Mujer de armas tomar
Cuarenta y una cartas llenas de crítica e ironía. Cuarenta y una cartas con tintes rebeldes e irreverentes que le bastaron a Jane Austen para hacer una obra entretenida que plasma su percepción de la sociedad inglesa de la época.
Esta novela, escrita probablemente en 1794 y publicada en 1871 de forma póstuma, narra los planes de su protagonista, la recientemente viuda lady Susan, para encontrar un nuevo marido, a la vez que intenta casar a su hija de dieciséis años. Lady Susan es una novela corta de juventud que anticipa los rasgos de la literatura de Jane Austen. Su forma epistolar le permite desplegar su prosa miniaturista, su capacidad observadora y su detallismo en la mirada al mundo interior y a la sensibilidad femenina.
Austen se sirve de este género para construir una obra en donde las distintas cartas son piezas de un rompecabezas que se completa ante los ojos del lector una historia de pequeñas intrigas. La obra trastorna todas las normas de la novela romántica: lady Susan tiene un papel activo; no sólo es hermosa, sino también inteligente, ingeniosa y astuta, y sus pretendientes son significativamente más jóvenes que ella. Las cualidades de esta dama dejan de ser positivas al ser usadas de manera descarada para manipular a otros, por el simple placer de demostrar y saber que se puede.
Lady Susan es una mujer sin escrúpulos que disfruta moviendo los hilos e interviniendo en la vida de los demás. Urde planes a conveniencia sin pensar en los demás y sin importar a quien se pase por delante, incluida su propia hija, por la cual su sentimiento más patente es el desprecio. Frederica es una criatura frágil, que se ha criado en un estado emocional de abandono lo que la hace un ser vulnerable que busca afecto y protección, pero que a la vez siente pavor de hacer enojar a su madre:
"La larga enfermedad de su querido padre me ha impedido prestarle la atención que el deber y el cariño dictaban, y tengo demasiadas razones para temer que la institutriz a la que encomendé su educación será incapaz de hacerlo. Así que he decidido enviarla a uno de los mejores colegios privados de la ciudad"
"Me han llamado mala madre, pero lo que me empujaba a seguir adelante era el sagrado instinto del afecto maternal, el bienestar de mi hija; y si esa hija no fuera la muchacha más bobalicona que existe sobre la faz de la tierra habría podido ver recompensados mis esfuerzos como merecía; sir James me hizo proposiciones"
Es muy interesante la forma en que Austen tomó a un personaje radicalmente distinto a los otros a los que estaba acostumbrada. En aquella época, las mujeres se veían obligadas a casarse y, si podían presumir de cierta distinción, a hacerlo ventajosamente desde el punto de vista social y económico. Se instalaban así en un matrimonio que, sin tener en cuenta sus respectivas afinidades, les solucionaba la vida y, con suerte, les permitía vivir con desahogo. Pero, ¿y si enviudaban sin una renta vitalicia que cubriese sus gastos? En casos así, tal como se refleja en la novela, debían ser acogidas por algún familiar varón con posibles. Incluso si el capital heredado fuese suficiente para llevar una vida cómoda, ¿debían encerrarse en su jaula de oro a llorar al difunto hasta el fin de sus días sin poder aprovechar la riqueza para alternar, presumir y divertirse?
Lady Susan ha superado todo eso, es lo suficientemente inteligente para que no le afecten las convenciones sociales y tan hábil que logra convencer a los más ingenuos de que cumple rigurosamente las reglas. Pero en el estrecho círculo social en que se mueve todo acaba sabiéndose. Es evidente, pues, que no está reivindicando nada sino aprovechándose de todo y de todos.
La escritora pone como nunca en escena dos de sus temas recurrentes: el matrimonio por conveniencia y los vínculos de una familia de la burguesía rural. Transmite con bastante detalle cómo vivía la gente en esa época, las estratagemas que debían poner en marcha para adaptarse a unas convenciones injustas, o la displicente actitud de los privilegiados, que pueden permitirse ser intachables y no revolcarse por el barro de la despiadada vida real.
Austen también es una maestra de la sátira. Su prosa es impecable, los caracteres y ambientes están perfectamente dibujados, sabe mantener intrigado al lector, consigue poner el foco dónde quiere, y que lleguemos a las mismas conclusiones que ella solo a través de la acción, sin que le haga falta premiar y castigar a sus personajes según su código ético.
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