lunes, 5 de mayo de 2025

Todo lo que era sólido

El espejo


Nada es para siempre y cualquier derecho puede desaparecer.


Antonio Muñoz Molina ha escrito ya sobre su barrio, sobre sus padres, sobre su pueblo, sobre algunos de sus amigos; ha escrito sobre la Luna, sobre Nueva York, sobre el arte, sobre lo que le concierne y también sobre lo que le resulta contingente u olvidable, pero que en algún momento le importa y le produce desánimo o alegría. Ha escrito sobre cine, muchísimo sobre literatura, ha escrito de personas y de ideas, y, sobre todo, nunca ha dejado de escribir.

Hace 12 años de la publicación de este ensayo y después han pasado muchas cosas. Desde la distancia del tiempo vemos como nos sorprende los cambios que se vivieron en esa época. Pero es que en la actualidad, después de 2013, la sensación es que todo lo que era sólido ahora es líquido.

El escritor analiza las décadas anteriores a la crisis, los años de la furia, los del exceso, los días en los que España era “el país donde más rápido uno se puede hacer millonario”. Los años del gasto y del desgaste, aunque fuéramos incapaces de apreciarlo. Hace un repaso de los años de democracia, casi desde el inicio de la misma, y separa cada átomo de nuestra sociedad para analizarla desde una perspectiva ética, económica y social.

Ética porque interpreta los años vividos desde su propio modelo moral dando así sentido a todos los hechos que relata. porque la ética puede ser relativa y cambiar con el tiempo. Sabíamos que lo que se hacía (y todavía se hace) estaba y está mal, pero nos beneficiábamos de ello y nos dejábamos mecer por un cinismo ético que nos acunaba entre contratos y beneficios más o menos confesables.

Económica porque hoy todo es economía, todo se ve afectado de un modo u otro por el beneficio y la transacción.

Social porque el libro habla de una sociedad, de toda ella, aunque se centre en grupos concretos. Y eso es lo que asusta, su descripción global de modos y formas de entender las relaciones éticas y económicas, es decir, sociales. No hay culpa individual, ni siquiera de un grupo concreto, sino que es una culpa colectiva, de la que todos participamos alegremente porque todos esperamos ese beneficio.

El libro de Muñoz Molina no es un reproche al capitalismo, pero si habla de una época de excesos y pone ejemplos que vistos ahora nos resultan vergonzantes pero que en su momento se vendía, y así lo creíamos, como ejemplo de la pujanza mundial de España. Muestra muy claramente esa separación entre los hechos y la moral, entre el hacer y la interpretación de ese hacer, y cómo podemos llegar a instalarnos en el cinismo de la conveniencia para separar interpretaciones contradictorias de lo que creemos (lo que consideramos moralmente aceptable) y de lo que hacemos (que sabemos que no se corresponde con nuestra moral).

Todo lo que era sólido (2013) nos sirve para reflexionar, no es un libro para estar de acuerdo, sino para disentir si es menester, o para estar de acuerdo si así lo creemos. Es un libro incómodo porque nos enfrenta a nosotros mismos y nos pone frente a nuestras decisiones y acciones. Y es un libro optimista porque como dice el propio Muñoz Molina “quedan cosas sólidas que proteger” y “no estamos entregados al desorden”.

Es probable que aquella España que se aprestó a vivir la fiesta de la democracia no sintió que también tenía que aprestarse a comportarse como un país maduro, cuyas instituciones, políticas, culturales, institucionales, sociales, sirvieran de baluarte contra la corrupción de las costumbres. Eso no ocurrió; y no fueron solo los políticos, también los periodistas, los jueces, fueron todos aquellos que, teniendo la obligación de prevenir, de denunciar no lo hicieron.

El valor del libro no es únicamente el de la denuncia. Es una denuncia y es una advertencia. Pero, es también la consecuencia escrita de una actitud que durante años ha mantenido Muñoz Molina ante lo que ve: esa voz suya, queda pero vigorosa, es la que siempre lo ha acompañado como espectador con un ritmo inconfundible “Escribo dejándome llevar. El propio acto de escribir desata a veces los argumentos y los recuerdos. La urgencia de comprender y de intentar explicarme a mí mismo el presente me devuelve fragmentos del pasado”.

