Artículos recomendados por Matías en relación con algunos temas tocados en nuestra reunión del 6 de septiembre junto a Elia Barceló. Para Matías, a la luz del artículo "El arquetipo de la sombra" de la psicóloga Valeria Sabater publicado en la página web Una mente maravillosa, pudo entender mejor el personaje de Helena Guerrero. El otro artículo, que se publicó recientemente en El País es sobre la escritora María Lejárraga, viene a colación del tema de la invisibilidad de la mujer que se trató en la reunión.
Valeria Sabater 28 octubre, 2017
El arquetipo de la sombra representa, según la psicología analítica de Carl Jung, el “lado oscuro” de nuestra personalidad. Se trata de un submundo convulso de nuestra psique donde se contiene lo más primitivo, los egoísmos más afilados, los instintos más reprimidos y ese “yo desautorizado” que la mente consciente rechaza y que sumergimos en los abismos más profundos de nuestro ser.
Todos hemos oído alguna vez hablar de ese concepto, de ese arquetipo de la sombra que de algún modo, sigue utilizándose en psicología para hablarnos de esa confrontación. De esa sensación de disputa que a veces llevamos con nosotros mismos cuando trabajamos nuestras frustraciones, nuestros miedos, inseguridades o rencores.
“Uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad”
-Carl Jung-
Sin embargo, no podemos olvidar que esa idea que Carl Jung nos trajo a través de su trabajo sobre los arquetipos ya estaba presente en nuestra sociedad histórica y culturalmente. El concepto de sombra o reverso oscuro conforma esa dualidad tan común, que incluso le sirvió a Robert Louis Stevenson como inspiración para crear su ya clásico “Dr Jeckyll y Hyde”, mucho antes de que el propio Jung desarrollara su teoría sobre el arquetipo de la sombra.
Todo aquello que en un momento dado consideramos como “malo” debido a nuestra educación y a las normas morales de nuestra sociedad, se convierte en nuestra sombra. Sin embargo, no es recomendable ver todas esas dinámicas internas como experiencias reprobables o peligrosas, hasta el punto de pensar que todos nosotros llevamos un Hyde dentro clamando por salir.
El propio Jung explicó que existen diferentes tipos de sombras y que un modo de alcanzar el bienestar, la sanación y la libertad personal es haciéndolas conscientes, enfrentándonos a ellas.
El arquetipo de la sombra: el lado oscuro del ser humano
El arquetipo de la sombra se relaciona mucho con el concepto de inconsciente formulado por Freud. No obstante contiene matices únicos que lo diferencian de un modo considerable y que lo enriquecen. No podemos olvidar que lo que empezó siendo un idilio intelectual entre Freud y Jung terminó enfriándose, hasta el punto de que este último llegó a decir del padre del psicoanálisis que era “una figura trágica, un gran hombre, pero alguien con cuyo método terapéutico no comulgaba”.
Jung desarrolló su propio método, la psicología analítica. Dejó a un lado el diván y esa relación asimétrica entre terapeuta y paciente para desarrollar una terapia basada en la conversación, ahí donde indagar en la estructura de la psique y en ese inconsciente donde navegan los arquetipos. Entre todos ellos, el que mayor valor terapéutico podía llegar a tener era sin duda el arquetipo de la sombra. Veamos sus características:
La sombra, una presencia conocida pero reprimida
· La “sombra” fue un término que Jung tomó de Friedrich Nietzsche.
· Esta idea representaba la personalidad oculta que tiene toda persona. A simple vista la mayoría de nosotros aparentamos (y nos percibimos) como seres buenos y nobles. Sin embargo, en nuestro interior hay ciertas dimensiones reprimidas, instintos heredados donde a veces se esconde la violencia, la rabia, el odio…
· El arquetipo de sombra no habita únicamente en cada persona. En ocasiones, también está presente en “grupos de personas”, en sectas, en algunos tipos de religiones o incluso en partidos políticos. Son organizaciones que pueden en un momento dado, sacar su sombra a la luz para justificar actos violentos contra la propia humanidad.
· La sombra es más destructiva, insidiosa y peligrosa cuando más la “reprimimos”. Es entonces cuando “se proyecta” apareciendo así, y según Carl Jung, perturbaciones como la neurosis o la psicosis.
· Asimismo, Jung diferenció en su arquetipo de la sombra dos tipologías. La primera es la sombra personal, la que llevamos todos con nuestras pequeñas frustraciones, miedos, egoísmos y dinámicas negativas más comunes. Sin embargo, también estaría la sombra impersonal, esa que contendría la esencia de la maldad más arquetípica, la que acompaña a los genocidas, asesinos despiadados, etc.
Desafortunadamente no puede haber ninguna duda de que el hombre es, en general, menos bueno de lo que se imagina a sí mismo o quiere ser. Todo el mundo tiene una sombra, y cuanto más oculta está de la vida consciente del individuo, más negra y más densa es. En todo caso, es uno de nuestros peores obstáculos, puesto que frustra nuestras intenciones más bien intencionadas”
-Carl Jung-
¿Cómo hacer frente a nuestra propia sombra?
