"Lo que me parece lo más alto en el Arte (y lo más difícil) no es ni hacer reír ni hacer llorar, ni excitarnos ni ponernos furiosos, sino actuar a la manera de la naturaleza, es decir, hacer soñar".
El escritor normando Gustave Flaubert (Ruán 1821-1880) era hijo de un cirujano, Achille-Cléophas y fue su madre, Anne, la que más influyó en su vida.
Flaubert comenzó a estudiar Derecho, pero lo dejó debido a su epilepsia y otros desequilibrios nerviosos que minaron su conducta social. “Mi vida activa acabó a los 22 años, escribió. Tengo mis nervios que no me dan reposo”. Esto también influyó en su carácter tímido y neurótico. Así que su existencia quiso ser siempre muy hogareña. Vivió en Croisset, lugar donde los Flaubert tenían una casa de campo. Fue allí donde escribió sus obras más conocidas.
Conoció a Víctor Hugo y a la poetisa Louise Colet, quien posteriormente sería su musa y amante. Louise tenía 11 años más que él. Entre 1846 y 1855 le escribió centenares de cartas. Cuando su musa falleció, en 1876, se sumió en una desesperación que empeoró su estado de salud.
Sin embargo, también viajó por varios países como Egipto, Turquía o Italia, visitas que le dejaron huella e inspiración para sus obras. De 1849 a 1851 se dedicó a viajar por Grecia y Oriente Próximo junto a su amigo Maxime du Camp. La mayor aportación del viaje la plasmará en su novela histórica Salambó (1862) También, y pese a no mantener mucho contacto con la gente, sí que tuvo por amigos a importantes nombres literarios de su época como Emile Zola o la escritora George Sand.
A Flaubert se le encuadra dentro de la literatura realista y naturalista. En 1857, el Romanticismo lanzaba sus últimos suspiros y los artistas, tan bohemios, tan descarados, desafiaban los excesos de la moralidad imperante. En ese año Flaubert publica Madame Bovary (subtítulada Costumbres provincianas) donde narra las vicisitudes de una mujer burguesa adúltera. Por retar a la moral a través de este libro, Flaubert fue perseguido y juzgado por atentar contra la moral pública, pero al final quedó absuelto.
La tentación de San Antonio (1874) es otro título importante que logró un fabuloso éxito por parte de la crítica, quienes llegaron a compararla, por su importancia, con el Fausto de Goethe. Como en casi todas las obras de Flaubert combina elementos tanto románticos como naturalistas.
En sus cartas, publicadas póstumamente, Correspondance (4 volúmenes, 1887-1893), calificó su trabajo de "agonías del arte". Es de destacar la gran precisión en los detalles y en el lenguaje de Flaubert.
Entre otras obras del autor francés cabe destacar la novela La educación sentimental (1869), basada en sus amores adolescentes con Elisa Schlesinger, tres narraciones cortas publicadas con el título de Tres cuentos (1877), y dos trabajos editados tras su muerte, la inacabada novela Bouvard y Pécuchet (1881) y Diccionario de lugares comunes (1913).
Flaubert no es un “realista” en el sentido tradicional del término. La realidad no le importa, ni le importa su explicación científica o psicológica. Lo que apuraba realmente al escritor era lograr un discurso poético que integrara todos los demás discursos. Una palabra que, siendo nueva, no anulara a las demás. Y la búsqueda de un estilo perfecto ocupó sus vigilias y desvelos: quería escribir una prosa que rimara como el mejor de los versos, evitar las metáforas ilógicas, los clichés y las repeticiones vanas.
A Flaubert se le encuadra dentro de la literatura realista y naturalista. En 1857, el Romanticismo lanzaba sus últimos suspiros y los artistas, tan bohemios, tan descarados, desafiaban los excesos de la moralidad imperante. En ese año Flaubert publica Madame Bovary (subtítulada Costumbres provincianas) donde narra las vicisitudes de una mujer burguesa adúltera. Por retar a la moral a través de este libro, Flaubert fue perseguido y juzgado por atentar contra la moral pública, pero al final quedó absuelto.
La tentación de San Antonio (1874) es otro título importante que logró un fabuloso éxito por parte de la crítica, quienes llegaron a compararla, por su importancia, con el Fausto de Goethe. Como en casi todas las obras de Flaubert combina elementos tanto románticos como naturalistas.
En sus cartas, publicadas póstumamente, Correspondance (4 volúmenes, 1887-1893), calificó su trabajo de "agonías del arte". Es de destacar la gran precisión en los detalles y en el lenguaje de Flaubert.
Entre otras obras del autor francés cabe destacar la novela La educación sentimental (1869), basada en sus amores adolescentes con Elisa Schlesinger, tres narraciones cortas publicadas con el título de Tres cuentos (1877), y dos trabajos editados tras su muerte, la inacabada novela Bouvard y Pécuchet (1881) y Diccionario de lugares comunes (1913).
Flaubert no es un “realista” en el sentido tradicional del término. La realidad no le importa, ni le importa su explicación científica o psicológica. Lo que apuraba realmente al escritor era lograr un discurso poético que integrara todos los demás discursos. Una palabra que, siendo nueva, no anulara a las demás. Y la búsqueda de un estilo perfecto ocupó sus vigilias y desvelos: quería escribir una prosa que rimara como el mejor de los versos, evitar las metáforas ilógicas, los clichés y las repeticiones vanas.
Flaubert hubiera contestado como contestó a sus enemigos, diciendo que toda obra auténtica encierra en sí misma un precepto y que si el lector no saca de un libro la enseñanza moral que debe hallarse en él, es que el lector es un imbécil o el libro muy malo. Y es que Flaubert sabía, mejor que nadie, que la moral mal entendida, puede cometer la inmoralidad de siempre: tener miedo y nunca buenos oídos para oír. Hay muchas maneras de leer, solía decir, y hace falta mucho talento para leer bien.
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