Este ensayo nos convoca: «hace falta una serena rebelión cívica» y nos apremia: «hay cosas inaplazables». Todo lo que era sólido es un espejo en el que todos debemos mirarnos, no importa el lugar ideológico en el que nos movamos, dónde vivamos o nuestra condición social; una llamada para que reaccionemos, cada uno desde nuestro ámbito de actuación, y contagiemos con nuestro ejemplo una responsabilidad cívica que hemos de exigir, de manera contundente, a nuestros gobernantes. Nos coloca a todos ante nuestros espejos personales de responsabilidad colectiva. Un libro de culpa, de culpa colectiva pero también de culpa personal.

sábado, 3 de mayo de 2025

Antonio Muñoz Molina

El artesano de las palabras

"Creo que el escritor continúa el oficio inmemorial de los narradores de cuentos, que daban forma mediante relatos orales a la experiencia compartida del mundo. Contar y escuchar historias no es un capricho, ni una sofisticación intelectual: es un rasgo universal de la condición humana, que está en todas las sociedades y arranca en la primera edad de la vida. Quizás por eso no me atrae mucho la literatura que se vuelca sobre sí misma, que tiene al escritor y a la escritura como focos principales de atención. Cervantes y Galdós, Virginia Woolf y James Joyce, Borges y Onetti, Proust y Flaubert, entre tantos otros, me han enseñado lo mismo, de muy diversas maneras: a buscar la forma más eficaz de contar la realidad visible del mundo y la invisible de la conciencia humana. Pero también aprendo mucho de la música y de la pintura, y del cine, aunque lo frecuento menos que cuando era más joven"
Antonio Muñoz Molina nació en Úbeda, Jaén en 1956 en la buhardilla que sus padres alquilaron al casarse. La llamaban “el cuarto de la viga”. Su padre trabajaba en una huerta y vendía hortalizas en el mercado de abastos. Su madre se dedicaba "a sus labores”. Aprendió a leer, escribir y hacer cuentas en una escuela de las que llamaban “de perra gorda”. "Nos sentábamos en pequeñas sillas de anea que habíamos traído de nuestras casas y escribíamos en pizarra individuales con marcos de madera, con pizarrines de tiza blanca que se partían si uno apretaba demasiado".

Le gustaban mucho los tebeos, los libros, las películas, los seriales de la radio y los programas de discos dedicados. Cerca de su casa había un cine de verano. Todas las películas le gustaban, salvo las “de llorar”, que eran melodramas mexicanos en blanco y negro. En la radio no se cansaba de oir los folletines de Guillermo Sautier Casaseca y las canciones populares que reinaron en ella hasta la irrupción de la música pop anglosajona y sus derivados: Lola Flores, Juanito Valderrama, Antonio Molina, Joselito, Marisol.

Hacia los once años empezó a leer a Julio Verne y a Mark Twain, a Stevenson, a Agatha Christie, a Dumas. El primer personaje que le produjo una fascinación consciente como pura invención literaria fue el capitán Nemo. Después vinieron, desordenadamente, Cervantes, Bécquer, García Lorca.

Empezó Periodismo en Madrid pero el sueño no duró casi nada. Madrid era una ciudad demasiado grande y demasiado hostil para su apocamiento pueblerino, la grandiosamente bautizada como Facultad de Ciencias de la Información resultó un fraude y su beca apenas daba para comer. A finales de curso volvió a Úbeda, y en otoño de 1974 comenzó Geografía e Historia en la Universidad de Granada. Y se quedó allí casi 20 años.

