jueves, 30 de enero de 2020

Harper Lee

Solo un libro, solo un personaje
   

    Harper Lee ha pasado a la historia de la literatura por una sola novela. La escritora estadounidense fallecida en 2016 a los 89 años, es un caso insólito: publicó un solo libro con el que ganó el premio Pulitzer, Matar un ruiseñor (su segundo libro editado en 2015, Ve y pon un centínela, es un primer borrador de su obra maestra). Su novela, semiautobiográfica, está protagonizada por un abogado sureño, Atticus Finch, que simboliza los mejores valores de la humanidad. Atticus no es un personaje de cartón, ni un arquetipo, es un ser de carne y hueso, un viudo que tiene que sacar adelante una familia y a la vez lidiar con la profunda injusticia de la segregación racial del Viejo Sur.



   Harper Lee nació en 1926 en Monroeville (Alabama), un pequeño pueblo del sur de Estados Unidos de solo 6.500 habitantes y era empleada del departamento de reservas de una aerolínea hasta su llegada al mundo de la literatura.
   Al igual que el escritor J. D. Salinger, Harper Lee no concedía entrevistas y vivió retirada en su localidad natal tras haber publicado una única novela, aunque en 2007 viajó a Washington para recibir de manos del presidente de EE. UU. George W. Bush en la Casa Blanca la "Medalla Presidencial de la Libertad".
   El escritor estadounidense Truman Capote basó el personaje de Idabel de su libro Otras voces, otros ámbitos en su vecina de Monroeville y mejor amiga, Harper Lee. Capote una vez reconoció y dijo: "
El señor y la señora Lee, la madre y el padre de Harper Lee, vivían muy cerca de mi casa, y ella era mi mejor amiga. ¿Has leído su libro Matar a un ruiseñor que tiene lugar en el mismo pequeño pueblo de Alabama donde vivíamos? Soy un personaje de ese libro. Su padre era abogado y ella y yo solíamos ir a los juicios juntos todo el tiempo cuando éramos niños. Íbamos a los juicios en vez de ir al cine, como lo hacían otros niños". Durante toda la vida le persiguió el rumor de que Capote había escrito en realidad Matar a un ruiseñor. Lo contrario probablemente sea cierto. Sin la ayuda de Lee, que le acompañó en los viajes y entrevistas, Capote no habría escrito su obra maestra, A sangre fría. Con los años se distanciaron.
   La autora falleció mientras dormía en una residencia de ancianos llamada "The Meadows" de su ciudad natal. Harper Lee nunca se casó ni tuvo hijos.

   
Matar un ruiseñor, publicada en 1960 y llevada al cine el año siguiente por Robert Mulligan con Gregory Peck como protagonista, está narrada en primera persona por la hija de Atticus, Scout, y relata un episodio de su infancia. Por un lado, es un libro en el que unos niños descubren el mundo y por otro, el mensaje de que nunca hay que dejarse llevar por los prejuicios. Aparte de Scout y su hermano Jem, el tercer personaje infantil es Dill, personaje al que se refiere Truman Capote.
   Además de tener que lidiar con los líos en los que se meten sus hijos, Atticus debe defender a Tom Robinson, un negro injustamente acusado de violación en la Alabama racista de la Gran Depresión. Finch, un hombre blanco que forma parte del sistema, tiene claro desde el principio que debe defender a su cliente, sin importarle la presión social que padece o, incluso, que pueda jugarse la vida por hacerlo.
   Atticus no idealiza el lugar en el que vive –
"Este es su país: lo hemos forjado de ese modo y más vale que aprendan a aceptarlo tal y como es", afirma–, ni siquiera pretende cambiar el Viejo Sur: su principal objetivo es hacer lo correcto, siempre dejándose llevar por una profunda empatía. En la frase más famosa de la novela, afirma: "Quería que descubrieses lo que es el verdadero valor, hijo, en vez de creer que lo encarna un hombre con una pistola. Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida de antemano, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final, pase lo que pase. Uno vence raras veces, pero alguna vez vence".
   Atticus, además, era blanco y abogado y con suficientes problemas económicos y vitales como para haberse convertido en un resentido. Pero su sistema de valores era mucho más fuerte que sus propias circunstancias, siempre tuvo claro que entre la justicia y su madre, elegiría la justicia, que sus hijos sólo tendrían un futuro mejor en un mundo más justo, no más injusto. El camino que tomó Atticus Finch sigue siendo tan válido ahora como entonces, su lección está totalmente vigente. "
Uno no comprende realmente a una persona hasta que se mete en su piel y camina dentro de ella", dice el personaje.
   Harper Lee ayudó a crear un mundo mejor con un libro y su protagonista hace mucho que dejó el mundo de la ficción.
La novela se publicó cuando estaba empezando el movimiento por los derechos civiles y, con la complicidad de los presidentes Kennedy y Johnson y del Tribunal Supremo, que estaba a punto de lograr el fin de la segregación racial. Antes de que fuesen derogadas las leyes racistas que habían dominado el sur de Estados Unidos, donde, pese a la abolición de la esclavitud, seguía existiendo una segregación institucionalizada. Harper Lee supo captar ese momento crucial, en el que personas que no eran revolucionarias, ni pretendían cambiar el sistema, sólo la sociedad.

