viernes, 27 de septiembre de 2013

León

Hijo del camino 
    
   Amin Maalouf nos deleita con una verdera novela histórica, una de verdad, con las peripecias de un musulmán expulsado de la Granada de Boabdil y espía al final de sus días para el papa Clemente VII. La historia se inicia a finales del año 1488 de nuestra era y concluye a finales de 1526. Treinta y ocho años en los que el protagonista, Hasan, hijo de Mohamed el Alamín, recorre con la maestría impresionante de este autor libanés los reinos de Granada, Fez, El Cairo y la Roma del Renacimiento, siendo estas las cuatro sedes de nuestro personaje a lo largo de su vida.   
Rendición de Granada 1492
   Pero a través de esta historia, conoceremos otras ciudades realmente interesantes como Tombuctú, Alejandría o Constantinopla. Una exquisita descripción de cada una de estas capitales nos permite saborear y oler los centros más importantes donde moraron trascendentales personajes que influirían en el futuro de los países reunidos en torno al Mediterráneo a comienzos del siglo XVI.
Puede parecer extraño, pero a veces, la vida cotidiana de una persona cualquiera en una época cualquiera, puede llegar a ser realmente interesante y entretenida. León el Africano es una muestra de ello.

La ciudad de Fez en el siglo XVI
    El libro está escrito en capítulos anuales y a modo de diario. Poco a poco pero siempre de una manera fluida y ligera, Maalouf nos acompaña por las ciudades más importantes de la época y nos presenta, de un modo creíble y justificado a los personajes más trascendentes del momento.  
   Pasan por el relato, de manera próxima o lejana, personajes tan relevantes como los Reyes Católicos, el emperador Carlos V, Lutero, Barbarroja, Solimán, la familia Médici o el papa León X. Una rica variedad de gobernantes y notables, que configurarán un mapa político y social que habría de durar largos años.
   Una historia similar a otras grandes novelas históricas relatadas en primera persona por el protagonista, El médico de Noah Gordon o Sinuhé, el egipcio de Mika Waltari, y que nos transporta a una edad convulsa de la historia en la que la que los imperios aparecen y desaparecen con la misma velocidad de la vida misma. En la que las riquezas y las mujeres hermosas no son más que un bien de Dios, que tal las entrega, las recoge a su libre y divino albedrío.
   Es además esta novela un canto a la tolerancia, a la religión bien entendida, a la comprensión del porqué de la estupidez humana, la intransigencia y la ambición. Excelentemente escrita en el ritmo pausado tan habitual de los escritores árabes, Amin Maalouf nos introduce con respeto en la visión de un momento histórico bien conocido por nosotros, los cristianos, desde la óptica europea, pero esta vez a través de los ojos de un musulmán de mente abierta, aventurero, gozador de la vida y agradecido a Dios.
     
   Una demostración de que la única patria es la tierra que pisamos y la única lengua válida aquella que nos permite acercarnos al otro. Un canto de aceptación de las visicitudes tras el prisma de la esperanza y el acatamiento de nuestro destino.

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