"En 1982 me había casado en Úbeda con Marilena Vico. Hijos y libros se suceden y alternan en los años siguientes: Antonio, 1983; El Robinson Urbano, 1984; Beatus Ille y Arturo, 1986; El invierno en Lisboa, 1987; Beltenebros y Elena, 1989. Mi primer matrimonio duró hasta 1991. En el otoño de ese año me dieron el premio Planeta por El jinete polaco. En enero de 1992 empecé a vivir en Madrid con Elvira Lindo y con Miguel, que tenía 6 años. Ahora me asombra el vértigo de que me sucedieran tantas cosas en tan poco tiempo. En 1993 viví por primera vez una temporada en los Estados Unidos, dando clases en la universidad de Virginia. En diciembre de 1994 Elvira y yo nos casamos en El Escorial"

Muñoz Molina es además miembro desde 1995 de la Real Academia Española, en la que ocupa el sillón “u”. Su labor periodística le lleva a obtener en 2003 el Premio González-Ruano de Periodismo y el Premio Mariano de Cavia.El 5 de junio de 2013 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras convirtiéndose en el autor más joven a lo largo de sus treinta y tres ediciones pasadas del premio.

En 2004 le nombraron director del Instituto Cervantes de Nueva York, en el que se comprometió a quedarse dos años. En el otoño de 2006, yendo y viniendo en tren por la orilla del Hudson, empezó a imaginar la novela que ha escrito, la más larga de todas, La noche de los tiempos (2009).

En estos años ha escrito unas cuantas novelas más, un largo ensayo sobre arte –“Rondas del Prado”-, una crónica de los tiempos del covid – “Volver a dónde”-, no sé cuántos artículos, siempre queriendo observar lo que sucede a su alrededor e inventar lo que poría suceder o haber sucedido. Deja Nueva York en 2017 y en 2018 empieza a pasar temporadas intermitentes en Lisboa. De ese cambio nació su novela Tus pasos en la escalera (2019)
"Dentro de unas semanas se publicará la última novela que he escrito, “No te veré morir”. La mezcla de ilusión e inseguridad es la misma de siempre. El trabajo solitario va a convertirse una vez más en exposición pública. Y de pronto me acuerdo que hace justo cuarenta años, en el verano de 1983, cuando arrancó de verdad la escritura de mi primera novela, “Beatus ille”. Parece mentira."

viernes, 2 de mayo de 2025

Colección de poetas : Elvira Sastre

 

“La poesía tiene todas las capacidades de salvarnos a nosotros y de mejorar al mundo”
Elvira Sastre (Segovia, 1992) desde muy pequeña, gracias a la influencia de su padre, muestra su amor por la lectura. A los doce años escribe su primer poema y tres años más tarde abre un blog, «Relocos y Recuerdos», que a día de hoy mantiene activo. Poco tiempo después, gana el premio de poesía “Emiliano Barral” con el relato corto Saudade.

Unos años más tarde, se instala en Madrid para cursar el grado universitario de Estudios Ingleses. En Madrid, Elvira continúa escribiendo y comienza a participar en eventos poéticos acompañada de cantautores consagrados como Adriana Moragues, Manu Míguez y Diego Ojeda e importantes poetas como Carlos Salem y Escandar Algeet. Con mucho trabajo y gracias a su talento, llegará con los años a compartir escenario con artistas como Andrés Suárez, Luis García Montero, Raquel Lanseros, Marwan o Benjamín Prado.

Poco a poco, Elvira Sastre se va haciendo un nombre en el circuito cultural madrileño y es entonces cuando la editorial Lapsus Calami se interesa por su obra y juntos publican Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo (2013), con prólogo de Benjamín Prado. En 2014, la editorial Valparaíso Ediciones le publica su segundo poemario: Baluarte. Entre medias, la poeta edita con la también ilustradora Adriana Moragues un proyecto artístico-literario llamado Tú la acuarela / Yo la lírica. Un tiempo después, Sastre publica Ya nadie baila, una antología que reúne poemas de sus dos primeros libros y un puñado de inéditos.

Al mismo tiempo, Elvira Sastre dedica parte de su tiempo a la traducción. Recién terminado el máster de Traducción Literaria por la Universidad Complutense de Madrid, la autora vio publicado su primer trabajo como traductora, en este caso de poesía, en la editorial Valparaíso Ediciones: Los hijos de Bob Dylan, del autor norteamericano Gordon E. McNeer. Posteriormente, ha traducido al inglés las letras de los dos últimos discos de Vetusta Morla ; Poemas de amor de Oscar Wilde. Otras maneras de usar la boca de la poeta Rupi Kaur; y las novelas Todo es mentira, de E. Lockhart, y Una conexión ilógica, de John Corey Whaley.

