domingo, 11 de junio de 2023

Kentukis

Leer con los dientes apretados

Imagina unos peluches, tipo Furby. Unas mascotas mecánicas con forma de animales, de colores estridentes de no más de 30 cm y unas pequeñas ruedas debajo de sí. Unos artefactos dirigidos por otros humanos elegidos al azar que pueden observarte e interactuar contigo pero no hablarte y de los que nada sabes en un principio. La conexión es entre dos personas: quien adquiere el Kentuki (el “amo”) y quien lo controla de manera remota (el “ser”). Los hay dragones, cuervos, osos pandas, topos, conejos y lechuzas.
Esta es la idea estrambótica en la que se mueve la novela Kentukis (2018) de la escritora argentina Samanta Schweblin. Pero a lo mejor la idea no es tan estrambótica y es más real de lo que parece.
 
Las relaciones mediadas por Kentukis presentan dos particularidades. En primer lugar, no hay forma de preseleccionar a los seres humanos que establecerán la conexión. Algún tipo de algoritmo desconocido, establecerá una conexión azarosa entre una persona y otra, que bien puede estar en otra parte del mundo o en el piso de al lado. Puede ser un niño, un anciano o una adolescente, y puede tener las más variadas motivaciones y formas de ser, como en la vida misma. En este comienzo, ninguno de los conectados puede saber nada sobre las respectivas identidades ni ubicaciones, estableciéndose una relación completamente anónima. La segunda particularidad es que dicha conexión será la única que podrá transitar ese Kentuki durante su vida útil. Si la conexión no gusta, el ser (controlador) puede elegir desconectarse; mientras que el amo (poseedor) puede romper el bicho en mil pedazos o simplemente dejar que la batería del Kentuki se descargue completamente. En cualquiera de esos casos, la conexión habrá finalizado para siempre. Ese Kentuki no servirá nunca más y deberá comprarse otro para establecer una nueva conexión y ver si, esta vez, se tiene mejor suerte con el alma y/o escenario que ha tocado.

Pues esos son los Kentukis, adorables peluches que forman parte de esta obra coral, en la que se intercalan relatos de gente. Las vidas de distintos tipos de personas; ancianas, niños, adultos, oportunistas, malintencionados, pervertidos, gente buena y gente mala, seres a los que su vida les parece poco y otros que se consideran dignos de ser admirados. Y partiendo de estos personajes, Schewblin orienta la narración hacia las distintas necesidades de dichas personas para tener/ser un Kentuki y la manera en que estos cambian su existencia. Sin duda, nada es impensable.

Once historias, unas acabadas en pocas páginas, otras continuadas en párrafos salteados, algunas cuyo protagonista es amo; otras, ser. Emilia, Alina, Marvin, Enzo, Luca o Grigor nos hablarán de esos vínculos, tematizando y problematizando variadas aristas de las relaciones mediadas por Tecnologías Digitales.

El estilo único, el ritmo rápido y la narración increíblemente compacta hacen de Kentukis, una novela especial que permanecerá en nuestra mente mucho después de cerrar el libro. Lo genial no es lo que dice Schweblin, sino cómo lo dice. Tiene un diseño tan enigmático y disciplinado que el libro parece pertenecer a un nuevo género literario.


El rol de la mirada, en esta sociedad en que hace tiempo, “años quizás”, no se ve “ a alguien con los ojos cerrados” ; los límites a la exposición de la intimidad, las relaciones de poder entre quien mira y quien es mirado, los riesgos y las virtudes de las relaciones anónimas, la soledad, el afecto, la necesidad creciente de gran parte de la población de vivir con mascotas y nuestra adicción a las redes sociales en las que podemos exhibirnos o “cotillear” a los demás sin pudor alguno, son muchos de los temas que tratan la novela.

En Kentukis, la tecnología está ahí, ha llegado a los hogares y la sociedad se apropia de ella. A través de las historias vemos los usos y diferentes grados de desarrollo de las potencialidades tecnológicas de los Kentukis que dependen siempre de las motivaciones y valores de sus personajes, de sus acciones y omisiones, y de los límites o libertades que estos les impongan.

En este imaginario, las TD tienen un fuerte rol afectivo en las sociedades actuales. La sociedad de kentukis se encuentra, respecto de las TD, en ese exacto momento, en el del cuestionamiento, el de las preguntas. Lo que está claro es que se encuentran en proceso de transformación. Finalmente, aun siendo las TD parte importante de la trama, está va orientada a problematizar la forma en que nos relacionamos con ellas, dejando poco espacio a las preguntas por el cómo y el quién de su construcción, diseño y posible transformación.

En todas las historias, el pesimismo hace que lleguemos a pensar que la oscuridad, las ambivalencias en los límites, aquellos elementos que han llevado al destino fatídico de las historias no están en otro lado más que adentro nuestro, incluso cuando tenemos “buenas intenciones”.

Los protagonistas de la novela no son los kentukis, sino los seres humanos. Salimos de la obra, tan lesionados como fascinados.

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