Es muy posible que la teoría del arquetipo de la sombra de Jung nos resulte interesante a nivel teórico, que tenga su encanto, su esencia metafórica y misticismo. Todos vemos en esta figura la representación más clásica del tabú, de la maldad y de esa dimensión tenebrosa de la personalidad humana que siempre suscita un alto interés. Sin embargo ¿podemos sacar de ella alguna aplicabilidad práctica en nuestro día a día?
La respuesta es “sí”. Tal y como el padre de la psicología analítica nos recuerda en libros como “Arquetipos e Inconsciente Colectivo” nuestra tarea en la vida es aceptarnos en plenitud e integrar “nuestra sombra” en la personalidad para hacerla consciente y trabajar con ella, afrontándola cara a cara. Descuidarla, permitir que siga en su universo inconsciente puede robarnos el equilibrio y la oportunidad de ser felices.
No podemos olvidar qué tipo dinámicas conforman ese concepto al que denominamos sombra: ahí están nuestros miedos, ahí esos traumas del pasado, ahí las decepciones que nos envenenan, ahí los sueños no realizados por indecisión y que se convierten en tiburones frustrados navegando en nuestra personalidad. Si los escondemos, esos demonios internos adquieren mayor ferocidad y si los silenciamos nos acabarán controlando, proyectando sobre los demás en muchos casos una imagen de nosotros mismos que no nos gusta.
Por tanto, no podemos olvidar que nuestro crecimiento personal y nuestro bienestar psicológico dependerán siempre de nuestra capacidad para sacar a la luz esas sombras.Tras ese acto de valentía, se iniciará un delicado, pero valioso, trabajo para sanarnos, para hallar la calma y el bienestar.
La gran escritora que borró su nombre
La editorial Renacimiento rescata la obra de María Lejárraga, la mujer que escribió las obras con las que su esposo, Gregorio Martínez Sierra, conoció el éxito. Novelista y dramaturga, murió pobre y exiliada
EVA DÍAZ PÉREZ Sevilla 17 SEP 2018
Escribió en silencio, en soledad entre cuatro paredes, lejos de los aplausos por las obras de teatro que salían de su pluma. Su nombre es una ausencia, una sombra, un vacío y una historia dolorosa. María de la O Lejárraga (San Millán de la Cogolla, 1874-Buenos Aires, 1974) atravesó todo un siglo y fue una de esas mujeres brillantes y pioneras de la Edad de Plata. Novelista, dramaturga, ensayista, traductora, feminista y, sin embargo, ausente de las portadas de sus libros. El nombre que leemos es el de su marido: Gregorio Martínez Sierra, quien recibía elogios en los estrenos de Canción de Cuna o El amor brujo y El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla, mientras la autora y libretista esperaba en casa.
En estos tiempos en los que la historia de la creación parece estar curando olvidos y variando la brújula del canon oficial, la figura de María Lejárraga regresa con sed de justicia poética. La recuperación de su nombre en la portada de su obra supone el reconocimiento a una de las más destacadas autoras de su época.
Ahora la editorial Renacimiento rescata Viajes de una gota de agua, una colección de cuentos infantiles que la autora publicó en Argentina en 1954, cuando ya vivía en el exilio. Juan Aguilera Sastre e Isabel Lizarraga Vizcarra, expertos de la Edad de Plata, son los responsables del estudio introductorio y de otros dos rescates editoriales: Cómo sueñan los hombres a las mujeres y Tragedia de la perra vida y otras diversiones. Teatro del exilio (1939-1974).
Escribió en silencio, en soledad entre cuatro paredes, lejos de los aplausos por las obras de teatro que salían de su pluma. Su nombre es una ausencia, una sombra, un vacío y una historia dolorosa. María de la O Lejárraga (San Millán de la Cogolla, 1874-Buenos Aires, 1974) atravesó todo un siglo y fue una de esas mujeres brillantes y pioneras de la Edad de Plata. Novelista, dramaturga, ensayista, traductora, feminista y, sin embargo, ausente de las portadas de sus libros. El nombre que leemos es el de su marido: Gregorio Martínez Sierra, quien recibía elogios en los estrenos de Canción de Cuna o El amor brujo y El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla, mientras la autora y libretista esperaba en casa.
En estos tiempos en los que la historia de la creación parece estar curando olvidos y variando la brújula del canon oficial, la figura de María Lejárraga regresa con sed de justicia poética. La recuperación de su nombre en la portada de su obra supone el reconocimiento a una de las más destacadas autoras de su época.