La carrera poética de Elvira Sastre, la poesía visceral y directa que presenta así como su cercanía con el lector permiten a la poeta participar en festivales y eventos literarios de importancia tales como la Feria del Libro de Bogotá (FILBO), el Festival de Narradores Orales de Segovia o el Encuentro Internacional de Poesía Ciudad de México.
 
Elvira Sastre compagina su carrera poética con la escritura y la traducción. La poeta publica en 2016 su cuarto poemario, La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida. Dos años después, en 2018, la poeta publica Aquella orilla nuestra bajo el sello Alfaguara, un libro en el que convergen los textos en prosa y aforismos de la poeta con las ilustraciones de Emba, artista uruguayo con el que colaboró previamente en la portada de La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida.

En ese mismo año presenta bajo el titulo Desordenados, un recital poético musical junto al cantautor Andrés Suárez, que supone una de las ideas más ambiciosas de ambos. Un trabajo colaborativo en el que mezclaron los poemas y las canciones para poner en valor la palabra, el verso, la música de autor y demostrar que se pueden llenar estadios con la poesía. Más de 4000 personas acudieron al WiZink Center para disfrutar de este espectáculo.

Tras del éxito de Desordenados, la autora publica Elvira en voz, un albúm donde apuesta por un formato musical para sus poemas, en el que presenta un total de doce poemas recitados sobre una banda sonora. En 2020 publica su muy esperado Adiós al frío donde reúne varios poemas escritos en los últimos años, la gran mayoría inéditos.

En la actualidad, la escritora llena teatros y salas de conciertos con sus recitales poéticos y comparte con los lectores su poesía, vivencias y su mundo personal a través de las redes.

Poemas de Elvira Sastre

QUE YA NUNCA MÁS

No debe ser casualidad
que aparezcas siempre
en otro tiempo y en otra distancia,
ajena a lo que ocurre en el momento.

Parece que la vida te coloca justo ahí
donde las cosas no se caen, no desaparecen,
solo se mantienen impasibles
a los amores que no tienen que ver contigo.

Dime, ¿cómo es posible que aún te lleve
aquí atravesada en el estómago
y me robes el aliento que ya nunca más te roza?
 
RUIDO

Si te marchas
hazlo con ruido:
rompe las ventanas,
insulta a mis recuerdos,
tira al suelo todos y cada uno
de mis intentos
de alcanzarte,
convierte en grito a los orgasmos,
golpea con rabia el calor
abandonado, la calma fallecida, el amor
que no resiste,
destroza la casa
que no volverá a ser hogar.
Hazlo como quieras,
pero con ruido.

No me dejes a solas con mi silencio.

INCANSABLE

Es sólo que el tiempo avanza,
como avanzan los trenes
en los raíles vacíos,
pero avanza también en quien no conozco,
en quien conozco y no distingo,
en quien distingo y no recuerdo,
en quien recuerdo y no conozco.

Es sólo que este tiempo que no es mío
crece a pasos agigantados sobre las canciones,
bajo las carreteras asfaltadas,
entre las palabras extranjeras,
dentro también de todo aquello
que no alcanzo a comprender.

Es sólo eso, mi vida,
este tiempo incansable,
y tus huellas que lo siguen,
y mis pies quietos, estáticos, incapaces,
deseando deteneros.

EL HÁBITO DE HABITARNOS

Me pregunto si es esto:
las palabras encajando en las notas,
la calma del equilibrio minúsculo
y el mínimo sobresalto que sale de dentro,
lo
ajeno
que
ya
es
propio.

Me pregunto si es esto:
el recuerdo en presente,
la mano experta tendida sin rozar apenas,
un silencio cómodo habitando entre miradas,
la
rutina
que
ya
es
perenne.

Cada noche
abrazo la respuesta.

EL SILENCIO

El silencio.

