lunes, 7 de noviembre de 2016

El Martinico

El duende castellano
  Parece ser que el origen del término castellano “duende” proviene de la expresión "duen de casa" o "dueño de casa", por el carácter entrometido de los duendes al "apoderarse" de los hogares y encantarlos. Pertenecían al género de demonios «caseros, familiares y tratables», ocupados en hacer toda serie de burlas ridículas a las personas.
   Martín es nombre de diablo o demonio en la Edad Media; en el cuento XLV de El conde Lucanor de Don Juan Manuel se llama al demonio que sirve a un hombre "Martín". Pedro Calderón de la Barca, en su comedia La dama duende describe al supuesto duende que dice haber visto el miedoso Cosme como "fraile tamañito" o "duende capuchino". En efecto, Goya los representa como enanos cabezones, con manos grandes y con hábito franciscano; lo corrobora que en Extremadura sean conocidos como frailecillos. Su fisonomía tal vez se asocie con los muñecos cabezudos que aparecen en las fiestas populares de Castilla.
   El padre Benito Jerónimo Feijoo combatió esta superstición en sus ensayos y Fernán Caballero recogió en el XIX algunos cuentos populares en que son protagonistas Martinicos famosos.
   Este género de espíritus parece sentir una gran predilección por Castilla-La Mancha, sobre todo, en el siglo XVI y así fueron famosos los manchegos de La Guardia, Mondéjar, Villaluenga de la Sagra.   
   Son muy bromistas, especialmente con los avaros, a los que suelen chasquear cruelmente convirtiendo su oro en carbón, y con las doncellas, haciendo ruidos en las alacenas, apagando súbitamente candiles o candilejas, tirando pucheros o engañando a los humanos de varias maneras. Les gusta mucho morar desvanes, sótanos y bodegas en donde jugar y hacer ruidos por las noches.
   Se le representa como una figura de viejo o de niño en las narraciones antigüas, de unos 60 cm de altura, con la capacidad de hacerse invisibles o de mutarse en pequeños animales.
   Bastante inestable emocionalmente, son legendarios sus enfados cuando es importunado; generoso, solidario con los hombres y mujeres, a los que no duda en dar mano en caso de necesidad, como de gastarle las peores jugarretas.

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