martes, 10 de abril de 2012

    
André Gide (París, 1869-id., 1951)

     Gide, entre el cielo y el infierno

      Los efectos de una educación rígida y puritana condicionaron el principio de su carrera literaria, que se inició con Los cuadernos de André Walter (1891), prosa poética de orientación simbolista y cierto tono decadente. Se ganó el favor de la crítica con Los alimentos terrestres (1897), que constituía una crítica indirecta a toda disciplina moral, en la cual afirmaba el triunfo de los instintos y la superación de antiguos prejuicios y temores.
   En 1893, año de la publicación de El viaje de Urien, y 1894, Gide viajó al norte de África, en donde entabló amistad con Oscar Wilde en Argelia y posteriormente comenzó a reconocer sus diferentes convenciones morales y sexuales. En Biskra, Gide cayó enfermo pero escapó de la muerte. Estas experiencias dieron forma a sus novelas psicológicas El inmoralista (1902), acerca de la fuerza destructiva del hedonismo y el hambre de nuevas experiencias, y Estrecha es la puerta (1909), el contrapunto de la obra anterior, o el "gemelo", como Gide lo llamó.

   Esta exigencia de libertad adquirió posteriormente expresión narrativa en Isabelle (1912) y la Symphonie pastorale (1919). Después del éxito de Los alimentos terrestres, publicó Prometeo mal encadenado (1899), reflexión sobre la libertad individual, obstaculizada por los remordimientos de conciencia. Idéntica preocupación por lo moral y la gratuidad reflejan Los sótanos del Vaticano (1914) y Corydon (1924), esta última un diálogo en defensa de la homosexualidad, que supuso un auténtico escándalo. Participó en la fundación de La Nouvelle Révue Française (1908) y publicó ensayos sobre viajes, literatura y política. Los monederos falsos (1925) es una de las novelas más reveladoras del período de entreguerras y gira en torno a su propia construcción y a la condición de escritor, aunque su obra más representativa tal vez sea su Journal (1889-1942), que constituye una especie de Bildungsroman (aprendizaje de novelista). 
   Como novelista, y aún más como un intelectual en busca de una manera moral, Gide ha hecho un llamamiento a las distintas audiencias: una novelista tradicional y psicológico para algunos, un tabú para romper a los demás, era un crítico de las principales obras literarias, cruzado social y el portavoz por los derechos homosexuales. André Gide emerge como la figura emblemática del pensador comprometido. En el año 1947 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura.   
   Su padre, Paul Gide, un profesor de derecho en la Universidad de París, murió en 1880, dejándolo huérfano con 11 años y así fue criado por tres mujeres, su tía Claire, la solterona Ana Shackleton, y su madre, calvinista, Juliette Rondeaux, que dedicó su vida a él. A la edad de 13 años, Gide se enamoró de su prima Madeleine Rondeaux, con la  que se casó 12 años más tarde, pero en 1923, después de veintisiete años de matrimonio no consumado, Gide tuvo una hija, Catherine, con otra mujer. La madre de Catherine, Maria Van Rysselberghe, escribió sobre la vida doméstica de Gide en Cahiers de la Petite Dam. Madeleine murió en 1938, su no consumado "el matrimonio del Cielo y el Infierno" Gide lo trata de la Et nunc manet et te (1951). 
  André Paul Guillaume Gide se vió a sí mismo expirando con la pluma sobre el papel, fiel al oficio que abrazó desde muy joven. Murió efectivamente en plena relación con la escritura, rodeado de los suyos, sin sufrir y sin ningun tipo de asistencia religiosa. Al parecer, sus últimas palabras fueron una muestra de puntillosidad expresiva: “Tengo miedo de que mis frases se vuelvan gramaticalmente incorrectas. Es siempre la misma lucha entre lo razonable y lo que no lo es”. Se enterró en Cuverville, al lado de la prima Madeleine. Y al año siguiente, el Vaticano incluyó su corpus literario en el Index librorum prohibitorum.
   Ningun documento refleja mejor los nuevos tiempos laicos que se abrían tras su desaparición como la anotación escrita por el otro gran diarista francés del XX, Julien Green, el 28 de febrero de 1951: “Ha habido muchas risas a propósito de un telegrama que Mauriac ha recibido pocos días después de la muerte de Gide, y redactado así: ‘No hay infierno. Puedes pecar a destajo. Díselo a Claudel. Firmado: André Gide’”.

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