Los pasos sordos.
Los murmullos desconocidos.
El crujido seco.
La habitación fría.
Las puertas cerradas.
La casa limpia.
La alegría perdida.
El suelo vacío.

Tu ruido.
Tu ruido apagado.

lunes, 31 de marzo de 2025

Anne Perry

"Todos vivimos algo que nunca debimos vivir"

Pocas personas en el universo literario son tan cautivadoras, misteriosas e intrincadas como Anne Perry. Famosa por sus fascinantes narraciones que combinan tramas cuidadosamente tejidas con marcos históricamente precisos, es una maestra en su oficio. Con más de 100 obras a su nombre, ha desentrañado hábilmente las complejidades del espíritu humano en diferentes épocas y espacios, dejando una marca en las mentes y corazones de muchos lectores de todo el mundo.

Hija de un importante científico de la época, Henry Rainsford Hulme, que más tarde sería uno de los creadores de la bomba de hidrógeno, contrajo tuberculosis cuando era pequeña, y a causa de dicha enfermedad estuvo viviendo con preceptores en el Caribe y Sudáfrica con la idea de que un clima cálido sería beneficioso para su salud. Finalmente, a la edad de 13 años, se reencontró con su familia en Nueva Zelanda cuando su padre fue rector de la Universidad de Canterbury. A causa de esta enfermedad, desarrolló su pasión por la lectura de novelas de temática policiaca, convirtiéndose en una apasionada de autores como Arthur Conan Doyle o Agatha Christie.

El  verdadero nombre de Anne Perry era Juliet Marion Hulme, nacida en Blackheath, Londres en 1938, pero cambió su nombre después de cumplir una condena en Nueva Zelanda por asesinato. A los 15 años de edad, la autora y su amiga Pauline Parker fueron juzgadas y condenadas a varios años de cárcel en Nueza Zelanda por el asesinato de la madre de esta amiga, Honrah Rieper. Las dos mataron a golpes a la madre de Parker con un ladrillo en Christchurch. Más tarde, estos eventos serían la inspiración del drama psicológico del director Peter Jackson, en «Criaturas celestiales» («Heavenly Creatures», 1994).

Después de cumplir una condena de prisión de cinco años, Perry fue liberada y cambió su nombre. Con esa nueva identidad cambió su vida: trabajó un tiempo como azafata, se hizo mormona y se instaló en Escocia. Luego regresó al Reino Unido e inició su carrera como escritora.

En 1979, Perry publicó «Los crímenes de Cater Street», el primero de una serie de libros protagonizados por el policía victoriano Thomas Pitt y su esposa Charlotte. Este discreto policía londinense está destinado a desentrañar, en plena época victoriana, los horrendos crímenes engendrados por una sociedad reprimida e hipócrita. Anne Perry se consagró como consumada especialista en la recreación de los claroscuros, contrastes y ambigüedades de la sociedad victoriana. La segunda serie de novelas policiales de Perry gira en torno al detective William Monk y la enfermera Hester Latterly.
Tanto la serie Pitt, que terminó en 2016 con Asesinatos en Kensington Gardens (Ediciones B, 2019), como las protagonizadas por el comandante William Monk, son novelas de investigación de un crimen en la época victoriana. Aúnan romance, misterio y una leve crítica social. Aunque es un hombre el que da nombre a la serie, sus esposas tienen el mismo protagonismo en la trama e intervienen en las investigaciones.

En los últimos años inició una nueva serie de novelas de intriga y espionaje, ambientada en los años 30, con la fotógrafa y agente secreto Elena Standish como protagonista. Además, publicó novelas de ambientación navideña, en la Primera Guerra Mundial, y juveniles de fantasía. Mareas de sangre (la última de la serie de William Monk) (Ediciones B, 2022) es el último libro que publicó.

Anne Perry fue seleccionada por el diario The Times como una de las 100 mejores escritoras del crimen del siglo XX. Como escritora, le interesaba menos el proceso de investigación que los efectos de esta en las personas involucradas. ¿Conozco bien a los demás? era la pregunta que intentaba responder en sus novelas.

