Pierre Lemaitre sabe cómo remover el interior de un lector y, en especial, al francés a través de la locura que supone la guerra como machacadora de personas, en lo físico y en lo espiritual. Nos vemos allá arriba (Salamandra, 2015) no es una novela bélica, pero las consecuencias de la guerra impregnan todo, a los protagonistas, al mundo en que se mueven y al futuro, un futuro en donde los destinos de los tres protagonistas se van a encontrar. No es una novela histórica, sino más bien una novela picaresca. Para Lemaitre "la novela picaresca es la novela de la exclusión, es el sálvese quien pueda, es el relato de unos personajes que han de vivir en un mundo que no les quiere"
Primera entrega de la trilogía Los hijos del desastre y galardonada con el Premio Goncourt 2013, esta novela es un canto a la capacidad de superación del ser humano y, a la vez, un atrevido retrato de una sociedad descompuesta por uno de los más crueles inventos del hombre: la guerra.
En noviembre de 1918, tan sólo unos días antes del armisticio, el teniente d’Aulnay-Pradelle ordena una absurda ofensiva que culminará con los soldados Albert Maillard y Édouard Péricourt gravemente heridos en un confuso y dramático incidente que ligará sus destinos inexorablemente. Édouard, de familia adinerada y con un talento excepcional para el dibujo, ha sufrido una horrible mutilación y se niega a reencontrarse con su padre y su hermana. Sin mandíbula, sin mejillas, sin nariz. su rostro se convierte en una horrible máscara. Sus ojos sobrevivirán para lanzar una mirada de acusación a una sociedad embrutecida por la guerra y las privaciones. Albert, de origen humilde y carácter pusilánime, concilia el sueño abrazado a una cabeza de caballo de cartón y está dispuesto a lo indecible con tal de compensar a Édouard, a quien debe la vida. Y Henri D'Aulnay Pradelle, un noble venido a menos, villano y cobarde, aclamado como un héroe a la vuelta de la Guerra, que no contento con sus vilezas, decide continuarlas en la Paz, jugando con los muertos "para el capitalismo la guerra es un regalo, se sirve de ella antes, durante y después"
Pierre Lemaitre nos presenta una trama meticulosamente urdida, unos personajes rebosantes de humanidad, un buen ritmo narrativo y una prosa que fluye sin alardes de estilo. Ha creado una historia integrando con maestría elementos de géneros tan diversos como el relato de aventuras, el drama psicológico, la crónica social y política y el alegato antibélico. En la narración hay un derroche de rabia y compasión, y a pesar de toda la maldad que puede generar nuestra especie, la voz de la conciencia no renuncia a manifestarse, recordándonos que nuestra obligación es socorrer a los más débiles y vulnerables. La búsqueda de la dignidad.
El 28 de julio de 1914 comenzó una escalada bélica que se cobraría casi veinte millones de vidas, si sumamos las bajas y los desaparecidos. Se habló de Gran Guerra porque nadie se atrevió a pensar que una matanza semejante se repetiría, incrementado hasta cifras inverosímiles el número de víctimas. Nos vemos allá arriba reproduce los sentimientos de impotencia, humillación, miedo y desamparo de los combatientes, casi siempre hombres comunes con escaso ardor bélico y un sincero anhelo de paz. En la novela se contrastan dos historias contrapuestas como las imágenes de un espejo: en ambas aparece la corrupción, la estafa, el afán de lucro, la indiferencia por las víctimas del fraude. Pero qué diferencia entre una y otra imagen. Simétricas, sí, y por eso mismo, inversas.
Francia que, tras la Gran Guerra de la que esperaba estar laureada de héroes, gloria y honor, quedó convertida en un vertedero lleno de pícaros, cuando no de criminales; repleta de tullidos, de mutilados en su cuerpo y en su alma; nada que ver con la algo que era como un reflejo cruel de la gloriosa victoria con la que se soñaba en los días previos al armisticio que es cuando empieza la trama.
El aspecto de folletín del libro recuerda a Dumas, Victor Hugo, Tolstoi;
el padre cree muerto al hijo que no lo está; la posibilidad de un
encuentro entre ambos amenazando continuamente; la suerte que sonríe al
rico mezquino y se burla de los pobres héroes olvidados; la justicia que
acaba dejando deudas zanjadas, aunque para ello haya de llevarse por
delante a algún personaje. Desde Albert y Édouard, Pradelle y su suegro,
el magnate Péricourt, hasta el alcalde, pasando por el funcionario
Merlin y Madeleine, al final, el autor sabe repartir los oportunos
destinos a todos los personajes en función de su papel en la obra
siguiendo una trama lineal que siempre manteniendo el ínteres, el interes Lemaitre.