Adaptación teatral de Los asquerosos por Jordi Galceran y Jaume Buixó con Secun de la Rosa y Miguel Rellán |
Manuel agrede con un destornillador a un policía antidisturbios que quería pegarle. Huye. Se esconde en una aldea abandonada. Sobrevive con libros de la colección Austral, vegetales de los alrededores y con una compra en el Lidl que le envía su tío. Okupa una casa, sin luz, sin agua, sin supermercado, sin prácticamente cobertura, sin calefacción, sin nada. Manuel practica una austeridad brutal, “con su pobreza autosurtida compararía tiempo, porque pasaba ratos mucho mejores en el mercado de horas que en el de frutas y verduras. Aquel le ofrecía mejor producto”. Y se da cuenta de que cuanto menos tiene, menos necesita. Un Robinson Crusoe ambientado en la España vacía, una redefinición del concepto de «austeridad».
Manuel disfruta con esto y cada vez va a más, “no necesitaba apenas nada de lo adquirible en una tienda. La carencia era su gran saciante patrimonio. Se estaba instalando en una austeridad fiera en la que chapoteaba cada vez con mayor deleite, como quien se da a la gimnasia extrema y goza con la queja muscular, la falta de aliento y el dolor de plantas. Su apetito por la sobriedad empezaba a ser gula, y su amor por la pobreza empezaba a ser lujuria”. Escondido del mundo halló una libertad plena y antihigiénica. Metido en una casa abandonada se encontró a sí mismo y toda la carga filosófica que este modo de vida conlleva.
Un tratado sobre economía; una defensa por deshacernos de todo lo superfluo que acompaña nuestras vidas: un viaje a la esencia misma de las cosas.
Los asquerosos (Blackie Books, 2018) supone una interesante reflexión sobre la soledad, la bien entendida, la deseada, la buscada. Aunque en el caso de Manuel ese disfrute fue obligado.
Pero aparecen los Mochufas. Una familia bulliciosa, urbanita, tecnológica, con niños, con ruido, con amigos, con fiestas que decide comprar y rehabilitar una casa en Zarzahueriel. Una familia que además pretende montar un negocio de multiaventura rural en el pueblo y repoblarlo. Manuel enloquece con esta invasión a su austera intimidad rural y empieza a tomar algunas decisiones equivocadas.
Las obras de Santiago Lorenzo están habitadas por seres singulares que arrastran sus vergüenzas. Dan pena ellos y damos pena nosotros con nuestra misericordiosa superioridad.
En resumen, una novela que cuenta la historia de un tipo al que le va todo mal ; un tipo que se va solo a un pueblo de la España vaciada para darse cuenta de que, en realidad, los vacíos son los otros. O tal vez él. O todos. Los mochufas. La historia de un personaje y un autor que se imitan. Santiago Lorenzo nos deja un final feliz o melancólico, o ambas cosas, o quizás un final sin catalogación.
La novela se publicó en 2018 y habla de encontrar la felicidad a través de las cosas más simples, de la soledad, de la "parquedad gozosa", de la "austeridad fiera", como Manuel la definía. Ahora estamos en 2022, ¿hemos aprendido a valorar lo que tenemos y a disfrutar con lo mínimo después de haber visto peligrar nuestro sistema de vida a causa de un virus o de una guerra?