"Bien pudiera ser" de Alfonsina Storni (1892-1938)
Alfonsina Storni es una de las poetas más importantes de América, no sólo por su producción literaria, sino, también, por el hecho de que es un ejemplo de coraje para su época y para las artistas posteriores.
Esta autora, junto con otras contemporáneas, representa una revolución amparada por los cambios vertiginosos de principios del siglo XX: la mujer se convierte en la emisora de sus propios mensajes poéticos, desde sí misma, para sí misma, para otras mujeres y para el hombre. En este sentido, hay que hablar de una literatura que reclama la figura femenina como sujeto activo y no como objeto contemplado.
Como muestra el poema que leyó nuestra Loli del libro Irremediablemente (1919)
Bien pudiera ser...
Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido
no fuera más que aquello que nunca pudo ser,
no fuera más que algo vedado y reprimido
de familia en familia, de mujer en mujer.
Dicen que en los solares de mi gente, medido
estaba todo aquello que se debía hacer...
Dicen que silenciosas las mujeres han sido
de mi casa materna... Ah, bien pudiera ser...
A veces en mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero se le subió a los ojos
una honda amargura, y en la sombra lloró.
Y todo eso mordiente, vencido, mutilado,
todo eso que se hallaba en su alma encerrado,
pienso que sin quererlo lo he libertado yo.
Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido
no fuera más que aquello que nunca pudo ser,
no fuera más que algo vedado y reprimido
de familia en familia, de mujer en mujer.
Dicen que en los solares de mi gente, medido
estaba todo aquello que se debía hacer...
Dicen que silenciosas las mujeres han sido
de mi casa materna... Ah, bien pudiera ser...
A veces en mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero se le subió a los ojos
una honda amargura, y en la sombra lloró.
Y todo eso mordiente, vencido, mutilado,
todo eso que se hallaba en su alma encerrado,
pienso que sin quererlo lo he libertado yo.
La puerta abierta de Pascual García
El profesor, escritor y crítico literario Pascual García
(Moratalla, 1962) es doctor en Filosofía y Letras, catedrático de Lengua y
Literatura Española en el instituto Alfonso X el Sabio de Murcia y
profesor asociado de la UMU. Es autor, entre otros libros, de El invierno en sus brazos, Solo guerras perdidas y La fatiga y los besos. Y Luz para comer el pan que contiene el poema que se leyó durante la reunión.
La puerta
abierta
No sé de qué
materia se hizo el odio,
pero emerge del
fuego y nos abrasa
y es cicuta en
manos del verdugo
y hiere con el
hierro y con el filo
como corta la
espada o la guadaña.
Nadie le huye,
entonces, no es posible
olvidarse de su
rostro de piedra
y conciliar el
sueño indiferentes
a la devastación
y a la sequía.
Comemos en la
mesa junto al fuego,
los hijos en sus
opuestos, los abuelos
tan cerca de
nosotros y calientes,
y después lo
padres, los que presiden
una mesa de concordia
en silencio
y miran la
familia y agradecen
los dones, el
pan diario, y el trabajo,
la calle en paz,
el tiempo detenido.
Son ellos mismos
la casa, pues viven
en su centro de
paz y en ella duermen
confiados, y
habitan sus estancias
y recorren sus
pasillos de luz
y sus cuartos de
tiniebla y se asoman
a las ventanas
del cielo
y cierran la
puerta todas las noches
para dejar el
miedo
en lo oscuro, en
la humedad de las sombras.
Olvidamos, por
un minuto, brujas
de la espesura,
fantasmas del fuego,
habitantes de
nuestra pesadillas
en la eternidad
feliz de la infancia.
Olvidamos
terrores y demonios
y salimos en la
mañana al campo
a respirar la
vida entre los pinos
y caminar las
sendas.
Volvemos a la
casa. Es mediodía.
Nuestras mujeres
sirven la comida
y entra el sol
indiscreto hasta la sala.
El tomillo, las
setas y las piñas
descansan en un
rincón de la casa.
Sentados a la
mesa estamos todos
juntos, de
nuevo, olvidados del odio
por fortuna, y
está la puerta abierta.
El gran Ángel González de la mano de Rosario
Poeta, catedrático y ensayista asturiano (1922-2008)
Su poesía, llena de contrastes, discurre entre lo efímero y lo eterno, características que llevan al lector a divagar y soñar en los temas del amor y de la vida.
Fue maestro nacional, licenciado en Derecho por la Universidad de Oviedo y periodista por la Escuela Oficial
de Periodismo de Madrid. Enseñó Literatura Española Contemporánea en la Universidad de Alburquerque, USA,
habiendo sido profesor visitante en las de Nuevo México, Utah, Maryland y Texas.
De su obra se destacan los títulos: Áspero mundo, Grado elemental, Breves acotaciones para una biografía, Deixis de un fantasma y su último libro, Otoño y otras luces. Os dejó con el poema que nos leyó Rosario, todo un acierto.
Fue maestro nacional, licenciado en Derecho por la Universidad de Oviedo y periodista por la Escuela Oficial
de Periodismo de Madrid. Enseñó Literatura Española Contemporánea en la Universidad de Alburquerque, USA,
habiendo sido profesor visitante en las de Nuevo México, Utah, Maryland y Texas.
De su obra se destacan los títulos: Áspero mundo, Grado elemental, Breves acotaciones para una biografía, Deixis de un fantasma y su último libro, Otoño y otras luces. Os dejó con el poema que nos leyó Rosario, todo un acierto.
ME BASTA ASÍ
Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
—de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso—;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando —luego— callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta).
Ángel González
Pincha la imagén y accede al audio del poema
recitado por el propio Ángel González.
recitado por el propio Ángel González.
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