Fascinación por el inconsciente
Décimo de los once hijos que tuvieron sus padres, inmigrantes italianos, Ernesto Sabato (Rojas, Buenos Aires, 1911) hizo su doctorado en física y cursos de filosofía en la Universidad de La Plata. Gracias a su brillante carrera académica logró una beca en el laboratorio Joliot-Curie en París en 1938 y en el Instituto de Tecnología de Massachusetts en 1939.
Fue en esa etapa parisina, cuando Sabato cambió su concepción de la realidad y del mundo. Allí conoció a los escritores y pintores del movimiento surrealista, en especial a André Breton, surgiendo así su vocación literaria. En 1945 abandonó su brillante porvenir en la ciencia para dedicarse exclusivamente a la literatura, al entender que la condición trágica del hombre del siglo XX no pasaba por lo científico. Esto fue la base para cimentar su carrera literaria destacando en ella tres novelas:
El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1961) y Abaddón el exterminador (1974)
Sabato tenía la manía de quemar todos sus manuscritos. De hecho, casi quema su segunda novela, Sobre heróes y tumbas, aunque finalmente su mujer Matilde le convenció para no hacerlo. “Puede ser porque pensé que todo mi trabajo era imperfecto, impuro, y descubrí que el fuego era purificador”, justificaba Sabato su destructiva costumbre.
Lo que sí se conservan son sus ensayos políticos y morales, muchos de ellos publicados en periódicos, y que al igual que le valieron tener que dejar en 1945 la enseñanza por sus críticas a Juan Domingo Perón, lo convirtieron en “la voz de la conciencia de Argentina” una vez que fue adquiriendo reconocimiento internacional. En esos años, dejó un poco de lado la literatura para centrarse en la investigación sobre la represión del gobierno militar de Jorge Rafael Videla y en la presidencia de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) en Argentina. A petición del presidente Raúl Alfonsín, realizó junto a otros investigadores, Nunca más, libro plagado de testimonios que abrió
las puertas del juicio a las juntas militares en 1985.
Sus ensayos tratan sobre el hombre en la crisis de nuestro tiempo o el sentido de la actividad literaria. Destacan así Uno y el Universo (1945) Hombres y engranajes (1951), El escritor y sus fantasmas (1963), Apologías y rechazos (1979), La resistencia (2000) y España en los diarios de mi vejez (2004). Capítulo aparte merece Antes del fin (1998), un ensayo que también es un libro de memorias. Son sus reflexiones en torno a grandes episodios de su vida. Él lo llamó “un testamento espiritual”. Dividido en tres partes: Primeros tiempos y grandes decisiones, Quizá sea el fin y El dolor rompe el tiempo contiene palabras preliminares y un epílogo titulado Pacto entre derrotados. Es un mensaje final, lleno de dolor y de esperanza, dirigido a los más jóvenes.
En 1948, su vida dio un giro con la publicación de su primera novela, El túnel, publicada en primera instancia en la revista Sur, ya que sus manuscritos fueron rechazados por todas las editoriales. El túnel es una novela psicológica narrada en primera persona y enmarcada en el existencialismo. Fue alabada por Albert Camus, quien la hizo traducir al francés. En 1952 fue llevada al cine por el director argentino León Klimovsky sobre su propio guion escrito en colaboración con Ernesto Sabato, y que tuvo como protagonistas a Laura Hidalgo, Carlos Thompson, Santiago Gómez Cou y Bernardo Perrone. Sabato comenzaba a ser un autor prolífico al haber encontrado a lo que quería dedicarse.
En 1955 fue nombrado por el gobierno interventor de la revista Mundo Argentino, aunque renunció al cargo al año siguiente por haber denunciado la aplicación de torturas a militantes y los fusilamientos de junio de 1956. Sus nombramientos y renuncias también se convirtieron en algo habitual por no traicionarse a sí mismo ni a sus principios. En 1958 Sabato fue designado director de Relaciones Culturales en el Ministerio de Relaciones Exteriores, puesto al que también renunció al año siguiente por discrepancias con el gobierno.
En 1961 publicó Sobre héroes y tumbas, que ha sido considerada como una de las mejores novelas argentinas del siglo XX. La novela narra la historia de una familia aristocrática argentina en decadencia, intercalada con relato intimista sobre la muerte del general Juan Lavalle, héroe de la guerra de la Independencia Argentina, y con los desgarramientos de la historia argentina, como las guerras civiles del siglo XIX hasta 1955. Está centrada en el personaje de Martín, un muchacho en busca de sí mismo; lo que este libro expone es una mirada profunda sobre la soledad.
Con un éxito impresionante, Sobre héroes y tumbas colocó a Sabato dentro del ‘Boom de la literatura hispanoamericana’, fenómeno editorial que, en la década de 1960, supuso el descubrimiento internacional de los narradores del continente: sus compatriotas Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, los mexicanos Juan Rulfo y Carlos Fuentes, el colombiano Gabriel García Márquez y el peruano Mario Vargas Llosa creando una narrativa de excelente nivel y aplaudida por los lectores y la crítica a la vez.
La tercera novela de Sabato fue Abaddón el exterminador (1974), que se centra en torno a consideraciones sobre la sociedad contemporánea y sobre el pueblo argentino. El propio autor es uno de los personajes, que vive y habla con sus criaturas, procedentes algunas de ellas de Sobre héroes y tumbas.
Imagen del discurso de Ernesto Sabato en la entrega del Premio Cervantes 1984 |
El reconocimiento internacional acabó por convertir a Ernesto Sabato en una autoridad dentro de la sociedad argentina, un formador de opinión y una especie de conciencia moral que, precisamente por su nuevo papel, se fue alejando progresivamente de la actividad literaria. El narrador y ensayista argentino se dedicó además a la pintura, otra de sus pasiones; si bien sus últimos años se vio aquejado de un grave problema de visión.
En junio de 1997 recibió el Premio Internacional Menéndez Pelayo, galardón con el que la Universidad de este mismo nombre distingue a personalidades destacadas en el ámbito de la creación literaria, artística o científica.
Ernesto Sabato falleció en su casa en Santos Lugares en abril de 2011, días antes de cumplir 100 años. Su funeral fue multitudinario como reconocimiento a su brillante figura y sus contribuciones a la literatura hispanoamericana y al desarrollo de Argentina. Escritores tan dispares como Albert Camus, Graham Greene y Thomas Mann han escrito con admiración sobre su obra, que ha obtenido el Premio Cervantes en 1984, el Premio Internacional Menéndez Pelayo en 1997, el Premio Jerusalén y la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid.
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