Ve y pon un centinela
   

   Uno de los motivos que alimentaba la especulaciones sobre la autoría de Matar a un ruiseñor era que Lee no hubiese vuelto a escribir una novela. ¿Cómo era posible que aquel talento enorme se hubiese apagado? Durante década se esperó la nueva novela, hasta que hace un año se supo que Tonja Carter, abogada en el bufete de A.C. Lee (es decir, del Atticus real), había descubierto un viejo manuscrito que narraba la historia de cómo la Scout adulta regresa a Maycomb en los años cincuenta y se publicó Ve y pon un centinela, una frase sacada del Libro de Isaías.
   La novela contaba la visita que a mediados de los años cincuenta hace una joven veinteañera a su padre, Atticus Finch, un abogado de Maycomb. Allí descubre que él ha cambiado, que ya no es el mismo padre que tanto admiraba de niña. Él, que había defendido, en los años treinta, a un hombre negro acusado de violación que fue condenado a muerte. La joven es combativa frente a los derechos civiles, a la segregación racial. Es una mujer adelantada para la época al reclamar la igualdad femenina e independencia en las relaciones de pareja. La voz evocadora donde habla la niña, llamada Scout, era muy potente y que esa defensa del padre sobre los derechos civiles y la segregación racial era el corazón de la historia, así que había que potenciarla más. La editorial pidió a Lee que escribiera la historia recreando y ampliando lo que en el original era solo un capítulo.
   El resultado fue Matar a un ruiseñor, la historia donde el padre se alza como el héroe paternal, moral y ético, mientras esa misma niña recuerda ese verano de los años treinta con su hermano Jem y su amigo Dill.

martes, 7 de enero de 2020

Próxima reunión martes 7 de enero de 2020 a las 6 en punto


El 9 de julio de 1961 es un gran día para la familia Chassing y los habitantes del pequeño pueblo en el que vive: hoy llegará el primer televisor al pueblo, y el novedoso aparato les traerá las imágenes del hijo mayor, destinado a la guerra de Argelia. Durante el día en el que transcurre la novela, el lector se enfrenta a la muerte, el adulterio, la mentira, y a una revelación en la que la Historia, en mayúscula, se mezcla con la historia de una familia que ya no volverá a ser la misma.
Fuente: Lecturalia

jueves, 2 de enero de 2020

La línea Maginot

o Ensayo sobre un sueño de hormigón armado
   
Getty
   La línea Maginot fue un intento de Francia por evitar la invasión de la Alemania nazi y se convirtió en uno de los mayores fracasos militares del siglo XX .
   Francia continuaba en un estado de terror tras la Primera Guerra Mundial por la amenaza constante de Adolf Hitler y su Tercer Reich.
   El ministro de Defensa francés André Maginot, mutilado por la metralla en aquel infierno de 1914 a 1918 e iluminado por lo que creyó una idea genial, trazó sobre la mesa de operaciones bélicas una casi infinita raya que empezaba en el mapa de su país y serpenteaba a lo largo de la frontera con Alemania e Italia.
Había nacido la Línea Maginot.

   La Línea Maginot cubría la totalidad de la frontera con Alemania. Hitler decidió eludirla y llegar a Francia tras invadir Bélgica. Desde la línea no se disparó una sola bala. Tenía 400 kilómetros de largo, 19 fortificaciones de artillería liviana y pesada, un tren subterráneo, trabajaron más de 1.800 hombres durante 6 años y costó 6 mil millones de dólares de hoy. Cuando los soldados ingleses y norteamericanos recuperaron la línea, vieron que las armas y municiones que allí se encontraban estaban nuevas, sin uso.
   El proyecto chocó contra el primer ministro Paul Reynaud y contra el entonces coronel Charles de Gaulle, veterano –como Maginot– de la primera gran guerra, y también herido en Verdún.
De Gaulle juzgó demasiado caro el proyecto de Maginot. Según él, era más sensato invertir esa fortuna en armas, vehículos blindados y aviones. Pero a Maginot lo apoyaban los mariscales Joseph Joffre y Phillipe Pètain: ambos casi octogenarios y aferrados al concepto de la guerra de trincheras.

