Sender es quizá el más importante de los novelistas españoles de posguerra que escribieron en el exilio. Nacido en 1901 en Chalamera, Huesca, Ramón José Antonio Blas Sender Garcés era hijo del secretario y la maestra del pueblo. En 1903 la familia se mudó a la villa cercana de Alcolea de Cinca, donde vivió nueve años. Los Sender se trasladaron a un pueblo de Zaragoza, Tauste, lugar que el novelista evocaría en los primeros tomos de su gran novela autobiográfica, Crónica del alba.
Cuando la familia Sender se trasladó a Caspe en 1917, Ramón se fue a Alcañiz, un pueblo de Teruel, donde se ganó la vida trabajando de recadero de botica y estudió en el colegio de los Padres Escolapios. Al terminar el bachillerato se fue a Madrid donde encontró trabajo en una farmacia y publicó unos cuentos primerizos en una revista literaria editada por el farmacéutico. En esta revista, Béjar en Madrid, es donde Sender usó por primera vez la firma "Ramón J. Sender."
Sender entró en la Universidad de Madrid pero dejó los estudios incompletos cuando se cerraron las aulas de la universidad a causa de la epidemia de "la gripe española" de 1918-1919. Comenzó a frecuentar el Ateneo de Madrid y conoció a varios escritores, entre ellos Ramón María del Valle Inclán y Miguel de Unamuno.
Poco a poco fue entrando en el mundo periodístico de Madrid escribiendo artículos para el diario Nueva España y El País, usando el seudónimo "Lucas La Salle."
En febrero de 1922, Sender fue llamado a filas para luchar en la guerra de Marruecos. Ascendió rápidamente en la jerarquía militar y fue distinguido con una medalla al Mérito Militar. Publicó varios artículos en el periódico El Telegrama del Rif, portavoz del Protectorado. Se licenció del servicio militar en 1924. Estos años durante la guerra marroquí llegarían a ser el tema de su novela Imán (1930).
Al terminar su servicio militar Sender volvió a Madrid y participó en la redacción del periódico El sol. Simpatizó con los sindicalistas, sobre todo con los de la CNT (Confederación Nacional de Trabajadores). A causa de su participación en una algarada contra el dictador Primo de Rivera, Sender fue encarcelado. Sus experiencias allí servirían de base a su segunda novela O.P. ("Orden Público", 1931). La técnica de "transferir" la vida en literatura continúa en las próximas novelas de Sender: Siete domingos rojos (1932), que trata de las huelgas revolucionarias del CNT en Madrid, y Viaje a la aldea del crimen (1934), que trata de la represión en Casas Viejas contra unos campesinos cenetistas.
Como también ocurre en Requiem por un campesino español toma lugar en los años de la Segunda República (1931) hasta el comienzo de la guerra civil (1936). Publicada primero en México en 1953 bajo el título Mosén Millán, la novela estuvo prohibida en España por varios años. En la novela se pone en evidencia el choque entre dos ideologías y para ello el autor se vale de un protagonista-símbolo, Paco, y un protagonista oponente, Mosén Millán.
Sender ganó el Premio Nacional de Literatura en 1936 con Mister Witt en el Cantón, una versión novelada de la sublevación de los federalistas en la provincia de Murcia durante la Primera República (1873). Aquí vuelve a fusionar acontecimientos y personajes históricos con lo ficticio.
Sender junto a su mujer Amparo, apresada y fusilada en octubre de 1936 |
Cuando estalló la guerra civil en julio de 1936, Sender veraneaba con su mujer y sus hijos en San Rafael, un pueblo de Segovia. Cuando esa zona cayó en seguida en manos de militares sublevados en contra de la República, Sender pasó a las filas republicanas.
Sender se separó del partido comunista en 1938 cuando Enrique Líster, un general comunista del ejército republicano, lo expulsó del partido y del ejército. Comenzó a escribir propaganda para la causa republicana y fue a una misión en pro de la España democrática a Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña. Pasó una temporada en París y en marzo de 1939 llegó a Nueva York, y de allí a México. Allí fundó una editorial, Quetzal, en la cual publicó algunas de sus novelas.
Con El lugar de un hombre (1939), novela que presenta la historia de un error judicial en los años veinte, vuelve al tema de España. El rey y la reina (1949) está ambientada en la guerra misma; el tema de la guerra se presenta de manera simbólica en esta novela y también en Los cinco libros de Ariadna, escrita ocho años después. En los nueve tomos Crónica del alba, escritos entre 1942 y 1966, Sender evocó su propia juventud y adolescencia para hacer un testimonio de las circunstancias históricas de esa época. Muchos críticos opinan que las nueve novelas de la Crónica del alba representan la obra más ambiciosa y magnífica de Ramón J. Sender.
En 1942 Sender recibió una beca Guggenheim y volvió a Estados Unidos, donde pasó varios años dando clases en diferentes universidades, entre ellas la Universidad de Colorado, Amherst y Harvard. Se hizo ciudadano de los Estados Unidos en 1946. Entre 1947 y 1963 fue profesor de literatura española en la Universidad de Nuevo México. Después de pasar por Francia en 1963 se estableció en la zona de Los Angeles donde trabajó como profesor en la University of Southern de California.
En 1962 publicó La tesis de Nancy, una novela sobre una estudiante americana que descubre la realidad española de los años 50 (entre 1957 y 1958), con sus expectativas, sus decepciones y sus sorpresas. Hay crítica pero hay también añoranza: Sender no volvió a su país (y de visita) hasta 1974, y al reírse de los equívocos de Nancy se notan, por un lado, su resignación ante un país inmovilista y atrasado que podría ser mejor pero también pasional, divertido, irónico, que contrasta con la ingenuidad simplista de Nancy.
Ramón J. Sender se mudó a San Diego en 1971 y continuó escribiendo hasta su muerte en 1982.
Sender dijo en una ocasión que "unas veces el hombre domina las circunstancias, y otras es dominado y arrastrado por ellas. Esto último sucedió a los españoles en 1936". Contemporáneo de los poetas de la llamada "Generación del 27, mostró desde sus primeros escritos un interés con el compromiso político y la capacidad de la novela de testimoniar las condiciones político-sociales de una época, sea ésta histórica o contemporánea. Para Sender, la Historia y el tiempo histórico sólo son apariencias que es preciso dejar de lado si se quiere captar el sentido verdadero de las cosas.
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