Irène Némirovsky |
Irène
Hija de un banquero, huye con su familia de Rusia tras la revolución, en 1918, con sólo quince años, para refugiarse en Francia, donde se desarrolla su vida y su carrera literaria.
Desde muy joven critica ferozmente a la burguesía judía utilizando el profundo conocimiento que la cercanía a esa opulenta clase social, a la que pertenece, le proporciona.
Irène Némirovsky conoció el odio, a través de su madre, belleza frívola a la que la hija recordaba que los seres humanos envejecen y se afean; por eso, la detestó y mantuvo siempre a una distancia.
Nacida en 1903, en Kiev, Irène se volcó en los estudios y llegó a dominar siete idiomas, sobre todo el francés, en el que más tarde escribiría sus libros. Pese a su fortuna, la familia, por ser judía se vio hostigada ya en Rusia en el tiempo de los zares, donde el antisemitismo campeaba. Luego, al triunfar la revolución bolchevique, fue expropiada y debió huir, a Finlandia y Suecia primero y, finalmente, a Francia, donde se instaló en 1920. También allí el antisemitismo hacía de las suyas y, pese a sus múltiples empeños, ni Irène ni su marido, Michel Epstein, banquero como su suegro, pudieron obtener la nacionalidad francesa. Su condición de parias sellaría su ruina durante la ocupación alemana.
En los años veinte, sus novelas tuvieron éxito, sobre todo, David Golder, llevada al cine por Julien Duvivier. La autora recogía a menudo los estereotipos del racismo antijudío, como su supuesta avidez por el dinero y su resistencia a integrarse en las sociedades de las que formaban parte.
Su conversión al catolicismo en 1939, religión en la que fueron bautizadas también las dos hijas de la pareja, Denise y Elizabeth, no les sirvió de nada cuando llegaron los nazis y dictaron las primeras medidas de “arianización” de Francia, a las que el Gobierno de Vichy, presidido por el mariscal Pétain, prestó diligente apoyo.
Irène y Michel fueron expropiados de sus bienes y expulsados de sus trabajos. Ella sólo pudo publicar a partir de entonces con seudónimo, gracias a la complicidad de su editorial (Albin Michel).
Como carecían de la nacionalidad francesa debieron permanecer en la zona ocupada, registrarse como judíos y llevar cosida en la ropa la estrella amarilla de David. Se retiraron de París al pueblo de Issy-l’Évêque, donde pasarían los dos últimos años de su vida, soportando las peores humillaciones y viviendo en la inseguridad y el miedo. El 13 de julio de 1942 los gendarmes franceses arrestaron a Irène. La enviaron primero a un campo de concentración en Pithiviers, y luego a Auschwitz, donde fue gaseada y exterminada. La misma suerte correría su esposo, pocos meses después.
Las dos pequeñas, Denise y Elizabeth, se salvaron de milagro de perecer como sus padres. Sobrevivieron gracias a una antigua niñera, que, escondiéndolas en establos, conventos, refugios de pastores y casas de amigos, consiguió eludir a la gendarmería que persiguió a las niñas por toda Francia durante años. La abuela, una rica rodeada de gigolós, en Niza, se negó a recibir a las nietas y, a través de la puerta, les gritó: “¡Si se han quedado huérfanas, lárguense a un hospicio!”. En su peregrinar, las niñas arrastraban una maleta con recuerdos y cosas personales de la madre. Entre ellas había unos cuadernos borroneados con letra menudita, de araña. Ni Denise ni Elizabeth se animaron a leerlos, pensando que ese diario o memoria final de su progenitora, sería demasiado desgarrador para las hijas. Cuando se animaron por fin a hacerlo, 60 años más tarde, descubrieron que era una novela: Suite francesa.
Fuente: Mario Vargas Llosa. Bajo el oprobio. El País, Madrid, 22 de agosto de 2010. Opinión. Pág. 21.
La estoy lellendo y sus libros son estraordinarios sobre todo Suit.Francesa .Su escritura es sencilla y muy Humana . Me encanta. Su obra podria haber alcanzado un Ito en la literatura de su Siglo , pero desgraciada mente fue asesinada.
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