LA DEDICATORIA DE CERVANTES
PRÓLOGO Y POESÍAS DEDICADAS
Tras la dedicatoria al Duque de Béjar y todos los elogios recibidos en los poemas dedicados a su obra y sus personajes. Miguel de Cervantes se enfrenta al temido comienzo de cualquier novela y sale victorioso. Esto es el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha (1605).
Cervantes nos describe a su personaje como un hombre de unos 50 años de complexión recia, madrugador y gran aficionado a la caza hasta que cae en el embrujo de los libros de caballería- "Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera" Enamorado de las obras de Feliciano de Silva, en esta parte hace referencia al cura del lugar, Pedro Pérez, y al barbero Maese Nicolás, dos personajes que serán claves en la trama. La perdida de juicio empieza a producirse.
Para poder convertirse en un buen caballero necesitaba:
Un nombre para él mismo: Don Quijote de la Mancha.
Un nombre para su caballo: Rocinante “tantum pellis et ossa fuit”
Una mujer a la cual dedicarle todos sus triunfos y gloria: Dulcinea del Toboso
«La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura». Y también cuando leía: «Los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza...»
A disfrutar.
Don Quijote, con todas sus armas, se monta en Rocinante y sale en busca de aventura, sin avisar a nadie. De repente recuerda que los caballeros noveles deben llevar escudos blancos hasta realizar alguna proeza notable. Decide limpiar sus armas hasta que queden blancas y planea hacerse armar de caballero en la primera oportunidad que se le presente.
Entonces comienza a imaginar lo que escribirán de él y sus famosos hechos en el mismo lenguaje que el de los libros de caballerías: "Dichosa edad y siglo dichoso aquel adonde saldrán a luz las famosas hazañas mías, dignas de entallarse en bronce, esculpirse en mármoles y pintarse en tablas para memoria en lo futuro".
Por fin llega a una venta, que para este "caballero andante" es un castillo. Las mujeres comunes de la posada le parecen hermosas doncellas, y un pastor de cerdos es un trompetista que anuncia la llegada de Don Quijote. Saluda a las mujeres con demasiada formalidad. Se ríen y él les advierte, “la risa que tiene poca causa es una gran tontería”.
El propietario sale y decide seguirle el juego. Las mujeres siguen su ejemplo y también fingen que Don Quijote es un caballero. Don Quijote les dice que se ocupen de su majestuoso caballo, y él entra a descansar. Las mujeres le quitan la armadura, pero no saben cómo quitarle la celada. Entonces, mantiene su casco puesto durante toda la noche.
Como es viernes, solo hay unas raciones de un pescado que llaman “truchuela”. Don Quijote las confunde con truchas pequeñas, por lo que cree que son un gran manjar. Las mujeres le ayudan dándole de comer, pues esta tarea le resulta difícil con la celada puesta. Él piensa en la necesidad de recibir la orden de caballería, pues es lo único que le falta para comenzar la aventura.
Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo don Quijote en armarse caballero
Don Quijote, después de su paupérrima cena, va a la caballeriza y se pone de rodillas ante el ventero para pedirle que le dé la orden de caballería, así como, permiso para velar sus armas en la capilla. Con la sospecha de que don Quijote ha perdido el juicio, el ventero le sigue el juego, le dice que también tuvo sus propias aventuras de caballero cuando era más joven y que puede velar sus armas en el patio del "castillo", ya que la capilla está en obras.
El ventero le pregunta si trae dinero y don Quijote le responde que no porque nunca leyó en los libros de caballerías que traían dinero. El ventero le explica que era un detalle menor que los autores no mencionaron y le recomienda que además de dinero lleve encima camisas, ungüento para curar heridas y otros víveres necesarios.
Don Quijote pone sus armas sobre la pila en el patio para velarlas durante la noche, pero llega un arriero quien quiere darles agua a sus mulas. Al mover las armas para acceder a la pila, don Quijote afronta al arriero, ya que le parece una falta de respeto que las toque. Éste no le hace caso y como resultado le da un golpe en la cabeza con su lanza. Viene otro arriero a la pila por el mismo motivo y también arremete contra él. Los compañeros de los arrieros comienzan a tirarle piedras a don Quijote por lo que se enfada aún más.
Para poner fin al conflicto, el ventero, deseoso de que se marche de la venta, decide que no es necesario velar más las armas y hace una pequeña ceremonia para darle la orden de caballería. Don Quijote sale de la venta y el ventero no le cobra el alojamiento.
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