Marcela Serrano comenzó a escribir en 1985, a raíz de una crisis personal. Figura destacada de la nueva narrativa de América Latina, su nombre se asocia al llamado “boom” de las narradoras latinoamericanas, entre las que se encuentran la también chilena Isabel Allende, la cubana Zoé Valdés y la mexicana Ángeles Mastretta.
Nacida en Santiago de Chile (1951) es hija de la novelista Elisa Pérez Walker y del autor de libros sobre las culturas griega e hindú y ensayista, Horacio Serrano.
A finales de la década de los años sesenta estudió lengua francesa en París, donde permaneció un año. Regresó a Chile y volvió a salir del país tras el golpe militar de Augusto Pinochet en 1973. Marcela se exilió en Roma, donde estuvo cuatro años hasta regresar -con temor- a su país. En esa época se unió a grupos artísticos y montó una exposición de artes plásticas a comienzos de los ochenta.
En 1983 se licenció en grabado por la Universidad Católica de Chile; siguió trabajando en diversos ámbitos de las artes visuales y fue directora de la Escuela de Diseño de Santiago. Sin embargo, al poco tiempo abandonó por completo sus actividades artísticas.
La obra de Marcela Serrano tiene como eje temático y preocupación central la condición femenina, reflejando tanto su naturaleza como su insatisfacción y las dificultades con que se topa para llegar a su realización en un mundo patriarcal. Los antecedentes de su narrativa en su país pueden encontrarse en María Luisa Bombal, autora de La amortajada y La última niebla, dos grandes títulos de la literatura chilena.
En 1991, con 38 años, publicó su primera novela, Nosotras que nos queremos tanto, obra con la que en 1994 obtuvo el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, que sirvió para consolidar su carrera literaria. Esta es la historia de cuatro chilenas que mantienen una charla sobre sus experiencias vitales. Su segunda novela, Para que no me olvides (1993), alcanzó los primeros puestos de las listas de los libros más leídos en Latinoamérica.
En 1995 salió a la venta Antigua vida mía, novela ambientada en la ciudad de Antigua (Guatemala) que fue llevada al cine por el director argentino Héctor Olivera e interpretada por Cecilia Roth y Ana Belén. Por esta obra recibió en el año 2000 la condecoración Rafael Landívar, máxima distinción que otorga el municipio de Antigua a sus hijos ilustres.
Serrano prosigue su actividad literaria con El albergue de las mujeres tristes (1998), ambientada en una residencia para mujeres con problemas en el sur de Chile y con Nuestra Señora de la Soledad (1999), una intriga policial protagonizada por una detective que investiga la desaparición de una célebre escritora; el desarrollo del relato, sin embargo, excede el género negro para convertirse en una verdadera novela de aprendizaje.
En el año 2000 publicó un libro de relatos cortos titulado Mundo raro, en los que abordó temas como el aborto, la soledad y las miserias de la condición humana. Un año después quedó finalista del Premio Planeta, el mejor dotado económicamente en lengua española, con Lo que está en mi corazón (2001), novela ambientada en el estado mexicano de Chiapas (en el que se produjo la revuelta zapatista) y protagonizada por una traductora que conoce el amor y toma conciencia de la necesidad de la lucha política.
Marcela Serrano, como novelista, sabe sobre lo que está escribiendo y no sólo lo hace bien, sino que convoca, con claridad y falta de afectación, algunos temas que hoy rodean al acosado mundo de la mujer contemporánea. Siempre comprometida con la realidad política de su país es defensora de las reivindicaciones de su sexo, sosteniendo que "definirse feminista es definirse ser humano".
Durante la gira de promoción de Hasta siempre, mujercitas, estando en un hotel de Lima en 2004 le diagnosticaron "estrés severo", y a raíz de él Marcela Serrano abandonó la vida pública durante años, reapareciendo 2011 para promocionar su novela Diez mujeres. aunque publicó en 2008, otra obra suya, La Llorona.
Marcela Serrano es también la autora del libro de cuentos Dulce enemiga mía (2013) y de La Novena (2016), la historia de un estudiante universitario, Miguel Flores y de su relación con Amelia, una mujer de mediana edad, viuda y dueña del fundo La Novena.
En su obra les ha dado voz a las mujeres y en su cotidianeidad estuvo y está rodeada por sus hermanas. Eran cinco, muy unidas y bulliciosas, según recuerda. En 2017 murió Margarita Serrano, quien era periodista. Marcela le dedicó El manto (2019), su novela más personal. La escribió viviendo en Parque Forestal en Santiago, donde todavía sigue instalada. En su infancia la rodearon, además de sus hermanas, su madre, tías maternas y dos abuelas. Sus hijas, Elisa y Margarita, continuaron esta maravillosa historia de mujeres.
Está enamorada de sus días tranquilos, alejados del trajín social. Disfruta de cocinar, de comer, de la música. Es una gran lectora y ha dicho que no puede imaginarse una vida sin la lectura: “La lectura es como mi mejor amiga, una compañera imbatible”.
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