Gráfico que muestra todas las dependencias que tenía la Línea Maginot en una de sus fortificaciones. Hospital, comida, motores diesel, suplementos medicinales, ascensores y hasta un tren subterráneo (Getty)
   Según sus mentores, la Línea Maginot ahorraría tropas: un modo de compensar las bajas de la primera gran guerra. Frenaría a tiempo un posible ataque alemán. Protegería las cuencas industriales y las minas de Alsacia y Lorena, que en anteriores conflictos habían sido un apetecible botín para el enemigo. Serviría de base para un contraataque. Obligaría a las tropas nazis a eludirla y pasar por Bélgica, Suiza o la región del Sarre, uno de los dieciséis estados federados de Alemania. 
   Los trabajos empezaron en 1928: no en la frontera alemana sino en la italiana, pues el fascismo de Benito Mussolini provocaba más inquietud que la República de Weimar alemana, instalada en la ciudad de ese nombre después de la derrota de 1914–1918 como nuevo régimen destinado a resucitar al país. Gobernó entre 1919 y 1933, cayó en medio de graves conflictos políticos y sociales, desembocando en el nombramiento de Hitler como canciller.    La obra principal de la Maginot fue terminada en gran parte antes de 1939. Se alargó desde Suiza hasta Luxemburgo, y una extensión mucho más simple fue ampliada hasta el Canal de la Mancha después de 1934.

   Pero pronto el fracaso mostró su peor cara. El 10 de mayo de 1940, sin declaración de guerra, a traición, la Alemania nazi invadió Holanda, Bélgica, Luxemburgo. En apenas dieciocho días logró la rendición belga, y aprovechando los intrincados bosques y las montañas fronterizas rompió las escasas defensas francesas, ya que la Maginot, tremendo error, no cubría la zona de las Ardenas.
Así las cosas, la orgullosa y, en los mapas, inexpugnable fortaleza, cayó desde Suiza hasta el Atlántico.Y toda Francia, en manos del Hitler y su Tercer Reich, ocupada hasta 1944. La línea Maginot se desplomó antes de derribar a un solo soldado enemigo.

La Línea Maginot, hoy. La imagen muestra la entrada a uno de los museos
 en Markolsheim, Francia (Foto: Javier Scheave)



 

Eugénie Grandet

Balzac y la comedia humana
"Gilles comprendió entonces que cada novela que leyera lo ayudaría a entender la vida, a sí mismo, a los suyos, a los demás, el mundo, el pasado y el presente, una experiencia similar a la de la piel; y cada acontecimiento de su vida le permitiría, asimismo, iluminar cada una de sus lecturas. Al descubrir esta circulación continua entre la vida y los libros, encontró la clave que daba un sentido a la literatura; pero, al mismo tiempo, después de la vivacidad de la conversación, de la avalancha de reproches, del vaivén de situaciones que jamás habría imaginado unos minutos antes, tuvo el presentimiento de que la vida, como los libros, era una fuente infinita de rebotes, de imprevistos, de secretos enterrados bajo las palabras, de que nada era inmutable y de que todo se transformaba sin cesar".
   Eugénie Grandet (Honoré de Balzac, 1833) acompaña a Gilles, uno de los personajes de Al envejecer los hombres lloran (Seix Barral, 2013) de Jean-Luc Seigle. De la novela de Balzac, Gilles se identifica con el primo de la protagonista, Charles, que acaba de perder a su padre. El padre comete suicidio tras haber perdido toda su fortuna y deja a su hijo, un joven ya maduro, a cargo del padre de Eugénie, el señor Grandet. Charles llora el suicidio de su padre al comienzo de la novela y Gilles descubre que los hombres también lloran.
   Como dijo Oscar Wilde, el siglo XIX es un invento de Balzac. Dentro de La comedia humana, Eugénie Grandet ocupa un lugar destacado. La historia del avaro Grandet y de su hija Eugénie, que vive desgarrada entre la tiranía de su padre y su amor por un joven parisino, compone el mejor retrato coral de la sociedad francesa de la época situada en la ciudad francesa de Saumur, a la vez que presenta a algunos de los personajes más perfectos de la historia de la literatura. 
   Dos son los retratos que hacen a la novela tan especial: una joven que descubre por primera vez el amor y entrega todo lo que tiene para ayudar a su enamorado, y un padre avaro.
   El amor paternal será abolido por la avaricia de un Grandet que, en el último momento de su vida, amenaza a su hija con pedirle cuentas de la herencia cuando Eugénie llegue al otro mundo. Al lado de estos dos potentes personajes, Charles, el joven parisino criado entre el lujo y la ociosidad,  sólo sirve para poner de relieve la realidad de la vida cotidiana, la potencia del amor de Eugénie y los extremos a que puede llegar la avaricia dominando a las personas, a las leyes e incluso a los sentimientos.

