lunes, 3 de mayo de 2021

La uruguaya

Salida de emergencia

Me dijiste que hablé dormido (..) ¿Qué dije? Lo mismo que la otra vez: guerra. Así arranca La uruguaya (Libros del asteroide, 2017) de la mano del escritor argentino Pedro Mairal. ¿Qué es guerra? Guerra es quién. Magalí Guerra Zabala. 28 años. Hermosa, atrevida, brava, con cuerpo de deseo, de boca mojada, de aro metálico en la entrepierna. Ella es la adicción que conoció el escritor Lucas Pereyra durante un festival literario en Montevideo, festival que no se salva de la ironía feroz que impregna toda la novela.

Un año después, Pereyra vuelve a cruzar el Río de la Plata con la excusa de cobrar un anticipo económico, evitando así las restricciones cambiarias argentinas. Lucas quiere pasar el día con esta mujer idealizada cargado de las expectativas que le ofrece una ciudad idílica. Escaparse incluso, si surge, a Brasil con Guerra. Seguimos así todos sus pasos por la capital uruguaya, intercalado entre párrafo y párrafo: su vida porteña, sus dudas, su mujer llegando tarde, el chato burgués que acabó sintiéndose pobre. 

La uruguaya es la búsqueda de una salida de emergencia. Una novela que engancha, que habla sobre la fragilidad del amor y las difíciles relaciones de pareja, sobre la pasión no consumada. El autor nos acerca al punto de vista interno del protagonista, verosímil, todo hablado en primera persona y dirigiendo su discurso a su mujer Catalina  No te estoy contando para que me cuentes. Sino para explicarme a mí mismo. Yo creo que algo se fue acumulando en vos. Eso que sucedía en el punto ciego te llenó de incertidumbre.

Un personaje muy frustrado, pura asfixia, un escritor que no está escribiendo, que no está ganando dinero, que está viviendo el derrumbe de pareja con su mujer y que echa la culpa de toda esta frustración a su situación familiar. Entonces deposita en Guerra todo su deseo, toda su pasión. Y cuanto más presionado está, más inventa a la chica uruguaya, más la construye a partir de su propio deseo, de lo que sucedió en la playa con ella. Hay una realidad de punto de partida, pero a partir de ahí, él la magnifica todo el tiempo. Un ideal. Cruza el río y allí, en la otra orilla, es otro. Y al volver, sin plata en los bolsillos, el pelo revuelto y un tatuaje en el hombro izquierdo se topa con la ciudad real y la chica real. La crisis de los cuarenta parece ser que no es un mito.

Mairal dice que tiene un 53% de Pereyra. Y este lleva a su personaje al límite. Recibe incluso más palos que el Quijote de Cervantes. “Podría ser una buena comparación, porque también pienso que hay que maltratar al personaje. Hay una historia en la medida en que maltratas al personaje, poniéndolo a prueba y de ahí va saliendo su personalidad. Al pobre Quijote le apalean dos veces. A mi personaje las cosas no le salen como desea. La distancia entre deseo y realidad siempre funciona en la literatura. Eso es el Quijote. Todos somos un poco así, vivimos con nuestro mundo inventado y todo el tiempo nos damos contra la realidad. Así funciona Uruguay para los argentinos, como el paisito bueno donde vamos de vacaciones, pero en la novela no es así”.

En La uruguaya hay sexo, desencuentros sexuales, dinero, infidelidad, humor, crisis existencial, mezquindad, amargura, traición e incluso fútbol. Puede que La uruguaya tenga el morbo de que la gente quiere saber qué le va a pasar a este tipo casado y con un hijo, en los cuarenta, que se pasa a Montevideo en busca de un dinero y su relación con una chica mucho más joven que él. Todo esto va acompañado, por parte del autor,  de una gran sonoridad en las palabras. Mairal le pone música al lenguaje.

“Vengo del ambiente de la poesía y el círculo de lectores es pequeño. Que esta novela haya cruzado el Atlántico y se lea con tanto interés no deja de sorprenderme. Uno escribe en soledad y oscuridad sin saber bien lo que está haciendo… Después tirás una piedra al agua y que los círculos lleguen tan lejos es una sorpresa. Es curioso, me parece que el libro se entiende mejor en España que en México. Puede ser porque los españoles agarran mejor los modismos argentinos, por la ironía…”

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