jueves, 2 de noviembre de 2017

Guibrando Viñol

Gente no tan corriente

   En El lector del tren de las 6.27, Jean-Paul Didierlaurent cuenta la historia de Guibrando Viñol, operario de la STRN (Sociedad de Tratamiento y Reciclaje Natural) encargado de manejar la trituradora de libros Zerstor 500, más conocida como La Cosa. Cada mañana, durante el trayecto hacia su trabajo en el RER (Réseau Express Régional, el equivalente francés de nuestro tren de cercanías), Guibrando deleita al resto de pasajeros con la lectura de recetas de cocina, extractos del último Goncourt, párrafos de novela negra, páginas que se han salvado de las fauces de La Cosa en cada turno.
   

   Este es el punto de partida de una historia en la que Didierlaurent va incorporando tramas y personajes como Felix Kowalski, el jefe indeseable; Brunner, quien maneja la Zerstor junto a Guibrando y desea por encima de todas las cosas que algún día le permitan poner en marcha la máquina; Yvon Grimbert, dueño y señor de la garita de seguridad que habla en alejandrinos; Giuseppe Carminetti, un mutilado que busca sus piernas; Rouget de Lisle, un pez rojo al que Guibrando cuenta cada día sus cuitas; las hermanas Delacôte, Josette y Monique, seguidoras de las lecturas mañaneras de Guibrando en el RER y que llevan a nuestro protagonista a conocer un lugar muy especial: Las Glicinas y Julie, una princesa cuyo palacio es un aseo público, ausente y presente en los pensamientos de Guibrando tras un casual hallazgo en el RER.
   Didierlaurent dice haber querido conceder un poco de visibilidad a quienes considera invisibles hoy en la sociedad. “Mi idea era tomar a este hombre ordinario y convertirlo en un ser extraordinario. Quería buscar en mis personajes esa pepita de oro que todos llevamos dentro. Los hombres y mujeres anodinos también son capaces de decir y hacer cosas interesantes”, sostiene el autor.
   El escritor francés envuelve temas profundos, como la insatisfacción vital y la alienación laboralen una trama que en principio puede parecer incluso banal, pero solo hay que rascar un poco para descubrir su verdadero significado. Una historia agradable de leer, utilizando un lenguaje sencillo y fluido.
   La crítica francesa ha comparado su libro con Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, pero para Didierlaurent la diferencia radica en que "no es un manifiesto contra la destrucción de los libros", sino que la máquina trituradora es solo un pretexto.
   Además, en la novela de Bradbury, los libros "se destruyen y ya está", mientras que en su libro Si en Fahrenheit 451 los libros eran quemados por razones políticas, en su novela lo son "por motivos económicos”, argumenta Didierlaurent.
   "Lo que quería era demostrar que en la monotonía de los días también hay fuentes de felicidad" que "hay que saber buscar con una actitud positiva", reflexiona el autor.
   
  
   Cuando se le pregunta si su obra es un homenaje a los libros, al escritor le gusta matizar que lo que buscaba era el poder rendir su personal tributo "a las palabras que son un material fantástico". Por eso añadió que las palabras, tanto escritas como habladas, son "los cimientos de los libros".
   El éxito del libro provocó una proliferación de la lectura en voz alta espontánea en Francia, según el autor, además de la pugna de las editoriales de todo el mundo por publicarlo y de la rápida adquisición de derechos cinematográficos por la productora francesa Mandarin Cinéma.
   Una curiosa historia, un cuento moderno que es a la vez un homenaje a la literatura y al acto de leer.


Fuentes: eldiario.es / El País (2015)

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