Ahora la editorial Renacimiento rescata Viajes de una gota de agua, una colección de cuentos infantiles que la autora publicó en Argentina en 1954, cuando ya vivía en el exilio. Juan Aguilera Sastre e Isabel Lizarraga Vizcarra, expertos de la Edad de Plata, son los responsables del estudio introductorio y de otros dos rescates editoriales: Cómo sueñan los hombres a las mujeres y Tragedia de la perra vida y otras diversiones. Teatro del exilio (1939-1974).
El reconocimiento, para el marido
Esta edición tiene un valor especial porque aparece con su nombre auténtico: María Lejárraga, tal como hizo la autora, por primera y única vez en su vida, con su debut, Cuentos breves, publicado en 1899. Precisamente, el enfado que provocó en su familia que su nombre apareciera en esta primera obra fue la razón por la que decidió borrarse.
La hija de la amante de su marido se quedó con los derechos de sus obras
Al casarse con Gregorio Martínez Sierra, ella decidió esconderse tras su nombre. Ambos formaron una de las más fructíferas parejas artísticas de la época. Gregorio era el responsable de la dirección de las obras y quien se llevaba la gloria en los estrenos. María aceptó ese papel de sombra, como tituló oportunamente Antonina Rodrigo su biografía de la autora: María Lejárraja, una mujer en la sombra.
Gregorio llevaba la parte externa de la sociedad, pero ella era quien escribía. A veces, los ensayos se paraban porque María estaba escribiendo el último acto de la obra firmada por Gregorio Martínez Sierra. Todo el mundo sabía que Lejárraga era la negra de su exitoso marido. A tal extremo llegó esta situación que Gregorio daba discursos feministas que escribía su mujer. Ahí está el libro Cartas a las mujeres de España donde ella anima a la libertad e independencia femenina, aunque su nombre no aparece por ninguna parte. A pesar de este silencio, Lejárraga llegó a ser diputada socialista en la Segunda República, experiencia que relató en su libro Una mujer por los caminos de España, escrito en el destierro.
La historia de Lejárraga tiene un momento especialmente doloroso. Gregorio se enamora de la famosa actriz Catalina Bárcena con quien tiene una hija. El matrimonio se rompe, pero Lejárraga sigue colaborando con su marido y escribiendo los libros que él continúa firmando.
El gran desengaño de Lejárraga llegará en 1947 con la muerte de Gregorio Martínez Sierra, cuando la hija de Catalina Bárcena exija los derechos de autor de su padre. María vive con escasos recursos en el exilio y es entonces cuando reacciona y comienza a publicar con su nombre, pero aún refugiada en los apellidos de su marido: María Martínez Sierra. Y decide escribir sus memorias — Gregorio y yo— donde desvela en qué consistió la colaboración. Una obra en la que por fin sale del silencio, aunque de forma muy tibia.
Viajes de una gota de agua es un libro de melancolías, el recuerdo dolorido de la exiliada: "Es un ejercicio de nostalgia alentada por la desazón de sentir que sus libros se prohibían en España y que tampoco hallaba modo de acceder a los escenarios españoles, donde solo de manera ocasional se reponía su producción anterior", explican Juan Aguilera e Isabel Lizarraga.
Con uno de estos cuentos, Lejárraga sufrió otra decepción. La autora, a través de su traductora Collice Portnoff, envía en 1951 a Walt Disney el manuscrito de Merlín y Viviana, donde contaba la historia de un perro que se enamora de una gata coqueta, por si le interesaba para alguna película. Sin embargo, a los dos meses Disney se lo devuelve. En 1955 se estrena La dama y el vagabundo con la que se podrían encontrar ciertas similitudes. En una carta a su traductora habla del supuesto plagio: "La enviamos a Walt Disney, la tuvo un par de meses y la devolvió diciendo que no admitían más que las obras que habían encargado. Después, hizo una película, La dama y el vagabundo, que era la misma historia, sin más cambio que haber convertido la gata en perra elegante. Esta vez no quise protestar, ¿para qué?".
A pesar de que se ha hablado de plagio, "los parecidos son escasos aparte de que el proyecto de Disney comenzó a gestarse mucho antes de que María le enviase su original", según los autores del estudio. Sería así, pero para María Lejárraga fue otro nuevo episodio de apropiación de su obra. Ahora, por fin, aquellas historias escritas en soledad no olvidan quién fue la verdadera autora.
La venganza contra los adúlteros
A pesar de que durante años silenció su nombre, hay una secreta proyección autobiográfica en sus obras. En ocasiones, Lejárraga introducía trasuntos de la relación entre su marido y la actriz. Era una forma de venganza porque esas obras las interpretaba Catalina Bárcena y el marido infiel era quien dirigía. Juan Aguilera e Isabel Lizarraga señalan que en uno de los cuentos se descubre esta intención: Merlín, el perro atontado, es un personaje de buen corazón que podría ser Gregorio, sometido a las veleidades de un amor caprichoso; mientras que Viviana, la gata egoísta, engreída, cínica, cruel, podría representar los rasgos negativos que veía en Catalina".
No hay comentarios:
Publicar un comentario