"Mi novela es una elegía a una forma de vivir que desapareció de un plumazo el 11 de septiembre"
Es una comedia, ¿romántica? Quizás. Suceden cosas tristes y hay episodios oscuros, pero al final, a la mayoría de los personajes les salen bien las cosas. También hay una veta política, sobre todo por parte de Tom, uno de los personajes principales, que es muy crítico con la Administración de Bush. Hay que tener en cuenta que la novela transcurre en el periodo de las elecciones presidenciales del año 2000. Se habla bastante de la situación que aqueja a Estados Unidos. Tom no es precisamente republicano y sus ideas se expresan con toda claridad en Brooklyn Follies.
La sombra de los atentados se cierne de manera velada sobre toda la novela, pero no afloran en la narración hasta el final. Esos párrafos le dan un vuelco total al libro. Todo lo que ha tenido ante sus ojos el lector cobra un sentido inusitado. Brooklyn Follies se transforma en una elegía, en un himno a una forma de vivir que desapareció de un plumazo de la faz de la tierra. El lector descubre que lo que tiene ante sí es un canto a un mundo perdido, a la belleza y sencillez de una forma de vida cotidiana que dejó de ser posible a partir de aquellos acontecimientos. El 11 de septiembre de 2001 cambió el curso de la historia, haciéndonos entrar a todos en un periodo de incertidumbre.
La novela se gestó en 1993. Nathan, el protagonista, no existía entonces en su imaginación, pero el resto de los personajes sí. Sobre todo había dos personajes muy especiales, Willy Christmas, un mendigo poeta, y Míster Bones, su perro. Esos dos personajes fueron el motor que puso en marcha la novela, pero cuando terminó el primer capítulo se dió cuenta de la singularidad de su historia y tomé la decisión de dedicarles una novela a ellos dos. El resultado fue Tombuctú, una narración breve, de carácter poético. Su intención era escribir Brooklyn Follies inmediatamente después de Tombuctú. Pero faltando Willy Christmas y Míster Bones, la estructura que tenía pensada se le vino abajo y no fui capaz de recomponerla. Entre medias, Auster otras novelas, pero no le resultó posible abordar Brooklyn Follies hasta que se le ocurrió el personaje de Nathan.
Narrada en primera persona por Nathan, personaje enfermo de cáncer, que decide trasladarse a Brooklyn para vivir sus últimos días en este barrio. Allí, encuentra a su sobrino Tom que trabaja en la librería del señor Harry.
Auster va describiendo poco a poco todos los personajes de tal forma que se pueden llegar a querer u odiar. Son personajes normales que viven momentos difíciles y que Nattan logra sacarlos a flote para que busquen una vida mejor.
La parte más emotiva del libro la protagoniza el excéntrico Harry demostrando que también posee un carácter bonachón. Auster ofrece un canto a la vida y una buena recomendación con su novela: “La esperanza es lo último que se pierde” Toda la vida de este escritor y cineasta norteamericano se halla alrededor de Brooklyn. Como reconocimiento de esta labor que sobrepasa fronteras, la Junta Municipal de Brooklyn quiso dedicar un día especial para recordar y homenajear a su escritor. El día 26 de febrero es el “Día de Paul Auster”. Un reconocimiento a la difusión del espíritu de Brooklyn y de las personas que lo habitan.
Una historia dentro de otra historia: Kafka y su muñeca
Una de las escenas más bellas de Brooklyn Follies, ocurre a mediados del relato. El tío Nathan y el sobrino Tom viajan hacia el norte y mientras lo hacen discuten sobre Kafka, uno de los escritores a quien Auster ha confesado admiración por su dominio indiscutible del juego realidad-ficción en sus escritos, incluso en sus diarios. Es entonces cuando se narra la escena: Kafka, en sus paseos junto a su compañera Dora Diamant por Berlín, se encuentra con una niña que llora desconsolada porque ha perdido su muñeca. Para consolarla, Kafka le dice que se ha ido de viaje. ¿Cómo lo sabes?, le replica. Porque le ha escrito una carta, responde Kafka. ¿La tienes ahí?, le pregunta la niña. No, pero mañana la traeré conmigo. Esa noche, Kafka escribió la carta con tanta dedicación como puso en su propia obra y a día siguiente se la leyó a la niña. Kafka escribe más cartas durante tres semanas, hasta que encuentra un final apropiado: la muñeca va a casarse, se despide de la niña, es feliz.
El ya fallecido escritor y periodista argentino Tomás Eloy Martínez, amigo de Paul Auster, pensó que la escena había sido inventada de cabo a rabo nada más leerla. Después investigó los escritos de Kafka y apenas encontró referencias al episodio: "El único indicio que descubrí fue una referencia breve, no más de una línea, en la biografía que Ronald Hayman publicó en 1981″, explica. Así que se dispuso a preguntárselo directamente y éste contestó:
"Realmente le sucedió eso a Kafka.Yo no lo inventé. Hubo tres semanas de cartas verdaderas, que lamentablemente no han sobrevivido". La historia parecía demasiado buena para ser real y la respuesta de Auster le dejó sorprendido. "Auster me preguntó que opinaba yo. Dije que estaba perplejo. Los seres humanos nunca sabemos si la realidad es una inmensa novela o si no hay otra novela que la lisa y llana realidad".
El escritor Jordi Sierra i Fabra también aborda esta historia en el libro Kafka y la muñeca viajera. Desde su peculiar y enternecedor punto de vista él da vida y voz a la niña, a la que ha llamado Elsi, y a su muñeca viajera, de nombre Brígida.
Otro relato el que Franz Kafka se transformó en un mago de la palabra para una niña desconocida de la que jamás volvió a saberse nada, como tampoco de aquellas cartas que constituyen uno de los misterios más hermosos de la narrativa del siglo XX.
Fuentes:
Babelia, El País
Blog Desequilibrios
Blog Mi sala amarilla
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