Al envejecer, los hombres lloran

Gran título, mejor novela


   En España, Jean-Luc Seigle es conocido por ser el autor de un maravilloso regalo literario, Al envejecer, los hombres lloran (Seix Barral, 2013). Este guionista y dramaturgo francés ha trabajado tanto en el mundo del cine como en el de la televisión. Seigle recibió el reconocimiento de público y crítica gracias a esta obra logrando el Grand Prix RTL-Lire en 2012. Otras obras suyas son La nuit dépeuplée (2001), Le sacre de l’enfant mort (2004) o Je vous écris dans le noir (2015), no publicadas en España.
   Al envejecer, los hombres lloran narra un día en la vida de la familia Chassaing, un día aparentemente normal, salvo por dos hechos que en principio no tendrían ninguna conexión: la llegada del primer televisor a la casa, y el deseo de Albert, el padre de familia, de quitarse la vida.
   La acción se desarrolla en un pequeño pueblo francés de setenta y dos habitantes próximo a un núcleo industrial. Una narración teatral en donde Albert Chassaing vive con su familia en la casa rural de sus padres, con su madre senil, Madeleine, su mujer amante de la modernidad y obsesionada con su hijo Henri que está en la guerra de Argelia (1954-1962), y su hijo de diez años Gilles, joven lector en una casa donde no se lee cuyo rendimiento escolar se resiente provocando la inquietud del padre. Albert decide, ante esa situación, buscar ayuda en el maestro jubilado Antoine, cuya amable erudición y desordenada biblioteca encandilarán a Gilles. A esta trama hay que añadir una hermana más preocupada de sí misma que de su madre moribunda como es Liliane, una viuda de la guerra del 14 y un cartero que llama dos veces.
   Los personajes se construyen apenas con retazos pero el autor consigue hacerlos memorables y a la vez, dispares. La novela se estructura a través de las distintas fases del día 9 de julio de 1961: el amanecer, la mañana, la tarde, el crepúsculo y la noche, y según avanzan las horas, la angustia de Albert se hace más patente. Como su título indica, el tema del llanto es algo recurrente en la novela, los personajes lloran por diferentes motivos aunque también son felices por otros tantos. La literatura, el sexo, los nuevos electrodomésticos, el arreglo de relojes, se convierten en las vías de escape de cada cual en este claustrofóbico entorno.


   En un número no muy extenso de páginas se desarrollan conflictos profundos y complejos. El arte de la síntesis y la elipsis alcanzan aquí su máxima expresión. Sorprende por su lenguaje preciso, por su sólida estructura y por la facilidad para transmitir al lector las emociones de sus personajes. Seigle reivindica, por otra parte, el papel de la literatura para desmontar las falsificaciones de la "Historia Oficial". El autor dedica un capítulo final, un poco al margen de la trama desarrollada, pero dándole también continuidad, para contarnos la verdad sobre la Línea Maginot, muralla de defensa construida por Francia a lo largo de su frontera con Alemania e Italia, después del fin de la Primera Guerra Mundial. En esta novela el autor sostiene que el hombre que va a la guerra muere psicológicamente no sólo a causa del horror y el miedo. También sufre el deshonor de la derrota y sobre todo, la mentira política.
   Pero mientras Gilles se sumerge en la lectura y compara lo que le sucede a su familia a la de Eugénie Grandet de Honoré de Balzac y Suzanne pretende inmortalizar en una sesión fotográfica el nuevo electrodoméstico, Albert siente que el progreso encarnado por la concentración parcelaria que pretende el gobierno, borrará, de forma literal, las huellas del pasado, algo que sume al protagonista en una paralizante tristeza, la de todos aquellos incapaces de superar la quiebra de un mundo destinado a desaparecer.
Un mundo que presencia escenas como esta. Delicada y tierna.

"Desnuda, seca, de pie, plantada delante de él, ella hizo un gesto inesperado para autorizarlo a esa indecencia: abrió las palmas de sus manos en el vacío, haciendo, mediante ese signo, una ofrenda de su pobre cuerpo. Albert empezó a vivir ese momento de tremenda intimidad como un privilegio. Se arrodilló de nuevo a sus pies, para no dominarla, metió su mano en la manopla después de haberla escurrido, la enjabonó ampliamente y luego la fue subiendo con suavidad por entre los muslos de su madre".

   Albert es un hombre con una bala imaginaria alojada cerca del corazón. Así nos lo dice desde las primeras páginas, y así sabemos hacia qué lado quiere que se mueva la bala. Y este libro es el recorrido del movimiento de esa bala.

"Esos últimos días, Albert había buscado a alguien que pudiera acompañar a su hijo. No buscaba a nadie muy intelectual, sólo a alguien que pudiera ayudarlo mejor que él a sostenerse en la vida con un libro en la mano".
   La televisión es otra pieza clave más en el recorrido de esa bala imaginaria. Una bala que es la muerte, muerte que traerá la vida. Es la tristeza en pos de la alegría de otros.