Un pintor cuenta a su hija la relación que tuvo con su mujer, recién muerta tras una operación. Este es el planteamiento de esta obra de Miguel Delibes. El pintor ha perdido la inspiración. A lo largo de la obra se descubre cómo es la enfermedad de su mujer la que le ha ido privando de esta.
Era su mujer, Ana, la que le proporcionaba la inspiración necesaria, pero desde que enfermó, no consigue volver a pintar nada nuevo. El nombre del libro viene del nombre de un cuadro. Ana, la mujer del pintor, tenía simpatía por un viejo pintor, García Elvira, al que atendía tras haberse quedado viudo. García Elvira es el que la retrata: "fue en esa etapa cuando le pintó el famoso retrato con el vestido rojo. (...) eludió el fondo; únicamente una mancha gris azulada, muy oscura, en contraste con el rojo del vestido". Entonces es el narrador el que hace ver sus celos por el pintor, que intenta seducir a su mujer, y por su obra, pues no podía soportar que hubiese sido otro el que la captó en todo su esplendor.
La hija a la que le cuenta la vida con su mujer, había estado en la cárcel por conspiración contra el régimen. Y cada vez que recuerda las visitas que le hacían a Carabanchel surge la misma imagen: Ana la primera, decidida, después Basilio, su cuñado, saludando a todos los presos políticos, que le devolvían el saludo gustosos; y después el resto de familiares. Esta escena la evoca hasta tres veces, en igualdad de condiciones, aunque cada una corresponda a situaciones diferentes, quizá porque en el momento que escribíó el libro (1976) estábamos en plena transición.
Narra cómo la actividad frenética de su mujer va disminuyendo a la vez que su capacidad creativa. Ella, lo intuía, pero no pensaba que su carencia de creatividad fuera eterna ni que se debiese a ella. Hasta que un día, por fin se atreve a confesarle la razón a ella: "Desde que enfermaste". Pero pese a la enfermedad, su falta de ánimo, y pese a la pobreza creativa de su marido, Ana seguía fiel a la estética. Toda una vida dedicada a la estética, a la suya a la de su familia, a la protección de su marido y de su obra. Narrado desde la primera persona de su marido pintor, Delibes cuenta la historia de una vida dedicada al arte y a la estética.
"Soy consciente de que con su desaparición ha muerto la mejor mitad de mí mismo”. Lo dijo Miguel Delibes en su discurso de ingreso en la Real Academia Española, pocos meses después de la prematura muerte de su mujer, Ángeles de Castro. Ella le inclinó a la literatura, con ella tuvo siete hijos y ella fue su inseparable compañera durante cerca de 30 años. Ángeles de Castro es la señora de rojo sobre fondo gris.
Un amor que adquiere un dramatismo cuando aparece, primero sigilosa, después como un golpe seco, la enfermedad. La narración se va a ir acercando y centrando en las fechas inmediatamente anteriores al 22 de noviembre de 1974. Ángeles de Castro fallecía a los 50 años de edad.
Por tanto, esta novela habla sobre la muerte, sobre la pérdida y sobre un pesar tan humano y sencillo como es lamentar no haber dicho a tiempo a alguien ya muerto cuánto lo amabas. “Un día adviertes que aquel que te ayudó a ser quien eres se ha ido de tu lado y, entonces, te dueles inútilmente de tu ingratitud”.
Mención especial merece la referencia que hace la novela al contexto político de esos años, no tan lejanos. El narrador es un padre que se dirige a su hija, encarcelada por oponerse al proceso 1001, que había llevado a prisión a toda la dirección del sindicato Comisiones Obreras, con penas de 12 a 20 años. Hasta los últimos momentos de la dictadura franquista las condenas por motivos políticos estuvieron a la orden del día, y las torturas también. Aquí Delibes demuestra que es un escritor comprometido con su tiempo.
Señora de rojo sobre fondo gris no se publicó hasta bastantes años después de la muerte del dictador.
El retrato de Ángeles de Castro no sólo es literario, también lo encontramos a modo de pintura en la portada de algunas ediciones del libro. De ahí viene su título, del nombre de ese cuadro. El pintor Eduardo García Benito la retrató casi a la edad a partir de la cual no cumpliría más años. Ángeles de Castro no envejeció. La pintura quedó como testimonio de su imagen imperecedera.
En Señora de rojo sobre fondo gris hay una frase que, aunque puesta en boca de un personaje ficticio, corresponde al discurso de respuesta del académico Julián Marías, concretamente a las palabras que dedicó a Ángeles de Castro: “Una mujer que, con su sola presencia, aligeraba la pesadumbre de vivir”. Contaba Delibes que la frase le dejó con un nudo en la garganta, preguntándose si podía decirse de alguien algo más hermoso, pensando que exactamente así era ella.
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