lunes, 4 de noviembre de 2019

Una madre

Un carrusel de emociones


Abuelos, padres, tíos, primos, nietos ¿quiénes forman nuestra familia?  Algunos están a nuestro lado solo en los buenos momentos y otros también en los malos. Están los que nos dicen las cosas aunque nos duelan o los que no se atreven a decirnos la verdad.
“La obra nace de un post que puse tras una conversación que tuve con mi madre y la respuesta fue tan intensa que decidí seguir probando. En esa merienda real con mi madre pude verme en ese momento con ella y decidí conservarlo para cuando ella no esté. Me pregunté cómo lo haría para conservarlo. Por eso la escribí, así tendría un documento de ella. Como una canción antigua que pones vez tras vez y de nuevo pasados diez años la vuelves a oír y revives los sentimientos del pasado.” 
   Alejandro Palomas nos traslada en esta historia a Barcelona durante la tarde del 31 de diciembre, pocas horas antes de la cena de Nochevieja, cuando Amalia y su hijo Fernando, Fer, ultiman nerviosos los detalles para que nada falle y todo salga perfecto esa noche tan especial. Amalia tiene 65 años y por fin ha conseguido que toda su familia cene junta la última noche del año. Su hijo Fer, narrador de la historia, sus hijas Emma y Silvia y su hermano Eduardo. 
  • Amalia es una mujer maravillosa, valiente, entrañable, con una forma muy peculiar de ver la vida, porque ya está de vuelta de todo, porque ahora le toca a ella vivir, ser feliz y, por encima de todo, que los suyos sean felices, y está dispuesta a todo para conseguirlo. Un personaje al que queremos abrazar pese a sus locuras y despistes que la hace más entrañable, si cabe, sintiéndola muy cercana.
  • Fer es gay y no sabe vivir sin un hombre a su lado. Vive en ático que no es sino un faro que divisa las vidas cercanas con sus ojos de bosque alemán.
  • Emma es lesbiana y está aprendiendo a rehacer su vida junto a Olga. Una vida que se quebró un día y se hizo añicos.
  • Silvia es la pragmática de la familia, una obsesa de la limpieza, la que siempre hace todo bien, la políticamente correcta, la que siempre sabe lo que hay que hacer. Pero "Todos somos como somos porque hemos sido algo antes".
  • Y Eduardo es el ojito derecho de su hermana Amalia, el que siempre ha hecho lo que le ha dado la gana, un showman familiar que se afana por llamar la atención y que pretende que todo el mundo le baile el agua.
   La trama no se limita a las historias de los protagonistas de esta historia coral sino que hay que destacar a otros omnipresentes en las conversaciones y el recuerdo como la abuela Ester, Sara o Ingrid, la amiga de Amalia.
  Personajes a los que poco a poco vamos conociendo que se concentran en torno a una mesa con siete sillas. Su pasado, su presente, el futuro que desean, sus sueños, sus anhelos, pero también sus miedos, sus fantasmas, sus ausencias. Todos unidos por el hilo invisible que significa la familia. Porque esta cena de Nochevieja es especial, inolvidable, llena de humor, pero también de lágrimas. Llena de silencios, de secretos, de mentiras, de confesiones porque todos tenemos una cara A que mostramos a los demás y una cara B que intentamos ocultar y ocultarnos a nosotros mismos, aunque muchas veces no lo consigamos.
   Una cena que nos habla de la necesidad que tenemos de amar y que nos amen, de tener unos lazos que nos unan a las personas que queremos y que nos quieren, aunque sean pocas, aunque no siempre sepamos quienes son.
  Una historia que nos recuerda la entrega, el sacrificio y la protección de una madre dispuesta a todo para mantener a su familia unida y a flote.

“—Duele.—Eso fue lo que dijo: “Duele”.
Mamá la estrechó aún más desde atrás entre sus brazos y siguió acunándola despacio.
—Sí, Emma, claro que duele —la oí decir—. Empezar a vivir de mayor duele, Pero más duele no volver a hacerlo. —Esperó un instante antes de volver a hablar—. Sé muy bien de lo que hablo, hija. Créeme.
(…)
—Pero yo estoy aquí —continuó mamá—, y seguiremos balanceándonos juntas el tiempo que haga falta. Y si tengo que hundirme para que flotes, me hundiré. Y si tengo que arrancarte del agua para que me vivas, te arrancaré, duela lo que duela. Porque no tengo nada mejor que hacer en la vida, hija. -Y luego, levantando la mirada hacia mí, y clavándome con ella a la silla, añadió—: No hay nada mejor que hacer en la vida. Para una madre, no.” 
(p. 197)

  Llena de situaciones surrealistas producidas principalmente por la particular visión que tiene Amalia de la realidad, hay momentos en los que no puedes evitar soltar una carcajada,  O soltar sonrisas de ternura. O sentir la necesidad de abrazarles en momentos entrañables. Con sus hijos que quieren vivir su propias vidas y se desesperan con las locuras de su madre pero que, ante el más mínimo problema, darían la vida por ella. Si a eso le añadimos los secretos y las sorpresas que los miembros de esta peculiar familia tratan de ocultar pero que acabarán saliendo a lo largo de la noche, convierten la novela en un reflejo de más de una cena familiar navideña, con sus alegrías, tristezas, discusiones, malos entendidos y reconciliaciones. Una familia que lucha unida contra los problemas y celebra unida las buenas noticias. Una familia normal, nada perfecta como la de Amalia, la de Alejandro Palomas, la mía o la tuya. 

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