Si había un momento especial en las reuniones del club de lectura de la Biblioteca Salvador García Aguilar, era el momento Ernaldo. En un grupo tan numeroso y, por lo general, tan charlatán, en ese instante se hacía el silencio.
Ernaldo hablaba poco pero cuando opinaba, siempre y digo siempre, sentenciaba y hacía que todo cobrará sentido en la obra de la que se estaba hablando y creo que en cada uno de nosotros. Este detalle, aunque el ya no asistiera al club, se ha recordado siempre con admiración y con el cariño que nos trasmitía tanto él como su mujer, Teresa.
Si me quedo con un momento personal en mi relación con él a través del club fue cuando asistió el escritor Jerónimo Tristante a la reunión. Creo que era nuestro primer encuentro con un autor y yo novata en estas lides estaba realmente nerviosa. Pero cuando Jerónimo bajó por las escaleras y dijo: - Maestro, ¿qué haces tú por aquí? y se estableció entre ellos una conversación de lo más cercana y amigable, mi relajación fue plena. Ernaldo me echó el cable que necesitaba.
Soy consciente que no somos el único colectivo en el que Ernaldo dejó su impronta, me consta que mucha gente ha disfrutado de su amistad, de su presencia, pero no quería dejar pasar la oportunidad de agradecerle los momentos pasados junto a él porque cada uno llevamos un trocito de un compañero que se fue pero que sigue vivo en nuestra vida, en nuestras lecturas, ya que como siempre hemos dicho, página a página compartimos más que historias. Gracias Ernaldo, y por supuesto, dedicado a Teresa y a Emma.
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