Su verdadero nombre y su pasado fueron revelados por la prensa en los años 90, cuando su historia fue adaptada a la gran pantalla. “Todo lo que había conseguido como miembro honesto de la sociedad estaba amenazado. ¿Por qué no se me podía juzgar por lo que soy ahora, en lugar de por lo que era entonces?”.

Anne Perry, que vivía en Los Ángeles desde hacía varios años, falleció en 2023. La historia recordará sus personajes excepcionales, su precisión histórica, la calidad de sus novelas policíacas y su interés por las cuestiones sociales.

William Monk, el detective amnésico

Anne Perry, maestra de la novela de intriga histórica ambientada en la era victoriana, nos transporta nuevamente a orillas del Támesis en su novela número 22 de la serie del detective William Monk.

Venganza en el Támesis (Ediciones B, 2018)

Cuando el comandante William Monk de la Policía del Támesis es convocado para investigar la aparición de un hombre ahogado en el río, que resulta ser un prisionero fugitivo, tiene que verselas nuevamente con el oficial de aduanas McNab, que alberga un amargo rencor contra Monk y que siempre intenta perjudicarlo. Monk sufre de una amnesia que no le permite hacer bien su trabajo. Esas lagunas hace que se plantee muchas prsguntas sobre su vida anterior al accidente y eso le atormenta.

Otros personajes se mueven en la trama, Berta York, el matrimonio Clive, su ayudante Hooper, entre otros.

Tras la fuga de un segundo prisionero, Owen, y a medida que las trampas de McNab se vuelven más terroríficas, Monk se verá forzado a recurrir a la ayuda de su mujer, Hester, y de su amigo el abogado Oliver Rathbone. Juntos, tratarán de desentrañar el misterio que rodea a las muertes en el Támesis y a la rivalidad enfermiza de McNab.

El Támesis victoriano



El río Támesis (Thames), conocido alternativamente en algunas partes como el río Isis, es un curso de agua que fluye a través del sur de Inglaterra, incluyendo Londres. Con una longitud de 346 km, es el río más largo de los que tienen la totalidad de su recorrido en Inglaterra, y el segundo más largo del Reino Unido, después del río Severn.

El río nace en Thames Head, en Gloucestershire, y desemboca en el mar del Norte, a través del estuario del Támesis. El Támesis también drena la totalidad del Gran Londres.

A principios del siglo XIX, el río Támesis era una alcantarilla abierta, con consecuencias desastrosas para la salud pública de la ciudad de Londres. Desde principios del siglo XVIII es posible encontrar propuestas para modernizar el sistema de alcantarillado de la ciudad; sin embargo, nunca llegaron a prosperar por sus costes. La reacción, como en tantas ocasiones, llegó de la mano de una crisis: el llamado Gran Hedor (Great Stink) de 1858, en plena época victoriana (1837-1901).

Los ciudadanos más opulentos de Londres eran muy vulnerables al cólera, lo que creaba un poderoso incentivo para resolver el problema. Los inodoros, con su origen en la época de los Tudor (1485-1603), en realidad solo adoptaron su forma actual (cisterna, codos, tuberías y válvulas en un único sistema), en torno a 1770. El retrete además comenzó a desplazarse desde el exterior al interior de las casas. Entre 1860 y 1870 comenzaron a generalizarse entre la clase media, reemplazando fosas sépticas o letrinas. Las redes de alcantarillado de principios del siglo XIX, diseñadas para desaguar el agua de lluvia al Támesis, se convirtieron en redes de transporte de aguas residuales sin tratar que eran vertidas al río. En 1830 la esperanza de vida al nacer en Londres era de 29 años. 

En 1858, en un verano especialmente cálido, el hedor se hizo insoportable, lo que explica que en 18 días los miembros del Parlamento, que llegaron a plantearse abandonar la ciudad, aprobaran la inversión en un nuevo sistema de alcantarillado para la ciudad. Comenzaba el fin de profesiones tan sórdidas como los toshers y grubbers (que recorrían las alcantarillas y otras zonas de drenaje buscando objetos de valor), mudlarks (niños que hacían lo propio en los lodos de las riberas fluviales), recogedores de excrementos y baldeadores.