidad inmensa de las estrellas de Hollywood, de los congresistas americanos, de los deportistas o de los cantantes de rock. Un rentable mundo de dependientes de su dosis diaria y de gangsters y mafiosos sin escrúpulos. Setenta y cinco años de intriga novelada, con gran riqueza inventiva y verbal.
   A partir de ahora la forma de mirar a los ojos de la gente nos va a ser diferente.

Anexo: Imágenes cedidas por 

Yashirum fasciola
Eletu

Elatrina

El doctor Nintai

Posibles inoculados

Más información: Plataforma ciudadana contra Yegorov

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